Sexo y poesía (polémica)
Decíamos hace unos días que la poesía erótica escrita por mujeres es superior a la que los poetas varones hemos ensayado a lo largo de la historia de la literatura. Mencionaba a una serie de autoras y, como ávido lector, me ratifico en esa superioridad. Precisamente una lectora de este blog me escribe y con lucidez me dice lo siguiente, (bajo el subject “De una mojigata moderna”): “escribo poesía erótica y la guardo sólo para mi deleite. Vergüenza? miedo? ambas? No lo sé, pero siento que es natural en mi pluma lo que no es natural en mi boca. Podría ser esa la razón por la que las féminas seamos más audaces en la escritura erótica, gritamos a través de las palabras, lo que la boca no ha podido liberar”.
Y tú ¿estás de acuerdo con ella? ¿es así? ¿es esta la realidad que explica la supuesta superioridad poética femenina en lo que a la expresión del cuerpo se refiere? o, para los que me lleven la contraria ¿existe tal supremacía?
Desde luego, este blog siempre será (absolutamente) una tumba sobre las identidades de sus opinantes a la sombra, pero vale destacar la reflexión, que induce a creer que aún en esta sociedad moderna de liberaciones y conquistas femeninas sucesivas, el erotismo sigue siendo en algunos casos un tótem al que se adora en la sombra, un motivo de vergüenza y represión y, quizás por eso, la poesía sea un vehículo de expresión válida y más aún: la exteriorización más eficiente de ese deseo que no se puede contar con la boca o con el cuerpo o, acaso, experimentar sin juicio, prejuicio o atisbos de culpa.
La dama lectora, que no es una poeta en términos formales y que es una lectora foránea y casual de este espacio, no solo opina en esa línea, me envía un poema que confirma la brillantez de la poesía erótica femenina. Dado que no estoy autorizado a publicarla ni menos, solo puedo decir que sus letras se ubican entre lo más selecto de lo que he leído de la poética sobre la materia. No es gratuito ni casual.
El tema es polémico, habrán diversas voces que lleven la contraria, pero ya fluyó una, la de esta misteriosa lectora, que en lo particular pareciera la correcta…salvo mejor parecer.
El mejor juez de la poesía erótica, amorosa, social, etc, de sus raíces, su fibra y su calidad, es, en todo caso, aquel que la sabe paladear y digerir y quien por vocación y avidez la ha recorrido en su vasta extensión, pero no siempre el mejor juez conoce la sustancia, razón y profundidad de su propio veredicto.