(Foto: Archivo)
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Carlos Batalla

Fue capaz de pedirle cuentas al totalitarismo soviético desde la década de 1940, aunque vivió agobiado por el temor a ser encarcelado. Solzhenitsyn, que estudió física y matemática en la Universidad de Rostov, era un hombre altamente ético, conocedor de la historia y la filosofía occidentales. Con esas herramientas encontró la manera de sortear las garras del poder.

Su literatura reflejó su vida, por medio de alegorías e imágenes poderosas y no por ello menos desgarradoras ni realistas, en un discurso novelesco que graficó, entre otras experiencias, su paso por campos de trabajos forzados de 1945 a 1956, tras haber peleado en la Segunda Guerra Mundial.

Fueron 11 años detenido por razones de libertad de opinión (criticó a Stalin), tiempo que sirvió a Solzhenitsyn como caldo de cultivo inspirador de novelas como “Un día en la vida de Iván Denisovich” (1962), la primera que debió recibir el visto y bueno del sucesor oficial de Stalin, el recordado Nikita Kruschev.

Precisamente, esa novela, que originalmente vio la luz pública en la revista “Novy Mir”, batió récord de ventas cuando en solo dos ediciones sumó 850 mil ejemplares vendidos. Su éxito mundial fue inmediato. Luego llegarían otras novelas como “Pabellón del cáncer (1966), “El primer círculo” (1968), que sufrieron la censura del siguiente líder soviético Leonid Brezhnev; y la famosa novela “Archipiélago Gulag” (1973), todos, eso sí, de gran factura literaria.

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Fue un largo y torturado proceso de escritura, que se desarrolló entre fines de los años 50 y los años 60, en plena “Guerra Fría”. Ello lo convirtió en uno de los más grandes ejemplos de esfuerzo físico y creativo del siglo XX en el mundo Occidental.

Solzhenitsyn recibió el Premio Nobel de Literatura en 1970, tres años antes de publicar su gran novela “Archipiélago Gulag”, un universo ficticio construido con información de más de 200 ex prisioneros del poder del Soviet. Si bien aceptó el premio, no se atrevió a ir a Estocolmo (Suecia) para recibirlo, ya que temía que no lo dejaran volver a su país.

Estas circunstancias potenciaron su historia del Gulag, pero al mismo tiempo le trajeron horas negras de persecución y acoso por parte del régimen comunista. La consecuencia más dolorosa ocurrió en 1974, cuando el narrador fue finalmente expulsado de la Unión Soviética, la antigua Rusia que el escritor tanto añoraba. Los últimos años de la “Guerra Fría” Solzhenitsyn los vivió en Suiza, pero sobre todo en los Estados Unidos de América.

Enemigo de Stalin, regresó a su “tierra santa” en 1994, tras 20 años de vivir lejos de ella. Ya era una leyenda viva, pues su figura se comparaba con la de un titán de la democracia y la cultura de la libertad. Muchos detractores lo catalogaron como un “revisionista”, pero su tarea era la de un librepensador, con una sólida autoridad moral y un carácter épico, herramientas espirituales con los que había superado un cáncer y hasta un intento de asesinato planificado por la KGB.

Obsesionado con el trabajo literario, Solzhenitsyn, el crítico e intelectual que no tomó partido ni por comunistas ni por capitalistas (a ambos los acusó duramente), falleció en Moscú, el 3 de agosto de 2008, en medio del calor de su familia.

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