¿Cuál es la recordación de tu marca personal?
La mayor parte de ejecutivos toma conciencia de la relevancia de su marca personal durante una crisis laboral. Es entonces que descubren que el mercado de trabajo está cada vez más movido y sofisticado y que espera encontrar talentos con personalidad, con indicadores claros de liderazgo y con valores personales más allá de las evidentes honestidad y lealtad. Y encuentran que el mercado espera también marcas personales de alta recordación que agregan valor reputacional al proceso y a la empresaY es allí donde toman conciencia de que el tema de la red de contactos tenía un ángulo adicional: no es solamente a quién conozco, los contactos y conexiones que tengo, sino fundamentalmente quién me recuerda y las razones por las que lo hace.
Es evidente que todo proceso de promover o seleccionar ejecutivos, por serio y profesional que sea, tiene un alto componente de subjetividad. Las razones que llevan a la elección del ganador de una terna final tiene mucho que ver con la percepción que deja acerca de su talento, su nivel de interés real en la empresa o la posición y su posible “encaje cultural” con el equipo y la organización. Y es a este nivel que interviene la subjetividad de la reputación que acompaña al perfil.
Sí. Los evaluadores están atentos a los comentarios que se escuchan en el mercado y en ámbitos fuera del estrictamente laboral.
Ellos analizan la imagen que el candidato proyecta y los valores personales y familiares que deja entrever. Miran atentamente la coherencia entre el discurso de liderazgo, crecimiento y desarrollo personal que ofrece en sus entrevistas, frente a su compromiso y actuación real con estos temas.
Vale la pena entonces preguntarse: ¿Con qué valores, logros y resultados o proyectos me asocian o me recuerdan mis amigos, colegas, ex colegas, proveedores, ex proveedores, empleadores? ¿Estoy comprometido con algo distinto a mi trabajo o mi carrera en beneficio de otros? ¿Qué imagen proyecto en la comunidad empresarial?¿Cuán involucrado estoy en actividades gremiales, sectoriales, culturales, vecinales, de compromiso social, filantrópicas o sin fines de lucro? ¿Ejerzo roles de liderazgo en actividades vinculadas a la educación de mis hijos o de mi iglesia o de la actividad recreativa que más disfruto? ¿Me hago cargo y lidero temas que impactan a mi comunidad, sean cuales fueren?
¿Sigo capacitándome, asistiendo a cursos, congresos y conferencias (clara señal de no haber caído en la arrogancia o la complacencia tan comunes en ejecutivos con marcas en proceso de declive o pérdida de vigencia)? ¿Me preocupo por expandir mis redes de confianza con esas personas con las que interactúo en mis distintas actividades dentro y fuera del trabajo?
Aquí es donde el tema de la “falta de tiempo” establece la brecha entre los que consiguen que las cosas se hagan, líderes y exitosos ejecutivos, y quienes se quejan y caen víctimas de sus propias excusas. Quizá por eso me encanta tanto la frase que dice: “Si quieres que las cosas se hagan, encárgaselas a personas ocupadas”– ¡una y otra vez confirmo que es tan cierta!
La efectividad de las personas en el manejo de sus prioridades dice mucho de su capacidad para asumir encargos de liderazgo y lograr los resultados reales que benefician a muchos. Además, estratégicamente y antes de cualquier crisis, ¡esa es la mejor recordación de marca que podemos construir!