Aumenta la siembra de transgénicos en el mundo: ¿Qué implicancias tiene para Perú?
Un transgénico (u Organismo Vivo Modificado) es un organismo (planta, animal, bacteria, alga, etc.) al cual le han incorporado una nueva característica (resistencia a plagas o enfermedades, producción de fármacos, tolerancia a la sequía, crecimiento acelerado, etc.) mediante la transferencia de genes de otro organismo —no necesariamente de la misma especie— por ingeniería genética.
El primer uso de un organismo transgénico fue una bacteria capaz de producir insulina humana, la cual es empleada por millones de personas con diabetes. Sin embargo, el mayor uso de esta tecnología se dio en la agricultura.
El mes pasado se publicó el último reporte del Servicio Internacional para la Adquisición de Aplicaciones Agrobiotecnológicas (ISAAA) sobre la situación de los cultivos transgénicos en 2018. Con un total de 191,7 millones de hectáreas (1% más que en 2017), representa el ~12% del área cultivada a nivel mundial.
El 99% del área sembrada con transgénicos se concentra en cuatro cultivos: soya, maíz, algodón y canola. Dentro del 1% restante están los transgénicos de papaya, remolacha, berenjena, alfalfa, frijol, entre otros, que son sembrados en lugares muy específicos.
Por otro lado, el 90% del área sembrada con transgénicos se concentra en cinco países: Estados Unidos (39%), Brasil (26%), Argentina (12,4%), Canadá (6,6%) y la India (6%). Prácticamente, toda la soya y el maíz producido en los tres primeros es transgénico, al igual que la canola de Canadá y el algodón de la India.
Los cultivos transgénicos tienen, principalmente, dos características, que pueden estar juntas o separadas: resistencia a insectos y tolerancia a herbicidas. Esto se logra mediante la incorporación de genes bacterianos para facilitar el manejo de plagas y malezas.
Implicancias para nuestro país
En Perú, a fines de 2011, se promulgó una ley que prohibió la siembra de transgénicos por diez años. Por ello, no producimos ni importamos este tipo de semillas. Sin embargo, el uso de transgénicos en alimentación humana o animal, o para ser procesados, está permitido.
Nuestro país no es un productor de soya. Casi toda nuestra demanda se cubre a través de la importación de granos y torta de soya, que provienen de Bolivia, Paraguay, Estados Unidos y Argentina. En estos países prácticamente el 100% de la soya producida es transgénica. Por ello, cualquier producto procesado así como los alimentos balanceados para animales contienen ingredientes derivados de soya transgénica. Deberían ser etiquetados, pero la norma específica carece de reglamento.
En el caso del maíz, los transgénicos corresponden solo a la variedad amarillo duro (MAD), el cual es empleado en la alimentación de animales (aves, porcinos y bovinos) y como materia prima en la industria alimentaria. Este maíz no lo consumimos directamente debido a su dureza. En algunos lugares lo usan molido para preparar tamales y, en la costa norte, lo germinan y luego lo secan para preparar chicha de jora.
La producción local de granos de MAD (1,5 millones de toneladas) solo cubre la tercera parte de nuestra demanda anual. El resto (3,5 millones de toneladas) debemos importarlo. El 98% proviene de Estados Unidos y son transgénicos. Por ello, nuestros pollos se alimentan principalmente con maíz genéticamente modificado.
Si bien no importamos semillas de maíz transgénico porque está prohibido, los granos que ingresan para la alimentación siguen siendo viables. Pueden germinar y desarrollar una planta. Por ello, existe el riesgo de ser sembrado.
El Perú cuenta con una enorme diversidad genética de maíz, distribuida principalmente en la sierra y en la provincia de Lambayeque. Pero también producimos MAD. Unas 300 mil hectáreas sembradas en algunos valles costeros y en la selva. En algunas de estas zonas coexisten el MAD y variedades locales (como el maíz morado), por lo que existe un riesgo de mezcla entre ellos. Sin embargo, los agricultores tienen prácticas que evitan el cruce del MAD con las variedades que emplean para su consumo. Lo que menos quieren es que su cancha o su choclo sea tan duro que les rompa los dientes.
El algodón transgénico corresponde a la especie Gossypium hirsutum, que se originó en México y se produce en todo el mundo. Sin embargo, el 90% del algodón producido en Perú corresponde a la especie originaria llamada Gossypium barbadense, de las cuales tenemos las variedades Tangüis (en Ica), Pima (en Piura) y de colores (en San Martín).
Por otro lado, el algodón que importamos de Estados Unidos, India o China, donde su producción es transgénica, llega como fibra o ya procesado (hilos, telas y prendas). Las únicas semillas que importamos corresponden a un híbrido llamado Hazera, que no es transgénica, proviene de Israel y se siembra en Lambayeque. Debido a esto, el algodón transgénico no representa un riesgo significativo para nuestra biodiversidad.
En cuanto a la canola solo lo importamos en pequeñas cantidades como aceite. Adicionalmente, importamos grandes cantidades de trigo, cebada y arroz, pero, a diferencia de lo que muchos creen, estos productos no cuentan con variedades transgénicas disponibles comercialmente.
Conclusiones
Nuestros animales de granja, principalmente los pollos, son alimentados con piensos elaborados con base a maíz y soya transgénica. Los alimentos procesados también usan ingredientes derivados de estos organismos. Y, si bien contamos con una moratoria, existe un riesgo de sembrar maíz amarillo transgénico (importado para alimentación) y que estos se mezclen con algunas variedades nativas de la costa y la selva. La mayor diversidad estaría protegida por condiciones geográficas (producción concentrada en la sierra) y las prácticas de los agricultores que evitan el cruce del MAD con las variedades que emplean para su consumo directo (como cancha y choclo). No obstante, en algunos lugares fomentan la cruzabilidad para incrementar la diversidad genética.