El segundo puesto no se celebra (pero se respeta)
Tengo una conclusión: Alianza no sumó una corona más, pero tampoco redujo su grandeza. A partir de eso empieza mi reconocimiento a lo que hizo un plantel diezmado en lo físico y por las bajas para el tercer ‘play off’, pero además dinamitado en la vida diaria por su presidente, por irse a sus casas sin un sol en la bolsa y ahora ni siquiera con la gloria hecha de metal. Y me asombra la grandeza del pueblo blanquiazul por todo lo que vivió en un día de miércoles. No creo que nadie en este país pueda llenar un estadio en dos horas y ponerlo a vibrar durante 120 minutos. Pero hasta ahí, lo demás ha sido triste para los grones porque se pusieron por encima del Aurich y de sus ‘acollerados’ (los que a inicio de año se autodenominaron Dream Team o Barcelona), pero la pelota no quiso entrar y se estrelló en el palo o se quedó en las manos de un espectacular Diego Penny, irreconocible golero, emergente desde el rincón de los ignorados, pero ayer increíble y el mejor de la cancha.
Recuerdo haber escrito en el post anterior que había que alentar a los que quedaban para esta batalla. Y olvidar lo que Viza y Quinteros habían dejado de hacer durante la campaña porque en esta final dependíamos de ellos. Y qué corazón que le pusieron hasta donde pudieron las piernas, pero sin estar en ningún momento por debajo de los atesorados Ciciliano, Merino, Tejada, etcétera.
Que no se entienda este post como un descrédito al campeón Juan Aurich. Ganaron porque tuvieron más jerarquía en sus pateadores de penales; de hecho tenían más plantel de donde escoger para esa misión, algo que Alianza no podía si con las justas había formado un equipo decente para jugar la final y tras 120 minutos carecía de hombres con el pie correcto para ir a los 12 pasos. Y cómo no, Umaña es un viejo zorro que no dejó al aire ningún detalle.
Esa fue la diferencia entre los rojos y los blanquiazules, eso fue lo que los llevó al título y lo que dejó a los grones sin nada. Pero en este momento de polarización en donde se lee y escucha que el Aurich es el justo campeón (lo es), este blog tiene el deber de indicar que el grupo de jugadores de Alianza hizo bastante más de lo que muchos creían que eran capaces y que no demostró ser menos que el equipo rojo, aunque eso no sirva de nada para los resultadistas; se tiene que mencionar.
¿Hubo errores? Sí. La ubicación de Roberto Ovelar como titular si es que no estaba ni al 50%. Por un lado es comprensible si es que no teníamos a nadie más. Se corrigió con el ingreso de Cristofer Soto, un juvenil que se entregó, más allá de sus limitaciones.
Perdimos en el momento en que Édgar González falló el primer penal. Dice un viejo axioma del fútbol que justamente el primer remate de la tanda no se puede equivocar. Y el paraguayo, quien había tenido 120 minutos conmovedores en entrega, la ejecutó horrible. Ahí, inexorablemente, los demás cayeron sicológicamente.
No concuerdo con el eufórico ‘Cuto’ Guadalupe que dijo que Alianza perdió por soberbia. Al menos en este blog reconocimos desde hace semanas que el Aurich, por lejos, llegaba mejor que Alianza y que era evidente que al ser una plantilla sin ningún problema económico, se preocupaban solo en su entrenamiento y su preparación deportiva, amasando una interna fuerte y solidaria.
Alianza era superior en la historia y la popularidad y quedó demostrado que eso influyó desde las tribunas, de lo contrario es probable que el play off solo hubiese durado dos partidos o los scores hubiesen sido más abultados.
¿Cuál es la responsabilidad del presidente de Alianza en esta página dolorosa de la historia? Acá hubo un plantel que se rompió y que se tuvo que parchar gracias a sus referentes y cuerpo técnico.
Acabó el 2011. Que se acabe todo lo que le haga daño al Alianza también.