Un atisbo a la detección genética del cáncer
La semana pasada, la revista “Nature” publicó una serie de 23 artículos sobre la relación entre la genética y el cáncer, y se dieron a conocer hallazgos extraordinariamente importantes. Por ejemplo, permiten explicar que el 95% de los cánceres tiene un origen genético y que es posible detectar mutaciones 15 años antes de que aparezca el tumor maligno, lo que da pie a que algún día se tenga una detección genética de este mal.
—Cáncer, genética y herencia—
—Genoma—
De ahí la importancia de las publicaciones científicas antes mencionadas, pues representan el estudio más grande que se ha hecho hasta ahora sobre la relación entre cáncer y genética.
Como parte del Consorcio Internacional Pan-Cáncer para el Análisis de Genomas Completos, más de mil investigadores de 744 centros de cáncer en cuatro continentes analizaron los genomas de 2.658 muestras de 38 tipos de tumores. El objetivo del estudio fue descubrir las mutaciones genéticas que podrían estar asociadas al cáncer en una persona..
El estudio consistió en comparar el genoma del tumor con el genoma de células no cancerosas de la misma persona. De esa manera, los investigadores pudieron descubrir las diferencias genéticas entre células normales y cancerosas.
En total, el equipo identificó 705 mutaciones que ocurrieron repetidamente en los genomas de las células cancerosas, sugiriendo que estas son importantes para el crecimiento del tumor. En general, los autores encontraron que los genomas de las células cancerosas contienen un promedio de cuatro a cinco mutaciones, llamadas ‘driver’ o conductoras, que impulsan el crecimiento tumoral. En el 5% de los casos no encontraron tales alteraciones.
Pero quizá uno de los hallazgos más importantes del estudio –y uno que ha merecido amplia difusión– es que, usando un método de análisis genético llamado tiempo molecular, los investigadores fueron capaces de identificar mutaciones genéticas 15 años antes de que un cáncer de ovario apareciera, y cinco años en el caso de un cáncer de colon, páncreas y pulmón.
El estudio descartó también la hipótesis de que la llamada zona desconocida de los genes (‘non-coding DNA’ en inglés) –y que constituye el 98% de los genes– sea el lugar en que se encuentre la mayoría de los genes mutantes causantes de cáncer. El análisis del genoma de esas regiones –hecho por primera vez en la historia– reveló que menos del 1% de genes causantes de cáncer se encuentra en esa desconocida región.
Por último, una de las contribuciones más importantes de la investigación es que, al secuenciar tantos tumores, se observó que ha aumentado la proporción de pacientes que tienen un origen genético de su cáncer, de menos de 70% a 95%.
—Aplicaciones prácticas—
No hay duda de que este trabajo es muy importante y se ha dado gracias a los enormes adelantos en la tecnología del análisis del genoma, los cuales no solo han permitido abaratar costos, sino también hacer una observación completa del genoma en unas cuantas horas.
Una aplicación práctica de los estudios publicados –incluso dentro de muchos años– es que, conocidos esos genes ‘drivers’ o conductores, puedan diseñarse medicamentos específicos para contrarrestar esas mutaciones. Por ejemplo, en la actualidad, aproximadamente el 20% de mujeres con cáncer de seno son portadoras de un gen ‘driver’ o conductor llamado HER2, el cual puede ser bloqueado con un fármaco llamado trastuzumab, que brinda una gran ventaja de sobrevida. El gen HER2 se encuentra también en otros tipos de cáncer, como el de pulmón.
Otra aplicación práctica mucho más lejana que la anterior– sería usar modernos métodos de edición genética para reemplazar las mutaciones causantes de cáncer por versiones normales de esos genes alterados.
—Detección genética del cáncer—
Sabiendo que los cambios genéticos preceden al desarrollo del cáncer en 5 a 15 años, sería teóricamente posible implementar un programa de detección genética de estos tumores malignos. Imagine, amable lector, que un análisis de genoma le diga a una persona que desarrollará cáncer en 15 años. Sería posible, en teoría, crear medicamentos o métodos de edición genética que impidan el efecto negativo del gen ‘driver’ o conductor.
—Retos—
El reto más importante para la aplicación práctica de los estudios –y que ya empezó a ser subsanado en la segunda etapa del proyecto– es la correlación entre los datos del genoma y los datos clínicos de los pacientes.
En otras palabras, si bien es muy importante identificar las mutaciones genéticas que llevan al cáncer, es más importante saber a quién pertenecen esas alteraciones; es decir, saber las características clínicas de la enfermedad que sufrió la persona.
Por ejemplo, el determinar cómo se comportó el cáncer, si tuvo recaídas, cómo respondió al tratamiento o cuál fue el tiempo de supervivencia del paciente, son datos que permitirían ponderar la influencia de esas mutaciones.
No olvidemos que el cáncer es una enfermedad tan heterogénea que no existen dos tumores iguales. Son tan diferentes como la huella digital de una persona.