Cuando la computadora Deep Blue venció al ajedrecista campeón del mundo Gari Kaspárov en una partida allá por 1996, la gente no dejó de jugar al ajedrez, sino lo contrario: muchos empezaron a aprender sobre este deporte para intentar vencer a la máquina. Del mismo modo, la inteligencia artificial (IA) llegó a nuestras vidas no tanto para corrernos a un lado, sino más bien para desafiarnos a ser mejores.
El Perú lo entendió a la perfección. Fue de los primeros países de Latinoamérica en incorporar la IA en el entorno laboral, y el 49% de los trabajadores peruanos ya ha implementado esta tecnología en sus tareas diarias, de acuerdo con un estudio de HelloSafe con datos de IBM. Esto lo convierte en el segundo país de la región con mayor adopción. Según un informe de Stanford University, además, el Perú es uno de los 20 países del mundo con mayor disposición al uso de productos y servicios de IA.
Si bien el espacio de la IA ha venido cobrando importancia por casi una década, el lanzamiento de ChatGPT de OpenAI desencadenó una explosión de interés público. Lo que antes parecía un sueño futurista fue convirtiéndose en un instrumento más de nuestro día a día. De hecho, según un estudio realizado por Neo Consulting, en el Perú siete de cada 10 personas usan chatbots para sus quehaceres laborales.
Y llegó para quedarse. Gracias a esta tecnología, empezamos a delegar tareas y a dedicar ese tiempo a actividades más significativas. Al experimentar, surgen nuevas formas de trabajar y de optimizar el tiempo, lo que puede resultar en un aumento de la productividad. Además, la automatización de tareas repetitivas y la agilización de procesos permiten realizar más en menos tiempo: una elevación de la calidad del trabajo realizado.
¿Qué nos da la inteligencia artificial, entonces? Valor. Al abrir la posibilidad de dedicarnos a actividades más desafiantes, se estimula la innovación y el bienestar laboral aumenta. Este incentivo continuará en la medida en que las organizaciones de todos los tamaños definan dónde y cómo utilizar esta tecnología.
Durante el 2023, las grandes empresas priorizaron el uso de la IA para optimizar los costos y la eficiencia, pero el potencial de mejorar las organizaciones de todo tipo está en gran medida sin explorar. Si bien el informe de Stanford University indica que los productos y servicios que usan esta tecnología ya cambiaron la vida de más de la mitad de los peruanos en los últimos cinco años, se espera que en el 2024 la inteligencia artificial se integre aún más a nuestra cotidianidad en todos los ámbitos.
La clave estará en forjar un buen vínculo: si bien la IA puede dar la sensación de interacción real, carece de autonomía total. Somos nosotros el brazo ejecutor que toma las decisiones y para eso necesitamos aprender a indicarle las instrucciones necesarias y, a su vez, conocer sus usos y sus limitaciones. Según un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo, más de un tercio de las empresas peruanas señalan la falta de formación tecnológica como su principal obstáculo para adoptar estas herramientas, con lo cual, un desafío para las organizaciones será atender esta necesidad.
En la partida de ajedrez que significa desarrollar mejores organizaciones, la inteligencia artificial no es nuestra rival, sino más bien nuestra aliada. Para mejorar las jugadas, el ajedrecista aprende tácticas y avanza medido, con una estrategia; con el mismo método, podremos utilizar esta tecnología para seguir construyendo valor en las organizaciones. El desafío ahora radica en aprovechar al máximo su potencial para beneficiar a nuestros usuarios y adquirir las habilidades necesarias para enfrentar los desafíos tecnológicos en constante evolución.