A partir de las 8:00 a.m, los empadronadores comenzaron a visitar las viviendas a lo largo del país. (Foto: Archivo Histórico El Comercio)
Censo
Carlos Batalla

El domingo 2 de julio de 1961, desde las 8 de la mañana hasta las 4 de la tarde, el Perú colaboró con el fin del censo nacional de ese año. Pero mientras en las ciudades todo terminó ese mismo día, en el mundo rural la tarea se prolongó por 20 días más.

Los tiempos eran ya modernos y se aplicaron a las tareas de conteo sendas “calculadoras electrónicas IBM”. Pese a ello, se calculó que solo en noviembre se tendría el número exacto de la población nacional.

La mañana dominical se convirtió en una fiesta cívica en la que se apreciaba una lluvia de empadronadores, los cuales bien identificados censaron a un promedio de 20 familias cada uno. Los civiles fueron consultados el domingo, pero el día anterior, el sábado 1, habían sido censados militares y policiales.

Saber para planificar, para mejorar los servicios públicos, para crear puestos de trabajo, fueron los puntos que los medios de prensa debieron explicar en notas y reportajes como los que publicó el diario El Comercio en esos días. El editorial del domingo 2 estableció el censo como una “obligación nacional”, mientras notas informativas revelaban el “deber patriótico” de los peruanos en el proceso censal.

En la edición de ese día central, el censo compartió portada y notas interiores con una penosa noticia: el suicidio del escritor norteamericano Ernest Hemingway en Idaho, Estados Unidos.

El reporte gráfico fue notable. En las fotos de El Comercio pueden apreciarse un ambiente de calles y jirones solitarios, con el pueblo esperando en sus hogares y mesas flotantes para ciudadanos desperdigados en los mercados y parques.

Cada imagen de esa gráfica edición sirvió para registrar los rostros alegres de los universitarios voluntarios que colaboraron con el censo; y hasta reporteros como los del Diario Decano que acompañaron a los empadronadores para hacer su tarea.

En Lima, hubo 17 mil empadronadores. El primer dato certero del censo fue el de la zona de Cantagallo, en el Rímac, que contaban con 9,527 pobladores. Entre otros datos curiosos, se ubicó en Zaña (Chiclayo) a un anciano que admitió haber tenido 66 hijos, 27 de los cuales aún vivían.

El censo de 1961 fue considerado un éxito. Se confirmó la explosión demográfica de la capital limeña y en provincias hubo una positiva respuesta de la gente, aunque hubo como siempre algunos problemas de coordinación y desempeño de los jóvenes registradores.

Meses después, las cifras oficiales del INEI dieron como resultado una población total de 9’906,746 habitantes, de los cuales 4’698,178 pertenecían al ámbito urbano, en tanto 5’208,568 al espacio rural.

Era un Perú con leve preponderancia rural, un Perú campesino, de alguna forma. Una cuestión que cambiaría 11 años después, cuando las cifras del censo de 1972 dieron como total 13’538,208, pero esta vez con mayoría urbana (8’058,495) frente a lo rural (5’479,713).

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