Soltera, ¿y qué?
Este post está dedicado con mucho cariño para todos los que creen que ser soltera rozando los “temidos” cuarenta — por tres años y dos meses, en mi caso– (jo-jo-le-te, no me da miedo decir “40”), es el equivalente a ser una leprosa social.
Ya me cansé de dar explicaciones (esta es la última, lo juro)
- Soy soltera porque si no lo fuera, en este momento ya habría firmado los papeles de más de un divorcio, pongo mis manos al fuego por ello. Prefiero no haber pasado por municipalidades ni altares con hombres equivocados y permanecer soltera, aunque ahora resulta que tiene más “status” ser una chica divorciada, que una mujer que nunca se ha casado. ¿Por qué? Porque a una divorciada alguien la quiso, fue la elegida de alguien, un hombre la amó alguna vez. Bueno, he de decir en este punto que a mí me quisieron, amaron y eligieron. La cuestión es que yo quise y amé también, pero elegí no dar el paso siguiente y rechazar esos dos anillos de compromiso. Una vez le rompí el corazón a alguien y la otra me lo rompí yo misma, pero hoy lo agradezco. Me felicito frente al espejo porque la presión mía y ajena no venció al valor que le puse a mi amor, ni el precio con el que etiqueté a mi futuro. Me negué a ser una novia de mentira, tambaleándose en un matrimonio que sabía (o tenía serias dudas) que no duraría “toda la vida”. Ahora soy una mujer soltera de verdad, y no me arrepiento. Volvería a hacerlo.
- Me gusta ser soltera porque aún ansío una familia, pero no la que imaginaba en mi mente adolescente cuando veía “Candy, Candy” y a los Ingalls, sino desde la madurez de estos años. Si me hubiera casado, ahora tendría un hijo al que de seguro adoraría, pero que me mantendría unida por la eternidad a un hombre que en otra situación no quisiéramos ver ni en pintura. He visto el dolor de amigas menores que yo cuando entregan a sus pequeños a sus padres los fines de semana, los pucheros de los niños al irse con su padre y su nueva novia, y la desconfianza de saber a sus hijos en los brazos de esas madres de reemplazo en bikini. Esos ex – príncipes convertidos en sapos ahora son el enemigo (no en todos los casos, en los tristes sí) y muchas veces son los niños la pelota del partido que se pelea entre dos, quien siempre pierde con cada uno de los golpes. Valientes aquellas madres que crecen con sus hijos, solas. Yo no sé si sería capaz. Sin embargo, el pensar que aún tengo la chance de pensarlo mejor, de elegir el momento, de tomar una mejor decisión, me alienta. Así nada asegure que todo saldrá bien, me gusta no “haber tenido un hijo por tenerlo”.
- Me gusta seguir soltera sin casi haberme dado cuenta. No me lo propuse, pero sí me rebelé a seguir, cual borreguito, todas las razones establecidas por imposición familiar, una infancia estricta y católica (sigo siendo católica, pero hace rato que no soy una niña), los planes de los padres, las esperanzas de las abuelas, los deseos de los amigos. Discúlpenme por decepcionarlos. Soy la persona que soy, no he dejado de serlo. Soy yo, ni más ni menos, aunque permanezca soltera para pesar de muchos. Soy el bicho raro de mi familia, la mayor, la “dizque” excéntrica, el rompecabezas por descifrar, el dolor de cabeza de mis padres, la que –según otros– prefiere ir a conciertos que cambiar pañales, la que no se cansa de viajar, la que debió casarse primero, la que tuvo que darles el primer nieto, la que muchas mujeres (y hombres) no entienden: ¿cómo puede alguien preferir la soltería? No me negué al matrimonio señoras, me negué a casarme porque fuese “mi deber” hacerlo.
- Muchas veces he escuchado que pertenezco al club de las mujeres que “cambiaron” una familia por su carrera. Por favor. Creo que ya estamos en un tiempo en el que no hay que ser mujeres maravilla para poder elegir nuestros caminos con o sin hijos. Soy adicta a muchas cosas como Internet, comprar zapatos, escuchar música Indie, ver cine asiático, amar a André Téchiné, leer a Jane Austen, acumular ropa, bajar música, ir a conciertos, leer la Vogue o la Rock de Lux en el baño, y no podría dejar de trabajar (por eso y por la economía familiar), pero creo que una cosa no quita la otra. Es decir, la maternidad y la ambición profesional no tienen que entrar en ningún cuadrilátero a ver cuál le gana a la otra. Con un poco de esfuerzo y orden, pueden coexistir. Yo sigo esperando formar una familia. Sé que lo haré, así como que me llamo Alicia en el país de la realidad.
- Quisiera decir también que no he matado a nadie en toda mi vida, nunca me metí con el novio de ninguna de mis hermanas ni amigas, ni le hice daño a ningún animal inocente. Le saqué la vuelta mi novio de la universidad en un arranque de celos, pero eso me lo puede reprochar solo él (y yo ya me autoflagelé bastante a mí misma en su momento), pero tampoco es para tanto, ¿no? No he pasado por Santa Mónica ni por ningún burdel; tampoco he salido de ningún convento o claustro. No soy una cualquiera ni soy una santa. Soy una mujer común y silvestre. ¿No merezco acaso el trato de cualquier mujer soltera, casada, viuda o divorciada? A lo más robé un llavero en Disneylandia cuando era chica, he dormido más de doce horas varias veces (cuando estoy lejos de Lima y del trabajo), pero jamás le he hecho brujería nadie ni le he deseado el mal a algún cruel novio que me las hizo pasar canutas. Eso sí, he sucumbido a la cochina lujuria sin ningún pudor, alguna vez, pero soltera, ya mayorcita y muy consciente con y sin novio. ¿Los cucufatos me van a condenar por disfrutar de mi soltería? Si fuera así, solo por darles la contra, la hubiera disfrutado más. El único trío que tengo en mi haber es el de la empresa de cable, teléfono e Internet. Después de esta miniconfesión sigo pensando: ¿por qué ser soltera tiene un precio tan alto por pagar?
Para terminar, porque hoy es el aniversario de este blog y me voy a regalar una noche tranquila de película francesa y comida rápida metida en mi cama, quiero decir algo más. El rol de mujer lo cumplo todos los días de mi vida. Desde que me levanto y me ducho cantando a gritos una canción en la privacidad de mi casa, mientras manejo rumbo al trabajo, mientras chambeo, cuando converso con mis amigos, cuando juego con mi querida Catalina, cuando sonrío, cuando camino, cuando digo lo que pienso, cuando beso, cuando cuido de no herir a alguien, cuando soy yo misma.
Eso es en lo que muchos no reparan cuando apuntan con el dedo y dicen: no, tu vida no está completa. Pues no, no y no. No gasten su tiempo en tratar de descifrar lo que no entienden y miren el tronco ajeno antes de juzgar las decisiones ajenas. Soy una mujer completa, así les joda que falten tres años y dos meses para cumplir cuarenta y no tenga ni marido ni hijos.
Yo estoy contenta con lo que soy porque me tengo a mí, en las buenas, en las malas y hasta que la muerte me lleve bien lejos de aquí.
A todos los lectores del blog: ¡FELIZ TERCER ANIVERSARIO!
Una canción de regalito de aniversario: por que también siento que hoy es el primer día de mi vida.