El rostro de la dramaturgia femenina en el Perú
“Mi camino es más bien lo que yo llamo el teatro chico. Que en realidad siento que es el sustento de alguna forma, por el cual ahora hay un teatro grande”, dice Sara Joffré, la prolífica dramaturga peruana de carácter sencillo y encantador, cuya inagotable energía irrumpió en las tablas hace más de medio siglo y que hoy, al cumplir 75 años de vida, continúa perfeccionándose en su gran pasión: El teatro.
Con una expresión muy tierna Sara abre un cuadernito hecho con papeles de publicidad y hojas blancas escritas con plumones de distintos colores. Me enseña con aire de complicidad un manuscrito de una de sus piezas. “Este es un librito que quiero mucho porque ‘La cucarachita Martina’ es una de las obras que más se ha dado, y unos chicos la copiaron a mano. Estas son cosas que atesoro”, dice con una amplia sonrisa.
Es una pionera en el teatro infantil peruano, su multifacética labor abarca no solo la dramaturgia, reservada para los grandes, sino también la actuación, dirección, producción, crítica, investigación, edición y hasta la docencia. Este voraz espíritu humanista no se detiene con el pasar del tiempo, sino que avanza incorporando nuevos saberes a su ya nutrida cultura.
El mundo teatral de Sara
Su bienvenida oficial en el mundo teatral la hizo en el Club de Teatro de Lima en 1957 con la obra ‘La importancia de llamarse Ernesto’ de Oscar Wilde, donde interpretó a Lady Bracknell. Sin embargo, desde pequeña Sara incorporó a su vida el arte dramático “como cualquier otra cosa que haces: saltar soga, jugar a la pega”.
Posteriormente, forjó a pulso su educación con una gran tenacidad. En 1959 estudió en la Escuela Nacional de Arte Dramático, que antes se llamó Instituto Superior de Arte Dramático.
Su primer éxito profesional fue la obra ‘Desde el jardín de Mónica’ (1961), que hasta el día de hoy le trae grandes satisfacciones. Ganó el premio del Instituto Internacional de Teatro, que le permitió recorrer Europa durante un año, asistiendo a conferencias, ensayos y clases que enriquecen su experiencia.
Una veinteañera Sara acompañada de miembros del joven público concurrente en una puesta con Los Grillos. (Década del 60)
Durante ese período un encuentro decisivo en Barcelona cambiaría su forma de crear. Conoce a la escritora española Montserrat Roig, mucho antes de que ésta se dedicara a las letras, y recibe una dura crítica verbal. “Y esto qué tiene que ver con tu país”, le dice al no encontrar en la obra de Sara temas de la realidad social peruana. Esa frase fue suficiente para que Joffré enfocara su sensibilidad a la denuncia social y a la formación de valores.
“Yo no voy mucho con la corriente ni divertida ni psicológica”, nos revela Joffré. Acerca de su visión realista encontramos textos que tratan sobre la pobreza y el deber como en la pieza “Una obligación”. De otro lado, tenemos una temática feminista en “Una guerra que no se pelea”, obra llevada a escena por el grupo peruano “Espacio Libre”, dirigido por Diego Laos.
Curiosamente, su alma trovadora no fue del todo diezmada y podemos encontrar canciones y versos suyos sutilmente revelados como parte del discurso de alguno de sus personajes. “Mi vena era poética y sigue gustándome la poesía, yo escribo a escondidas porque da miedo a veces escribir poesía”, confiesa.
Los grillos del teatro
En 1963 nació la compañía “Homero, Teatro de Grillos”, que Sara formó con sus amigos Homero Rivera, Víctor Galindo, Alejandro Elliot, Jaime Castro y Aurora Colina. El nombre correspondía a una burla para su compañero Homero y hacía referencia a la frase: “El Teatro es como una olla de grillos”.
El grupo creó obras para niños debido a la mediocridad de esa producción en el país y en el extranjero. “En países que eran muy adelantados, el teatro para niños no era de buena calidad. Te estoy hablando de 1962… Entonces nos prometimos que al llegar íbamos a hacer solo teatro para niños”, afirma.
“El pagador de promesas”, obra para niños llevada a los alrededores de Lima a manera de circo. (1966)
Con el grupo teatral publicó en 1964 “Vamos al teatro con Los Grillos”, un menudo libro que compila obras infantiles escritas o adaptadas por sus miembros. “Ahí he hecho casi todas mis direcciones de teatro”, recuerda. En 1967 viajaron de gira, como compañía, por Estados Unidos, y continuaron publicando varios libros más de teatro peruano.
En los años 80 ese grupo dedicado a educar y entretener a pequeños de barrios lejanos cerró sus puertas en San Joaquín, Bellavista. Hoy se les recuerda como precursores del teatro infantil, ya que renovaron la producción para niños en una época en que la participación y reflexión del espectador estaba reservada únicamente para los adultos.
A lo largo de su carrera, recorrió de palmo a palmo el país y se dio el lujo de visitar países como Argentina, Chile, Estados Unidos, Costa Rica y demás siguiendo su arte. En esta época se dedicó de lleno a la crítica teatral y escribió durante 7 años para el diario El Comercio. (Década del 90)
En paralelo a sus trabajos con “Los Grillos”, en 1974 Sara creó un evento nacional que significó un gran avance en el intercambio intelectual del quehacer teatral: “La Muestra de Teatro Peruano”. Con carácter no oficial, esta “reunión” anual permitió la integración y exhibición de reconocidas y novatas agrupaciones teatrales en diferentes puntos del país. Superando barreras geográficas y económicas lograron una participación masiva durante años.
En 1986 repitió el plato, pero esa vez desde la universidad. En los años 80 ingresó a estudiar arte en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y decidí organizar la “Muestra de Teatro Universitario”, que hoy se conoce como “Encuentros de Teatro Universitario”, generando el mismo espíritu cooperativo interprovincial para todos los universitarios y sin costo.
Su amor por Brecht
Durante esos años Sara Joffré trabajó todas las obras de César Vallejo con el grupo sanmarquino que lleva el nombre de CEVALL. Sin embargo, desde su juventud su referente principal, del lado de García Lorca, es el alemán Bertolt Brecht. Sobre él ha indagado muchísimo, profundizando el conocimiento sobre su producción a través de cursos, talleres y lecturas.
Incluso llegó a colarse en los ensayos brechtianos del ETUC, actual TUC, en los que conoció a un joven Edgar Saba. “Yo solamente era una admiradora y trabajaba muy cerca, y a mi hora del refrigerio todos los días me iba a Amargura (cuadra 9 del actual jirón Camaná), y veía los ensayos, la puesta”.
“La gente joven siempre ha encontrado sitio en el Club de Teatro”. Sara al lado de su colega argentino Reynaldo D’Amore. Su amistad se remonta a sus años en la institución, es decir, más de 50 años. (1999)
En el 2001 publicó ‘Bertolt Brecht en el Perú: Teatro’, libro sobre las puestas en escena de piezas del escritor desde 1961 al 2000. En 1998, hizo sus maletas y conmemoró el centenario del dramaturgo, junto a miles de seguidores en la International Brecht Society (IBS) de la Universidad de California en San Diego, Estados Unidos. En el Perú ha organizado innumerables actividades en su honor, como la exposición multimedia del 2002 en el ICPNA de Miraflores.
‘La otra viuda de Brecht’, como la llamaron alguna vez, llegó a tener en sus manos clásicos fílmicos como ‘Yo amo a Brecht’ y la puesta alemana de ‘Madre Coraje’, en la que figuraba la mismísima Helene Weigel, esposa del dramaturgo. Años después donó a entidades como el Centro Educativo Bertolt Brecht y el ICPNA su colección documental -la más completa del país-, pensando en que más personas podrían aprovechar el rico legado del autor.
En el 2010 fue jurado calificador del prestigioso premio cubano ‘Casa de las Américas’ en su 51 edición, en La Habana, donde participó como representante del Perú en una mesa sobre teatro latinoamericano acompañada de los autores Peky Andino (Ecuador) y Raúl Martín (Cuba).
Sara Joffré y grandes figuras del ámbito artístico como Alberto Ísola, Ricardo Fernández, Edgar Guillén, Elva Alcandre, reciben un merecido reconocimiento del Instituto Nacional de Cultura. (2010)
Hace pocos días visitó Chiclayo para presenciar la puesta de “La cisura de Silvio” de Víctor Falcón, en manos de la teatrista norteña Liz Moreno, a quien considera “una hermana del teatro”.
Con una trayectoria que sobrepasa ampliamente el medio siglo, Sara Joffré ha sido partícipe y testigo de momentos claves de la historia teatral peruana. Con su esfuerzo y tenacidad ha dejado su huella en el ámbito artístico mundial, haciéndose merecedora de múltiples reconocimientos que la convierten, para orgullo de todos los peruanos, en un emblema nacional del arte dramático.
(Tabatha Grajeda Heredia)
Fotos: El Comercio/ Album familiar