Razones por las que no debes hacer una dieta relámpago
Razones por las que no debes hacer una dieta relámpago

Los doctores y el sentido común ya lo han dicho: tener una vida saludable implica esfuerzo. Una dieta relámpago, esa semana en la que pasas hambre y estás de mal humor, no compensará por el resto del año en el que comes golosinas y frituras y te quedas frente al televisor.

Se le dice dieta relámpago a todo regimen alimenticio que promete hacernos perder varios kilos en pocos días. Acostumbran ser medidas radicales y, además del daño físico que pueden ocasionar, no te enseñará a comer bien ni te convencerá de la necesidad de ejercitarte. No hay atajos para una vida saludable.

Si todavías crees que perder peso es sólo una cuestión de apariencia, te damos algunas razones por las que deberías evitar cualquier dieta relámpago.

1) Altera tu metabolismo: cambiar lo que comes intempestivamente descompensa a tu organismo. El dr. Kevin Hall, experto estadounidense en metabolismo, realizó un estudio con los participantes del reality The Biggest Loser. Aunque ellos perdían hasta más de cien kilos en el concurso, después recuperaban casi todo el peso. Hall asegura que los cambios radicales disminuyen la cantidad de calorías que quema nuestro cuerpo cuando está en reposo. Después de una dieta relámpago, es probable que engordemos más pronto. 

2) Contradice a tu cerebro: La ciencia aun no logra determinar la razón pero mientras nosotros elegimos un peso ideal, nuestro cerebro ha decidido también uno. Si yo quiero pesar 65 kilos pero mi cerebro se ha plantado en los 73, siempre tratará de regresar a ese peso. Según el dr. Michael Schwartz, un investigador sobre obesidad de la Universidad de Washington, lo más eficaz es negociar con nuestro organismo. Reducir kilos progresivamente y no con una dieta relámpago.

3) El estrés nos debilita y (engorda): Hacer dietas radicales nos pone ansiosas y de mal humor. La angustia de querer adelgazar en tan poco tiempo y la mala alimentación nos debilitan. Además, ese estrés cambia nuestra segregación de dopamina y desencadena una especie de obsesión química por los alimentos que menos debemos comer. Esa es la razón por la que bajo una dieta relámpago se nos antoja más que nunca el pan, chocolate y las papas fritas.

 

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