¿Los transgénicos aumentan o reducen el uso pesticidas?
No es una respuesta fácil; así que lo dejaremos para el final.
Cuando hablamos de pesticidas en la agricultura, nos referimos a tres tipos de compuestos: insecticidas, herbicidas y fungicidas. Los primeros matan a los insectos que se comen a las plantas, los segundos a las malas hierbas o malezas y los últimos a los hongos infecciosos.
Por su parte, las plantas genéticamente modificadas (GM) básicamente son de dos tipos: los que resisten el ataque de insectos (RI) y los que toleran el uso de herbicidas (TH) —aunque también están las plantas que poseen estas dos características juntas (RI+TH). La mayor parte del área sembrada con plantas transgénicas en el mundo (el 86% de acuerdo al último reporte del ISAAA), presenta tolerancia a herbicidas (53% TH y 33% RI+TH)
Las plantas GM resistentes a insectos tienen incorporado uno o más genes de una bacteria llamada Bacillus thuringiensis (Bt), para producir en sus tallos y hojas una proteína llamada Cry que es tóxica para las larvas de escarabajos (coleópteros) y polillas (lepidópteros). De esta forma, cuando los gusanos se comen sus hojas, mueren a causa de la toxina. Por su parte, las plantas GM tolerantes a herbicidas han incorporado genes de otras bacterias que las vuelven inmunes a estos agroquímicos, principalmente, el glifosato. De esta manera, se facilita el control de las malezas porque uno puede aplicar el herbicida desde una avioneta y tener la seguridad que su cultivo no será afectado por el pesticida.
Como podemos ver, son dos modos de acción diferentes, por lo que deben ser analizados independientemente para responder la pregunta original. Por ello, un grupo de investigadores norteamericanos, liderados por el Dr. GianCarlo Moschini de la Universidad Estatal de Iowa, han hecho un extenso análisis de datos colectados en campo entre 1998 y 2011, para determinar la evolución del uso de pesticidas en campos de maíz y soya transgénica. Los resultados han sido publicados la semana pasada en Science Advances.
Uso de insecticidas
El 93% del maíz cultivado en Estados Unidos en transgénico. La mayor parte es resistente a insectos. Este maíz, al tener la capacidad de defenderse contra sus principales plagas como los gusanos cogolleros y los de la raíz, no requieren del uso de pesticidas para controlarlos, por lo que —en teoría— su uso debe haberse reducido a lo largo de los años. Los datos obtenidos por los investigadores lo corroboran, puesto que hay una disminución del 75% en el uso de insecticidas en el cultivo de maíz, pasando de 0,2 Kg/ha en 1998 a 0,05 Kg/ha en 2013.
La figura de arriba muestra un resultado global que incluye al 93% que usa maíz transgénico y al 7% que no lo usa. Cuando se enfoca el análisis solo en los que no usan el maíz transgénico, también se ve que ellos han reducido el uso de insecticidas. Una de las explicaciones es que, hoy en día, se cuenta con insecticidas más eficaces, que requieren una menor cantidad de principio activo para controlar las plagas. A esto se le suma el “efecto halo”, es decir, que los campos de maíz convencional (no transgénico) se benefician de la protección de sus vecinos transgénicos.
Cuando los investigadores compararon el uso de insecticidas entre los que adoptaron y no los maíces transgénicos vieron que la reducción a favor de los primeros fue de 0,013 Kg/ha que equivale al 11,2%. Sin embargo, cuando se hizo el analisis en función al coeficiente de impacto ambiental (IEQ, por sus siglas en inglés), la reducción no fue significativa.
Es muy importante tener en cuenta el EIQ porque evalúa el impacto que tiene el pesticida sobre el agricultor (expuesto directamente), el consumidor (expuesto indirectamente) y el ambiente (exposición de los ecosistemas).
Uso de herbicidas
El 94% de la soya en Estados Unidos es transgénica tolerante al herbicida glifosato. En el caso del maíz es el 40%. El glifosato es un herbicida de amplio espectro, es decir, puede acabar con todo tipo de malezas. Sin embargo, las plantas del propio cultivo también pueden verse afectadas a menos que sean transgénicas resistentes a este pesticida. Por ello, el uso del glifosato (barras rojas) ha aumentado considerablemente desde 1998 a expensas del uso de otros herbicidas (barras celestes).
En el caso de la soya, se puede ver que el uso de herbicidas en general ha ido en aumento. En el año 2011 se usó 0,3 Kg/ha más herbicida que en 1998 y los que adoptaron la soya transgénica aumentaron el uso de herbicidas año tras año hasta alcanzar un 28% (0,66 Kg/ha) más con relación a los que usan soya convencional. Sin embargo, sus efectos negativos sobre el agricultor, consumidor y ambiente, se han ido reduciendo al menos hasta el año 2006. Esto se debe a que el glifosato ha reemplazado el uso de otros herbicidas que son más nocivos para la salud y el ambiente.
A partir del 2007, vemos que tanto el uso de herbicidas como el impacto ambiental han aumentado, siendo superior en los que han adoptado la tecnología, por lo que se podría decir que el uso de soya transgénica no ha sido beneficiosa. En el caso del maíz GM tolerante a herbicidas, si se ha visto una reducción, aunque mínima (1,2% o 0,03 Kg/ha), entre 1998 y 2011; pero el efecto sobre el ambiente si se ha reducido en un 9,8%.
El problema con la soya GM se explica porque el uso constante de un mismo herbicida genera una fuerte presión selectiva sobre las malezas, que las conduce a ser cada vez más resistentes. Es similar al caso del uso inadecuado de un mismo antibiótico que genera bacterias cada vez más resistentes a dicho compuesto. Esto se supera cambiando de antibiótico. En el caso de la soya transgénica, esta solo es tolerante al glifosato y no a otro herbicida, por lo que es más complicado variar de compuesto. Por esta razón están saliendo nuevas plantas transgénicas tolerantes a una mayor concentración de glifosato o a otros herbicidas como Dicamba y 2,4-D, los cuales ya no son tan “amigables” con el ambiente.
En el caso de las plantas GM resistentes a insectos también han aparecido plagas resistentes. Sin embargo, la variedad gran variedad de toxinas Cry existentes (más de una decena), han permitido manejar mejor este problema. Actualmente, un maíz resistente a insectos posee dos o más toxinas Cry a la vez, lo que reduce la probabilidad que la plaga se haga resistente a todas ellas de un solo golpe.
El tema de los fungicidas no se ha analizado porque, en el caso de la soya y del maíz, no existen transgénicos que resistan las enfermedades producidas por hongos.
Como conclusión, no se puede dar una única respuesta a la pregunta de si los transgénicos aumentan o reducen el uso pesticidas. Esta depende de qué tipo de transgénicos estamos hablando. Los que son resistentes a insectos si han permitido reducir el uso de insecticidas y, consecuentemente, menor impacto ambiental. Por otro lado, los que son tolerantes a herbicidas, específicamente, en el caso de la soya, han conducido a un incremento en su uso y a un efecto perjudicial sobre el ambiente.
Referencia:
Perry, E., Ciliberto, F., Hennessy, D., & Moschini, G. (2016). Genetically engineered crops and pesticide use in U.S. maize and soybeans Science Advances, 2 (8) DOI: 10.1126/sciadv.1600850