Alicia Maguiña tenía 19 años cuando se estrenó como artista criolla, pero ella tenía la creatividad musical muy desarrollada desde su adolescencia, cuando aún era una estudiante en el Colegio San Úrsula de San Isidro. Había dejado el poder el dictador Manuel A. Odría (1948-1956) y se respiraba un leve aire democrático, cuando ella incursionó en 1957 en un ambiente que, en esos tiempos, era visto como un lugar propio de hombres y bohemios.
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Pero Alicia Maguiña siempre tuvo las cosas claras. En varias entrevistas aseguró que su ejemplo había sido la cantante criolla Jesús Vásquez (1920-2010), quien con su actitud le enseñó cómo debía cantar y cómo debía ser una artista en ese ambiente. A partir de esa idea, la voluntad y el talento vendrían por cuenta suya.
En el auditorio de su colegio, que se convirtió en un espacio ideal para el canto, ella y otras jóvenes empezaron a demostrar sus dotes artísticas allá por la mitad de la década de 1950. Alicia Maguiña tocaba la guitarra y con ella acompañaba sus primeras interpretaciones. A diferencia de muchas de sus condiscípulas, ella cantaba sus propias creaciones, sus propias letras y armonías.
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Mientras sus compañeras la animaban, en casa no contaba con el mismo aliento, aunque finalmente aceptarían el destino de la artista criolla que vivía entre ellos. En ese entorno familiar bastante conservador, Alicia Maguiña se las ingeniaba para seguir componiendo.
Ella se empeñó en hacerle una polka a quien era su compañera de clase y había sido elegida recientemente Miss Universo: Gladys Zender. “A Gladys Zender” fue el homenaje que la mujer más bella de mundo merecía de una de sus condiscípulas. Los Troveros Criollos se encargarían de hacer famosa la alegre y festiva melodía.
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En 1957, Alicia Maguiña se liberó en algo de la tutela paterna –especialmente– y pudo empezar a grabar la música que ella quería mostrar al público. Su primer LP fue `La dueña del Santo’ de ese año justamente. En ese disco destacaba también el vals `Inocente amor’, una de sus primeras creaciones musicales, y también `Viva el Perú y sereno’, `La Apañadora’, `Casi me despepito’, entre otras composiciones.
Las casas disqueras vieron en ella un gran talento y carisma personal, y su música empezó a escucharse en las emisoras radiales de esos años. Pero Alicia no se dejó arrinconar en ese torbellino de promociones y éxitos, buscó nuevas fuentes de inspiración, que le sumaran a su universo artístico. De esta forma, llegó a la música andina. En un primer momento, a la música huancaína, aquella del Valle del Mantaro que tanto la sedujo.
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El huayno del centro del país, el huaylash de la misma zona la conmovió e hizo que su sensibilidad encontrara allí también motivos para escribir y componer en su estilo. Conoció y estudió luego a profundidad esa tradición musical del centro del país. La delicadeza de su arte no fue incompatible con una fuerza expresión. La niña, la joven de sociedad era ya toda una mujer: firme, segura y sensible. Una artista de continua producción artística.
Entonces llegarían más canciones, clásicos de la música criolla como ‘Soledad, sola’, y especialmente su gran tema ‘Indio’, quizás una de las canciones que, por ella sola, Alicia Maguiña será parte de la historia musical del Perú contemporáneo. A ello debemos sumar su amor por la marinera limeña y la resbalosa, la marinera norteña, la marinera peruana en general. Compuso marineras tan conocidas como ‘Toma, dale’, “Augusto, dueño del santo”, entre otras recordadas marineras limeñas y norteñas.
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Desde siempre y hasta el último momento enseñó a bailar marinera en su propia academia, con una disciplina y amor por la tradición que pocas veces se ha repetido en el Perú. Su curso se llamaba `La marinera limeña se baila así'. Alicia Maguiña era una gran investigadora y nunca dejó de criticar las modas que, desde las grandes academias de danza, trataban de darle un aire “moderno” al elegante baile peruano.
Asimismo, durante varios años en la década de 1990 produjo y condujo su propio programa radial: ‘La hora de Alicia Maguiña’, donde dio espacio a la música tradicional. Allí, Alicia hablaba del “mestizaje musical” en el Perú; reflexionaba del vals, de la marinera, del huayno y de otros géneros tradicionales.
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Muy recordados fueron los momentos en que, en medio de las discusiones académicas por la conmemoración del “V Centenario del Encuentro de Dos Mundos”, la cantautora peruana explicaba con meridiana claridad los aportes de ambas culturas: la hispánica y la andina, en la construcción de nuestro acervo musical.
Ella adoraba la guitarra desde los tiempos del colegio Santa Úrsula, y en su programa de los lunes, miércoles y viernes no dejaba de transmitir las excelentes grabaciones de sus amigos y maestros para ir ilustrando al público. Era normal escuchar a la una de la tarde (la hora de su programa) las interpretaciones de los guitarristas Raúl García Zárate, Manuel Silva `Pichincucha’, Oscar Avilés, así como de los conjuntos `La Lira Paucina’ y la Tuna Universitaria de Huamanga.
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Alicia Maguiña tuvo un lema en su vida artística, tanto cuando creaba sus canciones como cuando producía para otros: solo se debe crear y difundir un material que tuviera “identidad peruana y mensaje artístico”. Siempre trató de que se cumplieran ambas condiciones. Alicia Maguiña murió en Lima, el 14 de setiembre de 2020, a los 81 años.
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