Los hielos del golfo del Terror
Nos dirigíamos al golfo de Erebus y Terror.
El BAP Carrasco había concluido todos los trabajos planificados en el estrecho de Bransfield, una zona marítima muy próxima a la isla Rey Jorge, en donde hace ya 30 años se instaló la base del Perú en la Antártida.
Los marinos e investigadores que van a bordo del buque peruano habían terminado la toma de muestras de agua y sedimento, y el arduo trabajo de reconstruir en 3D la forma del fondo marino. Eso que los especialistas llaman batimetría demandó varios días de navegación en esta zona.
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¡Juliet uno!
¡Juliet uno! ¡Presentarse al puente de comando!
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Yo soy Juliet 1 aquí en el buque. El mismo día que abordé, el segundo comandante del BAP Carrasco, el capitán de fragata Renzo Whittembury, nos reunió a los tres periodistas de la expedición: Juan Carlos Gambini, Ángelo Gutiérrez y yo. Ahí decidió nuestro código. Cada oficial a bordo tiene uno: Alfa 1, Bravo 1, etc. El nuestro fue, creo, por la J de Juan Carlos y ya. Entonces, listo, estábamos bautizados. Ángelo y Juan Carlos tuvieron que volver a Lima hace algunos días. Entonces, ahora que ya no están a bordo, Juliet 1 solo soy yo.
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¡Juliet uno!
¡Juliet uno! ¡Presentarse al puente de comando!
La orden sonó por todos los altoparlantes del buque. Yo aún dormía en mi camarote, el 201, en la segunda cubierta. Me asomé a la lumbrera (estas especies de ventanas circulares que nunca se abren en los buques) y observé que navegábamos entre montañas blancas.
Debe ser el ingreso al golfo de Erebus y Terror, pensé.
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Para llegar a este lugar, que da hacia la península antártica y nunca antes ha sido navegada por los marinos del BAP Carrasco, hay que atravesar por el canal Príncipe Gustavo. Ir no es de las mejores ideas, pues a lo largo de sus casi 80 millas la navegación puede ser peligrosa y hasta imposible: es casi una certeza que en el extremo sur de este canal hay hielos flotantes que bloquean el ingreso.
Íbamos hacia allá, porque los investigadores presumen que en ese trayecto hay volcanes submarinos como el Orca (en el estrecho de Bransfield).
Dicho sea de paso, los geólogos, biólogos, oceanógrafos y demás investigadores de la XXVI Expedición Científica del Perú en la Antártida creen que el volcán submarino Orca aún puede tener cierta actividad, es decir, puede estar emanando ciertos gases y minerales que influyen en la biodiversidad marina. Un buen número ballenas aparecieron mientras nuestro buque estuvo posicionado sobre el cráter (de eso hablé en este otro post: El espectáculo de las jorobadas).
Fue quizá una coincidencia o podría deberse a que esas aún no confirmadas emanaciones del volcán estarían propiciando la aparición de más plancton y ello una mayor presencia de krill, el crustáceo antártico que es el alimento principal de las ballenas jorobadas.
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¡Juliet uno!
¡Juliet uno! ¡Presentarse al puente de comando!
Subí cuando el buque ya estaba de retorno. El comandante del BAP Carrasco, el capitán de navío Rafael Benavente, observaba el horizonte, mientras me contaba que el ingreso al golfo de Erebus y Terror estaba cerrado por hielos flotantes que se desprendieron de los glaciares. Era posible esquivarlos, sin embargo, para los fines de la investigación, correr esos riesgos no serviría de mucho, pues los continuos movimientos del buque para no chocar contra algún iceberg habrían arruinado el trabajo de batimetría.
Dimos media vuelva y continuamos la expedición.
El golfo de Erebus y Terror iba quedando atrás.