Natalia Parodi: "La madrastra: ¿bruja o hada madrina?"
Natalia Parodi: "La madrastra: ¿bruja o hada madrina?"
Redacción EC

Cuando una mujer se casa con un hombre que ya tiene hijos se convierte sin quererlo, al mismo tiempo, en esposa y madrastra. Y en este último papel le toca una tarea difícil: lidiar con la historia viviente del antiguo amor de su pareja.

Fuera de los cuentos de los Hermanos Grimm, hay dos tipos de madrastras: las que están dispuestas a casarse y enamorarse de la familia (el paquete incluye querer a los hijos), y las que en el fondo preferirían que él estuviera solo.

Ser madrastra no es el escenario soñado. Muchas mujeres crecen imaginando los hijos que tendrán cuando sean grandes. Todavía no he conocido ni he leído sobre aquella que de niña fantaseara con llevar a los hijos de su pareja al colegio. Pero es algo que a algunas les sucede y que no es fácil.

Tendrán que descartar la idea de construir una familia desde el principio. Esa relación no comienza de a dos. Y mientras en las telenovelas y los cuentos de hadas, las madrastras son tan solo una caricatura de villanas, en la vida real se enfrentan a un reto que pocas mujeres hemos anticipado.

Para los hijos de la pareja también es difícil. De pronto un día se topan con una mujer elegida por el papá y no por ellos y que, se supone, a partir de ese momento formará parte de sus vidas para siempre. Hay quienes tienen suerte y quienes no logran integrarse. A mí me tocó una madrastra que supo conquistarnos con genuino interés, paciencia y cariño, a pesar de que al comienzo fruncíamos el ceño al verla. Se ganó un lugar muy importante en nuestras vidas e incluso, el de madrina. Siempre la llamo por su nombre y solo cuando me pico por algo le digo “¡Qué madrastra eres!”. Y reímos juntas. Pero pasa muy poco.

Entre las cosas más difíciles está definir el rol que le toca jugar a la madrastra. Intentar ocupar el lugar de la madre no es buena idea. No se puede. Por otro lado, si son pequeños, el rol de amiga a veces queda un poco tibio. Ojalá hubiera fórmulas, pero cada caso es único. Sin embargo, sí se puede tomar en cuenta algo que puede fortalecer el vínculo: no olvidar que la adulta es ella y que si le importan los hijos de su pareja, nunca debe tirar la toalla. Puede haber momentos –y de hecho las madres también los tienen– en que se desesperen y choquen con los chicos. Pero retomar, volver a empezar, tenerse cariño, volver, esperar y volver. Mucha paciencia. Ellos sentirán si hace su mejor esfuerzo. Si transmite su deseo de llevarse bien con ellos y muestra capacidad de perdonar y de pedir perdón. De estar ahí. Que se pueda contar y confiar en ella. Si ellos perciben cariño y humanidad, la perdonarán cuando falle o reniegue. Pero si la sienten falsa o insensible, serán indiferentes o duros.

Ni bruja ni hada madrina. Solo seres humanos intentando ensamblar historias y cariño. Si una mujer no está dispuesta o no logra vincularse con los hijos de su pareja, está en todo su derecho de preferir un hombre con quien pueda comenzar una historia desde cero. No se la puede juzgar.

Las que sí estén dispuestas y en condiciones de aceptar un hombre con hijos, tendrán la oportunidad de dar y recibir mucho. Y eso implicará comprarse el pleito a veces. Pero también significará una importante relación con los que serán los hermanos de sus hijos. Y podrán no ser la típica familia de comercial de café, pero sí llegar a sentir lo lindo que es que eso ya no importe.

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