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Paloma Santa Cruz
romina herrán

Bello es eso que, por la perfección de sus formas, complace a la vista o al oído. Al menos esa es la definición oficial. Pero para Paloma es salirte del estándar clásico: unos dientes separados, una nariz prominente, un rostro cubierto de pecas. “Lo distinto es lo bello”, afirma la modelo que no sabe sus medidas de busto, cintura o caderas. Para ella, la belleza tampoco se define en centímetros.

Desfiló por primera vez a los 12 años –en una pasarela de Ani Álvarez Calderón– y fue elegida la mejor modelo de la edición Otoño-Invierno 2018 de . ”Fue inesperado. Estaba en el backstage, me abrieron las puertas de la pasarela y los flashes estaban sobre mí. Agradezco la oportunidad porque sé que mi carrera ha crecido a raíz de ello”. Y sí, está en ascenso y a alta velocidad.

También eres estudiante de Medicina. ¿Por qué escogiste esta profesión?
Desde que empezaron a preguntarme, a los 14 años, qué estudiaría, lo supe. Me gusta la ciencia y, sobre todo, el contacto con la gente y ayudar al otro. Después del colegio apliqué a la Universidad de Georgetown, en Washington. Cursé Salud Pública por dos años y volví, pues me di cuenta de que quería ejercer en el Perú. Pasaré al cuarto año de Medicina en la UPC. La carrera es dura y sacrificada.

La Fundación Osma es de tu familia, ¿siempre hiciste labor social?
Mi mamá, Carmen de Osma, me enseñó a servir desde pequeña. La fundación cuenta con un orfanato y una guardería para niños con Síndrome de Down. Siempre he mantenido una relación cercana con ella. Aprendí que uno gana más al dar, sin la necesidad de recibir algo a cambio. Cuando lo haces, te sientes tan bien que no puedes parar. Nuestro país tiene muchas necesidades.

¿Qué más aprendiste de tu mamá y papá?
Mi mamá nos inculcó (a ella y a sus hermanos mayores, Sebastián y María Gracia) la importancia de estudiar y de trabajar. No importa de qué familia provengas, lo valioso es construirte a ti misma y que tus logros respondan a tus propios méritos. Mi papá nos enseñó que escuchando aprendes más que hablando. Y gracias a ambos conocimos lo que era correcto e incorrecto. Después nos dejaron volar. Claro, siempre estuvieron allí, motivándonos a hacer las cosas por nosotros mismos.

El año pasado tu madre declaró en una publicación que padecía anorexia. ¿Cómo lidiaste con todo?
Cuando regresé de Washington, decidimos ayudarla para que vuelva a ser ella misma, ya que esta enfermedad esconde el verdadero yo. Además, era preocupante porque ya comprometía sus sistemas fisiológicos, que habían comenzado a fallar. Entonces, empezó un tratamiento en Estados Unidos que no funcionó. Luego de dos meses volvió a Lima y encontró uno que duró dos años. Ella dice que fui su compañera de batalla. Veía que comiera, recogía los platos, la acompañé en el proceso.

¿Sentiste miedo?
Durante la terapia en Estados Unidos entendí que lo que ocurría era real y tenía que aceptarlo. Todo el mundo pasa por momentos difíciles, y sí se puede salir adelante. No existe el no puedo. Debía ser fuerte, tomar las riendas de mi vida y seguir yendo a la universidad. A mi mamá nunca le mostramos nuestro temor. Había que hacerle saber que vencería la anorexia.

Algunos dicen que la moda es una industria superficial. ¿A ti qué te gusta de ella?
Lo que vivió mi madre me enseñó a valorarme y a cuidarme. También, cuáles son los riesgos cuando solo te importa cómo te ves y lo que piensa la gente. Me gusta haber desmantelado estereotipos, como que las modelos no se alimentan o no estudian. No es así. Yo como sano, sigo la carrera de Medicina y también soy modelo. Además, la moda tiene que ver con plasmar tu personalidad en aquello que llevas. No se trata de lucir marcas, ni de cuánto te costó tu ropa, sino de divertirte con lo que te pones, que eso te represente.

¿Cómo te mantienes fiel a lo que crees mientras, como modelo, existe tanta presión sobre tu físico?
No es fácil. En esta industria muchas chicas corren el peligro de caer en trastornos alimenticios o psicológicos. Escuchas frases como: “Tienes que vomitar”, “Eres gorda”. Sin embargo, debe entrarte por una oreja y salirte por la otra. Necesitamos aceptar nuestras diferencias. Algunas mujeres tienen más caderas, otras menos. La belleza no es cuestión de peso ni medidas, todas somos distintas. No tenemos que compararnos. En mi rostro tengo pecas y una cicatriz y no me gusta que me las tapen porque me definen. Son parte de quien soy.

Y parte de quien eres es tu espíritu viajero…
Viajar es la mejor inversión. Aprendes sobre ti y sobre otros. La sociedad limeña es una burbuja y salir hace bien. Conocer lo que sucede afuera, así como culturas y costumbres distintas, enriquece.

¿Deseas desarrollar el modelaje en el extranjero?
Sí. Por eso pienso cómo organizarlo con mis estudios de medicina. Quizá lo intente un verano y veo qué sucede en esos meses. El modelaje no te ofrece una carrera larga. Entonces, quiero aprovechar las oportunidades que se presenten. Mi sueño es desfilar para Yves Saint Laurent y Chanel. Para triunfar en la industria de la moda, necesitas quererlo y, claro, dar el paso. Nada llega a la puerta de tu casa

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