Lelo en el Valle Sagrado
Pensé para este nuevo post hacer un gran tour por el Valle Sagrado, decir que tiene más de 100 kilómetros desde Pisaq hasta Aguas Calientes al borde del Río Vilcanota, que hay rico clima y que crece buen choclo. Pero la verdad es que suena a Wikipedia y ustedes, queridos lelos, merecen más. Por eso me senté frente una gran montaña, el Apu nevado Chicón, a esperar alguna revelación y recordé que lo único que tengo que hacer es contarles una experiencia, porque solo así podremos tener valle donde sea que estemos.
Hay un montón de Cuscos paralelos. Está el que todos conocemos, el Cusco ciudad, con su juerga loca, la piedra de los 12 ángulos y Saqsaywaman. Está el Cusco Valle, esa alfombra verde de ensueño a solo 40 minutos de la ciudad. Hay otro Cusco, poco explorado, que merecerá un post aparte: el Cusco amazónico, de las frutas y gente calurosa con sayonaras. Y hay más. Pero este es sobre el Cusco Valle.
Llegué al Valle Sagrado por primera vez en el 2010. Vine precisamente a hacer una entrevista a un conocido ceramista llamado Pablo Seminario, residente en Urubamba. Aquella vez entré a su taller, un acogedor huequito con ventana a las montañas y me dijo que todos los días se sentía inspirado con esa vista. Además, me contó que él no vivía en Urubamba, sino en “El Medaganal”, o donde hace lo que le da la gana.
Me veo en algún momento posterior a ese caminando por el pueblo de Maras, por la tarde después de tomar una cerveza viendo el ganado en una chacra, sintiendo combinado aire de excremento con aire de libertad y sentirme realmente feliz. O vivenciar la caída del sol desde las terrazas de Chinchero, creyendo que todo sueño en el mundo se cumplirá, o bajando por la andenería de Pisaq y escuchar una quena lejana como de otra dimensión. Me veo tomando una chicha de jora con mi mejor amigo camino a Yucay y luego metiendo los pies en el barro del campo por la noche. Escucho los sapos.
Después de tres años en Cusco hoy me siento como trucha en el río. Ahora vivo en Urubamba y es increíble ver cómo cambia todo con algunos metros menos de altitud. El clima es absolutamente diferente a 2,700 y ya no a 3,400 msnm, caluroso por la tarde, fresco por la noche.
En lo que va de mi corta estadía en el valle ya he tomado más chicha que la que tomé en toda mi vida. Urubamba tiene la fama de producir el mejor maíz del mundo, por tanto, la chicha es la mejor. (Pronto post especializado Chicha para lelos). La vez pasada estuve con los caseros de mi casa conversando por la tarde, tomando chicha con los pies calatos sobre la tierra y me olvidé de todos mis problemas.
El día pasa en cámara lenta. Tengo tiempo para mí, para escribir, para mirar la tarde con café, para cocinar, para reír, sumergido en mi propio “Medaganal”. Por ejemplo, hoy construimos una silla. La otra vez apagamos toda la casa para ver los rayos. Imagino con facilidad al Inca viniendo por primera vez, ver el Vilcanota y cómo crece la vida, sentir calorcito, las montañas con nieve y decir bueno muchachos, acá es. De hecho, muchos Incas fijaron residencia oficial en el valle, no solo por sus bondades para la existencia en general, sino porque el Río Vilcanota era la copia terrenal de la Vía Láctea (Wilcamayu, el Río Sagrado), como vimos en nuestro post anterior de El mapa de arriba sobre el mapa de abajo. El valle era el eje cósmico del imperio y todos querían estar revoloteando dentro de él.
En mi caso, confieso que he llorado hace poco, regresando de Cusco a la casita de Urubamba. Estaba en la ruta y no sé por qué, pero me emocioné mucho viendo las montañas, al punto que me provocó escalarlas todas. Llevo algunas semanas entrenándome para reconocerlas por su nombre. Está el Chicón, el Pumahuanca, el Apu Saywa, el Pitusiray, el Sawasiray y al otro lado, la hermosa Verónica. Si hay suerte y está despejado, se puede ver hasta el Salcantay. No sé bien cómo explicar esto, pero su sola presencia me revoluciona. Estoy seguro, lelos, que ustedes entienden.
El Valle Sagrado es Sagrado. Hace poco una campesina me dijo que el campo es felicidad y que acá solamente se habla de verduras. Miguel, mi vecino, me dijo que en Pallqaraqi (pequeñito poblado de Urubamba donde vivo) nadie está huérfano porque si tocan la puerta le dan matecito, lo que necesite. Cuando estás en la chichería te llenan el vaso hasta que revientes porque quieren que la pases bien, que no te olvides de esa noche. Hace unas noches bailé huayno con una señora con un diente y me dijo en su castellano “aquechuado”: ¡isto es lo que nos vamos a llevar a la tumba, no la rshopa, sino la filicidad!
Mi sugerencia es no tomar agencia alguna, venir por tu cuenta y hacer lo tuyo. Sé que a veces vienes por tres días, a lo mejor cinco o una semana y que el tiempo en Cusco vuela. Sé que quieres ver todo y si ya lo viste, verlo otra vez, ¿no? Mi sugerencia es que elijas un lugar, el que te llame (en realidad los pueblos nos descubren a nosotros) y que te encuentres con él y en él. Te juro que cuando conoces bien un lugar en Cusco estás conociéndolo todo, porque es así, son Cuscos paralelos y para lelos.