¡Un año más!
LO PEOR Y LO MEJOR DE BUSCO NOVIO.
¡Hey! Es nuestro segundo aniversario y es imposible, aunque inevitable, hablar de todo lo que ha pasado durante los dos años de Busco Novio. Por esta razón, decidí hacer una pequeña revisión y elegí algunos de los mejores y peores momentos que este blog ha ocasionado: ilusiones pasajeras, otras un poco más largas, tropezones, reencuentros, desencuentros, caídas en picada y uno que otro acercamiento a lo que algunos llaman amor. Algunos quedarán fuera de este post, otros prefiero guardarlos solo para mí. Así que, aquí van. Bienvenidos a la alfombra roja de los grandes éxitos y fracasos de Busco Novio. Agarren su canchita y pónganse cómodos.
El bloguero asustado. Cuando uno quiere salir, cuando siente que está listo, es como si te regalaran un lente angular especial para mirar alrededor con más atención. Así que una noche de verano en la que estaba con una renovada y repotenciada autoestima, además de un nuevo juego de ropa negra, salí con unos amigos. Como siempre pasa -y más cuando has estado alejado de la vida social: bar nuevo, las caras de siempre-, empecé a encontrarme con distintas personas hasta que mi radar detectó a un chico, al que supuestamente yo le gustaba mucho. Una amiga me lo quiso enchufar en una cita no tan a ciegas hacía más de un año. En ese momento le había dicho que no. Esa noche, no estaba tan segura. Así que me acerqué a saludarlo y noté que él seguía algo interesado, porque inmediatamente después de decirme “hola”, me preguntó al oído:
-¿Quién es ese chico?-, señalando con la ceja a mi compañero de barra.
-Un amigo–, respondí y él sacó la sonrisa de “soy el lobo que se comió a Caperucita”.
Nos quedamos apoyados en una pared, hablando y bebiendo. Era obvio que me estaba coqueteando y yo le seguía el juego devolviéndole sonrisas. Sin embargo, creo que fueron demasiadas porque de ser el blogger al que le gusta la blogger, pasó a ser Mr. Blog-ego. Se puso disforzado, ego-monotemático (él, las mujeres y su blog) y la verdad, bastante aburrido. Así que iba a voltearme e irme con un “ahorita vengo” que en realidad significa “chau, para siempre”, pero decidí retarlo. Lo escuché hablar un poco más de sí mismo y al primer silencio que me dejó, le dije mirándolo a los ojos y con voz sexy (claro, a veces uno se cree bastante sexy después de varios tragos, cuando quizás solo parezca la versión alcoholizada, bizca, tambaleante y tartamuda de Scarlett Johansson): Oye, ¿estás listo para una noche de sexo salvaje conmigo?. Palabras mágicas. El blogger, después de hacer una mueca indescifrable y de balbucear algo, desapareció y no volvió más.
No pude evitar contarle lo que acababa de pasar al amigo al que había abandonado y menos dejar de mirar cómo cada vez que el bloguero asustado me veía, volvía a alejarse. Nos dio excusa para reírnos el resto de la noche y recordarla como la noche en que Caperucita asustó al lobo.
(Aunque no dejo de pensar, ¿qué hubiera hecho yo si él me hubiese dicho “sí”?)
Todo sobre mi mami. Estaba en una primera cita con un chico al que había besado en una fiesta tres días atrás. Era uno de esos temibles momentos en los que deseaba en silencio sentir el mismo efecto de las cervezas del sábado de los besos, y pasar con garrocha el momento incómodo de volver a verlo. Pero la realidad, y la sobriedad, te ponen en tu sitio. Luego de haber conversado un rato, pensé que el alcohol no había deformado mi percepción de las cosas. La estaba pasando bien, me comencé a sentir cómoda y hasta aliviada de que esa noche no hubiese sido un error, cuando de pronto este chico de treinta me preguntó con una sonrisa:
-Este año cumples 36, ¿no?
-Sí, ¿por?
-Yo no tengo ningún problema en salir con alguien de tu edad, pero mi mamá sí que lo tendría.
En un microsegundo se acumularon en mi mente varias preguntas. ¿Saliendo? Esta es la primera vez que salimos. ¿Tu mamá? ¿En que parte del reglamento de las primeras citas está permitido expresar las opiniones de las madres que uno no conoce? Además, ¿no hay que conocerse primero el uno al otro, ver si ambos nos gustamos y darnos esa aprobación mutua para entrar en el terreno del “estamos saliendo”, y mucho después hablar de los parientes cercanos (de su existencia nomás)? Sentí que, desde ya, estaba rechazada imaginariamente por la familia de un chico al que recién conocía en otro plan ¿Por qué pasar de las banquitas de un bar, al Halcón Milenario de La Guerra de las Galaxias y saltar al ciberespacio de las relaciones en cinco puntos más que la velocidad de la luz? Ese comentario lo único que ocasionó fue que le pusiera turbo a mi carro camino a mi casa, sola.
Ay, ¡que rico! (o el ataque de hermana mala de la Ballena Josefina). El tener un blog que se llama “Busco Novio” puede llevar a ciertos malentendidos. Hace unos meses luego de un coctel, un chico al que conocía desde hace tiempo me acompañó a casa dizque en un acto de caballerosidad. Ahí Caperucita fui yo. Cuando llegamos abrí la puerta y me iba a despedir cuando él entró primero que yo diciendo: “No conocía tu casa, a ver…”. ¿A ver? Yo recordé que había estado aquí mismo en alguna reunión con amigos.
Cuando lo vi instalado en mi sofá, cerré la puerta y me acerqué, pero no tuve ni un segundo para preguntarle si quería tomar algo porque me jaló del brazo, me empujó al sofá y se me tiro encima. Estaba casi ahogándome porque es un tipo bastante grande y a punto de asfixiarme porque su boca estaba encima de la mía. No podía moverme, ni moverlo, ni hablar. Era como si tuviera una ballena sobre mí. Trataba inútilmente de liberar mis brazos que estaban aprisionados debajo del cetáceo, cuando sentí que sus manos me soltaron, pero solo para redirigirse a la zona protegida por mi sostén y decir “Ay, que rico”. En ese segundo me liberé de la versión impostora freak-acosadora de la Ballena Josefina y le dije que se vaya. Por nuestra supuesta amistad no fui más grosera, pero se lo hubiera merecido. Las ballenas, perdón, los hombres así dejan mal al resto de su especie.
Después de trancar la puerta y darle tres vueltas al cerrojo, me quedé pesando qué era lo más chocante: que un pata se sienta con la libertad y la desvergüenza de besarte y tocarte solo porque le dio la gana, o que haya dicho “Ay, que rico” al hacerlo. Respuesta: ambas. Este se lleva además del premio a lo peor de Busco Novio Volumen 2, una mención nada honrosa a la huachafería.
Eres el chico más guapo del Perú (y quizás de varios países más). A este no lo conocí, nadie nos presentó, no nos presentamos el uno al otro. Simplemente, nos veíamos. Coincidíamos en todos lados, en fiestas, en bares, galerías, teatro, en mi trabajo, en la calle y muchos sitios más durante más de un año. Era imposible no mirarlo. Para mí, es el chico más guapo que he visto en vivo, en directo y en Perú. Al comienzo, solo nos sonreíamos, luego comenzamos a saludarnos. Una noche, conversamos un rato en un concierto. La siguiente, en un bar. En este caso no recibí ningún lapo de la realidad. Se notaba a simple vista. El sexy súper churro que me hacía ojitos era mucho menor que yo. Así que fiel a mi palabra de evitar encuentros con chibolos de cuerpo y alma, dejé pasar ese encuentro y los siguientes.
Pero un tiempito atrás, en una fiesta que celebraba una revista estaba sentada conversando con un grupo de amigos y conocidos, cuando una mano tocó mi hombro. Era él preguntándome si quería bailar. Un rato en la pista de baile no le hace daño a nadie, pensé a manera de auto excusa. Pero no fue una canción, ni dos. Fueron varias las que nos quedamos bailando en un ya descarado coqueteo. Y bueno, no soy de fierro ni ningún otro metal. Así que en uno de esos movimientos nos fuimos acercando demasiado. Hoy leí en un suplemento dominical que un beso puede hacerte quemar hasta 30 calorías, que además te quita el stress y hasta puede subirte la autoestima. Yo debo haber quemado unas 1,576 calorías en los sabe Dios cuántos minutos que el beso con el Johnny Depp peruano versión junior duró. El mundo paró. Stress, ¿cuál? Esa palabra ya no existía. Es más, nada más existía.Y mi autoestima, estaba bien lejos, casi rumbo a la luna. Cuando nos separamos, le dije que iba al baño. Mentira. Era tarde, me iba a mi casa y tenía miedo de estar violando las leyes de protección al menor en algún país. Puedo decir que padecí del síndrome de la sonrisa perenne como tres días seguidos y tengo secuelas cada vez que lo veo, porque nos seguimos encontrando. En fin, a falta de París y de tener diez años más (él), siempre nos quedará ese beso.
Ninguna foto nuestra. Cuando él y yo nos peleamos y dejamos de salir, boté todo lo que me había regalado a la basura, y ese nombre le puse a su número en mi celular para no contestarle si me volvía a llamar. Cuando nos amistamos, me arrepentí. Me había hecho regalos muy bonitos, muy especiales cuando anduvimos juntos. No tenía ni siquiera una foto suya, lo único que había olvidado de tirar al tacho era una película que habíamos quedado en ver juntos.
Un viernes solitario, mi teléfono sonó y apareció la palabra “basura” en la pantalla. Era él preguntándome si quería ver la película. Después de decirle que sí, cambié esa fea palabra por su nombre. Se apareció en mi casa en una hora, nos quitamos los zapatos y nos echamos en mi cama. A estas alturas, seguro algún suspicaz lector piensa que no vimos ni media película. La verdad es que la vimos entera, pero no en la hora y media que duraba, sino en tres. Interrumpíamos la cinta a cada rato para hablar, y después retrocedíamos y seguíamos mirando. Hacía tiempo que no nos veíamos y nos costaba estar callados frente a la pantalla. Él estaba bien, contento de verme y tenía una novia que seguro lo hace feliz. Yo no estaba tan bien y se lo dije. En medio de confidencias y confesiones no pudimos evitar abrazarnos, nos habíamos extrañado.
Y aunque la película terminó, nos quedamos abrazados y acariciándonos hasta la madrugada con la música de los créditos de fondo. No voy a decir que no hubo momentos en los que ambos reprimimos nuestras ganas de saltarnos a la yugular, pero vencimos la atracción sexual. Él estaba con alguien y yo no quería estar con nadie. Sin embargo, cuando se fue, me di cuenta de que me había dado el antídoto contra la tristeza. Cariño, ternura. Me volví a meter en la cama con el mismo vestido blanco que tuve puesto esas seis horas, pude dormir hasta muy tarde y desperté descansada y contenta. Era 14 de febrero. Definitivamente, el mejor San Valentín que he pasado. Sola, pero con alguien que en realidad me quiere.
Como ven, ha habido de todo. Sin embargo, estas son breves anécdotas que terminan siendo solo una parte de mi vida, momentos que pasan a la velocidad de un flash. Lo que permanece en mí después de estos dos años es todo lo que sigo aprendiendo escribiéndoles y leyéndolos. Y por esto les agradezco a todos, uno por uno. A los que han compartido un rato de sus vidas conmigo; a los que he conocido, a los que me gustaría conocer; a los me dieron palabras de cariño, aliento y buena onda; a los que me regalaron girasoles, declaraciones de amor, opiniones distintas, nuevos puntos de vista, una fauna de animalitos de peluche, libros de Vila-Matas, películas de Visconti, discos, canciones, confesiones, preguntas, respuestas, videos; a los que me han puteado, criticado y corregido; a todos los que se han tomado el tiempo de escribir comentarios que me han hecho reír, llorar, reflexionar y pensar.
Estoy contenta de llegar a este segundo aniversario con una parte de mi rompecabezas interior más armado y con la respuesta a la pregunta del millón: ¿Quiero enamorarme? Claro que sí, algún día. No hay apuro. Sin embargo, cuando el amor llegue, si llega, me tomará por sorpresa. No hay otra manera.
Mientras tanto, me quedo con ustedes, mi gran compañía, mis queridos novios. Feliz segundo aniversario.
Ali
CANCIÓN PARA CELEBRAR
(Ojo con los nombres de la cantante y canción, regalo de un lector, claro)
HECHO CON MUCHO CARIÑO, ESTE ES MI REGALO ESPECIAL PARA USTEDES.
Gracias a mi hermana Maria Gracia por la edición del video (y de paso pido disculpas a los peatones a los que estuve a punto de atropellar los días en que salí en bicicleta con la cámara en el timón).
Le agradezco a la fotógrafa y diseñadora Alicia Slater por el nuevo diseño del look de Busco Novio y la divertida sesión de fotos en el Olivar.