Verónica Linares: "Con un pie en Jorge Chávez"
Verónica Linares: "Con un pie en Jorge Chávez"
Redacción EC

Nunca antes había esperado tanto un viaje como ahora. No son unas vacaciones cualquiera. Hay muchas formas de utilizar el tiempo libre y qué mejor que invertirlo en la familia. No solo descansando o yendo a la playa. En agosto del año pasado, dos meses después de que mi hijo convulsionara por un virus no identificado que le entró al cerebro, un doctor deslizó la idea de llevarlo a Estados Unidos para obtener una segunda opinión. Nos quedaremos endeudados por un tiempo, pero no importa. Quiero que lo chequeen y –ojalá– me digan lo mismo que aquí: No le pasa nada.

Organizar todo para un viaje y angustiarse por una cita médica son dos tareas extenuantes. Pero para la preocupación antes del diagnóstico solo tengo que mirar mi lista de pendientes y me olvido. Sigo buscando algún link en Internet que me explique cómo hacemos las mujeres para resolver todo a la vez, porque hasta ahora no lo sé.

Hace unos meses empecé con el trámite de la visa para Fabio. ¿Han entrado últimamente a la web de la Embajada? Es desesperante de veras. Pareciera que ha sido diseñada como un laberinto para que en el camino desistas y prefieras irte de viaje a otro país. Varias veces tiré la toalla, –por no decir la laptop– al piso. Pero pensaba en Fabio, – en su salud–, y respiraba hondo y seguía.

Concertar las citas a distancia y en otro idioma fue otra historia. Solo tenía el nombre del centro y empecé de cero. “Hello this is Verónica Linares from Lima- Perú”. De inmediato me repreguntaban: Hello??? O mi inglés británico estaba bastante oxidado o ‘lee-ma-pe-r-ou’ sonaba a insulto. Creo que tal vez haya sido lo primero porque cuando iniciamos un intercambio de correos, llamadas y mensajes de voz debo confesar que leía y escuchaba, todo, más de dos veces. Quería cerciorarme de que estaba entendiendo lo correcto. Mandé radiografías y resonancias, así como los diagnósticos traducidos al inglés. Todo solo para ver si aceptaban ver el caso. Hasta que me dieron fecha.

Mientras este intercambio transcontinental ocurría, mi vida paralela de periodista con dos programas de televisión en vivo seguía su camino oxihabitual. Y es importante precisar que la noticia en este país cambia cada hora sin un rumbo predecible. De hecho, mientras escribo esto, no puedo dejar de mirar Twitter. Entre un párrafo y otro de reflexiones sobre mi hijo, han detenido en Bolivia al amigo de la pareja presidencial.

En mis ratos ‘libres’ debo ser ama de casa. El mueble de melamine de mi cocina está podrido por una filtración que recién se nota. Además los documentos de independización de mi departamento están por salir y los propietarios debemos presentar unos papeles que exige la notaría. Por su puesto no dejo de atender a mi hijo en el día a día y trato de ser la compañera la ideal de mi pareja, como todas. Todo antes del viaje.

Tres días antes de abordar el avión siento que he hecho todo y nada. Al norte del planeta están bajo cero. La ropa del invierno de Lima no será suficiente. ¿Compro otros abrigos? ¿Llevo una maleta grande o varias chicas? ¿Consigo un asiento extra para mi hijo o aguantará siete horas sentado en mis piernas? ¿Y si me quedo dormida y se cae? ¿Podrá descansar tranquilo?

Hemos viajado en avión, pero nunca tanto tiempo en el aire y menos de madrugada. Felizmente tendré la ayuda de su papá, pero ya saben cómo somos las mamás de estresadas y culposas.

Deséame suerte en esta nueva aventura. Mañana lunes tenemos nuestra primera cita. Donde quiera que estés, cruza conmigo los dedos: para que no me haya olvidado de ningún detalle y sobre todo, para que todo salga bien.

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