Para mucha gente que decide adoptar un perro, la prioridad es que sea un animal dócil y educado. Son rarísimos los casos de potenciales adoptantes que se animan a llevar un perro que intenta morder en la primera cita. Felizmente esas personas sí existen.
Antonio Menéndez todavía mira bien los dedos de su mano derecha cuando cuenta cómo conoció a su perro Babu. Pese a haberle hecho caso a la clásica recomendación ‘Primero acerca la mano para que te huelan’, este Chow Chow blanco de unos 4 o 5 años de edad intentó morderlo en la primera olfateada, pero Antonio no lo leyó como agresión.
“Me habían advertido que era un perro territorial y que tenía algunos problemas de conducta, pero cuando trató de morderme yo noté que no era el típico caso de perro agresivo que te ataca y te persigue hasta agarrarte, sino que lo había hecho por miedo”, cuenta Antonio.
Con esa impresión, Antonio regresó al día siguiente con una bolsita de hígado frito. Primero se lo dio por la reja y le fue bien. Al día siguiente regresó con más hígado, pero esta vez se atrevió a dar una vuelta con el perro por el parque del albergue.
Para Antonio se trataba de una experiencia completamente nueva. Él, su mamá y su hermana habían vivido más de 14 años con una labradora negra de 14 años que se llamaba Telma, hasta que la perra enfermó y no les quedó otra que dejarla descansar para siempre.
Esto sucedió a mediados de este año y pocos días después, Antonio empezó a sentir un vacío en la casa.
“Yo trabajo ahí y paso mucho tiempo solo, entonces pensé ‘¿por qué no adoptar uno de esos perros de Internet?’, así que me puse a buscar. Escribí en el buscador ‘Perros en Internet’ y me salieron varias páginas de Facebook y uno que otro albergue. Finalmente me llamó la atención WUF porque era la página mejor diseñada y tenía buenas fotos”, comenta.
Ya en wuf.pe, portal con decenas de perros en adopción, Antonio empezó a ver foto por foto en orden alfabético y a analizar perfil por perfil. Cuando llegó a la ‘T’, se detuvo en Toto, un perro auspiciado por Subaru. A primera vista le pareció el perro ideal por la pinta y por la edad, así que llenó la solicitud sin sospechar que se convertía en el postulante número 71 por ese Chow Chow con cuerpo de peluche.
Antes de ser finalmente adoptado, WUF registró un total de 90 solicitudes por Toto, prueba de que en muchos casos la pinta sí es lo de menos.
Antonio fue el único que apostó por él hasta el final. Solo sabía que había sido abandonado en la puerta del albergue, que lo dejaron amarrado y estaba extremadamente flaco y desnutrido. Con el tiempo se recuperó físicamente en el albergue, pero sí quedaron algunos retos por trabajar.
Consciente de ello, Antonio fue todos los días al albergue durante una semana. Una vez que se fue acostumbrando a él y que Toto conoció a su mamá, a su hermana y a su sobrina, lo llevó a casa. Alternaron una semana en casa, otra en el albergue, hasta que finalmente se quedó y ya lleva más de 3 meses con ellos, feliz de no vivir más dentro de una jaula.
Lo primero que hizo Antonio tras adoptarlo, fue cambiarle el nombre a Babu. Según él, esa palabra significa ‘el que trae bendiciones’. Hoy no solo es un perro más adaptado a la vida familiar, sino que también ha aprendido trucos como sentarse, ponerse de pie, saltar, quedarse quieto y está aprendiendo a dar la pata.
“¿Por qué invertir tanto en un perro difícil si podría haber adoptado uno dócil? No sé, un poco porque me vi reflejado en él. Yo también he tenido mis etapas donde me han tildado de difícil, de inútil, de paria, que ‘estás haciendo las cosas mal’ y eso, hasta que te das cuenta que con paciencia y dedicación siempre se puede mejorar”, explica Antonio.
“Yo solo me pregunté ‘¿estoy dispuesto a dedicarme a ayudarlo con los traumas y posibles errores que cometa tremendo lobo del norte de China?’ Y me dije que sí. Y ya pues, me mandé y aquí estamos”, concluye Antonio.