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Malory Vargas
romina herrán

Bien decía la escritora austriaca Vicki Baum: hay atajos para la felicidad, y el baile es uno de ellos. “La danza te permite conectar con tu alma y ser vulnerable”, asegura Malory. Tiene un rostro singular, labios carnosos dibujados con precisión, ojos grandes de color caramelo, 23 años, 1 metro 58 centímetros de estatura, sin poses ni caretas. Se formó en las escuelas Dance Studio, Mandrágora y Arthur Murray. Participó en los programas televisivos “El Gran Show” y “Reyes del show”. Concursó en Las Vegas y San Francisco. Dominio absoluto.

El otro amor de Malory es la actuación. Por eso, llevó su primer taller a los nueve años, estudió en la Asociación Cultural Plan 9 en el 2015 e hizo cuatro obras en Microteatro. Siempre supo que lo suyo era el arte (sin dudas). Su padre le dijo: “sé quien quieras ser, pero sé la mejor”. Y ese es su objetivo.

Tu papá y tu mamá siempre apoyaron tu decisión de dedicarte al arte.
Mi papá es una persona que cree que estamos como estamos porque hay gente en profesiones que no les apasionan, para las que no han nacido y, por lo tanto, no son buenos en ellas. Y mi mamá es feliz con ver a sus hijas felices. Mi hermana mayor, Franccesca, es actriz; y la menor, Nicole, bailarina. Ambos nos criaron para ser mujeres fuertes que sepan tomar sus propias decisiones.

¿Qué se requiere para ser una buena bailarina?
Amor. Puedes ser una bailarina con mucha técnica, pero si no llegas al corazón del público, si no te conectas con las personas, entonces no sirve de nada. Ahora, claro, es una disciplina, y obviamente necesitas tomarla con seriedad, pues requiere de mucho entrenamiento.

El cuerpo es una herramienta, ¿cómo es la relación con el tuyo?
Tenemos que entender que todas somos distintas y eso es lo que nos hace tan especiales. Tienes que cuidar tu cuerpo, pero comiendo sano y haciendo ejercicio, sin extremos. No se trata de no alimentarte, tampoco de comer cualquier cosa. Todo tiene que partir del amor propio, de quererlo y, por ello, de querer darle lo mejor.

En tu Instagram –donde tiene 75.000 seguidores–vemos fotos en lencería y en bikini.Tu sensualidad es una forma de expresar tu libertad…
Amo mi cuerpo. Debemos aceptarnos, amarnos, olvidarnos de los estereotipos. El machismo ha hecho que pensemos que nos vestimos, nos ponemos o nos quitamos prendas por ellos cuando son lo último que está en mi cabeza. Me pongo la ropa que me gusta a mí y cuelgo la foto que me gusta a mí.

¿Eres feminista?
Sí, y creo que tenemos que hablar mucho de feminismo, es vital. Una vez, el actor Bruno Odar dijo: “el mundo va a cambiar cuando se respete a la mujer”. No es posible que vivamos con una voz acosándonos al oído. Que vivamos con miedo. Que los hombres piensen que somos menos y que pueden hacer con nosotras lo que quieren, porque no les pasa nada. El feminismo, por cierto, no es que esté en contra del hombre, es la búsqueda de la igualdad. Se han dado algunos pasos, pero falta muchísimo más.

El año pasado llevaste un taller de clown, ¿qué descubriste?
Siempre me había llamado la atención y quería aprenderlo para enriquecer mi carrera como actriz. Le consulté a Patricia Barreto, a quien admiro mucho, y me recomendó hacerlo con Paloma Reyes de Sa. El clown te permite mostrarte como realmente eres, sin juzgarte. Es dejar las caretas a un lado, jugar con tu verdadero yo. En mi caso, había bloqueado el tema del amor, no quería enamorarme, sino enfocarme en mi carrera. Gracias al clown, descubrí y saqué mi lado romántico y entendí que está bien serlo. Soy sensible, pero eso no significa que sea débil.

¿Qué más aprendiste al convertirte en clown?
Ser payaso es creer que puedes hacerlo todo, aunque fracases una y otra vez. El clown parte de la humildad. Allí ves que a raíz del error surgen cosas nuevas, empatizas con el público, buscas soluciones. Lo aplico a mi vida, sabiendo que el error es un regalo, si no te equivocas, no aprendes. Equivocarte te permite salir de tu zona de confort.

También disfrutas viajar sola, ¿por qué?
He hecho un par de viajes sola. Soy un alma libre. La vida es una y yo quiero vivirla. Me gusta, porque te permite conocerte a ti misma, a otras personas y al mundo. Te das cuenta de que, al final, nunca estás sola.

¿Y eso lo agradeces?
Agradezco antes de ir a dormir, en las noches. Trato de analizar lo que viví cada día, lo que sentí, por qué reaccioné de una forma y así voy conociéndome más. Tenemos que agradecer hasta por aquellos momentos de angustia, en los que no sabes por qué te está sucediendo algo, porque pasarán y te van a dejar una lección. Este año no he estado en la televisión y eso afecta mi economía, pero estoy llevando clases de canto y ukelele, tengo el amor de mi familia, amigos maravillosos (si los tienes, lo tienes todo) y maestros que me ven con el corazón. Si tomas una decisión siguiendo tu instinto y tu corazón, no te vas a arrepentir.

¿Tu primer personaje en televisión fue en ‘’Solo una madre’’?
Después de “El Gran Show” y “Reyes del show” les escribí a todos los jefes de casting, contándoles que era estudiante de actuación de Plan 9 para que me pasaran la voz cuando hubiera audiciones. Me respondieron de ‘’Al fondo hay sitio”, donde tuve un bolo en el 2016, un rol pequeño llamado Yashimar. Luego, en el 2017, me salió un personaje en ‘’Solo una madre’’, mi primer papel importante, y después otro en ‘’Colorina’’. Fue otro mundo, la televisión es un gran entrenamiento para el actor: acelera tus procesos, sin quitarles verdad.

¿Qué sueñas lograr como artista?
El 25 de octubre se estrenará la película ‘’No es lo que parece’’, en la que tengo una participación corta, serán unas cuatro escenas. Para el próximo año tengo planeado otros proyectos que espero con ansias. Quiero ser una artista internacional y hacer cine en otros países. Seguir aprendiendo piano, pole dance, acrobacia en telas, y enriquecer mi carrera como actriz. El arte te permite imaginar, sentir, soñar y pensar en un mundo mejor. Yo creo en ese mundo mejor.

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