Si ingresas a la política
Interesante el artículo de Enrique Bernales, en las páginas de este diario acerca de lo que previamente debiéramos hacer si pretendemos ingresar en la política. Durante varios años aprendí de su sapiencia y decencia, de su amable magisterio, por lo que me tomo la libertad de tantear una versión muy propia, aunque algo escéptica sobre la política y los políticos, digo, la mía:
Si ingresas a la política, piénsalo con sosiego, que las Humanidades son descomunales frente al diámetro pequeño de su azaroso quehacer ¿Ser parlamentario? ¿Presidente? ¿Para qué? Mejor fuera ser el gran Dante de “La divina comedia” que la decena de reyezuelos de las pequeñas ciudades que la Historia ignora (al decir de Unamuno) o Chopin con la grandeza de sus notas (que trascienden a todos los discursos) o Faulkner con la inmensidad de sus historias o Joyce…
Una curul no alcanza las dimensiones de la lírica de Alejandro Granda ni la grandeza de las letras de Ribeyro ni la trascendencia de los tantos cultores del arte y la bondad que el Perú ha concebido desde Garcilaso. Mejor un beato o un sabio que un diputado. Pero si no te logro persuadir, busca en cualquier anaquel los tomos de Basadre. Bucea en sus páginas para convencerte que muchos han sido los mesías y que, pese a aquello o precisamente por aquello, el Perú está más cerca de Burundi que de Suiza.
Sabrás entonces que la sed de poder no es novedad y que tampoco lo es la corrupción y sabrás bien que si Montesinos entró al foco en solitario fue porque antes que él no habían cámaras vigías que registraran los viejos hábitos de las cortes y los escritorios. En fin, tarea mía es desanimarte para que no tomes la política como más de lo que ya es y te tornes en un ser especial y hasta extraño como lo que quizás no eres aún. Y para ser especial debes ser quijotesco, loco, idealista, crédulo, solitario. Tal vez y a buena honra termines refugiado en un manicomio como Martín Adán, que mejor el desplante y la marginación que aquella fama que por papel sellado se engendra. Y si de lecturas se trata, qué mejor que El Quijote. Para que recuerdes su accidentada gesta busca una ilustración y pégala sobre tu cama. Nunca recuperes la razón.
Busca el partido ideal, que no lo hay, por lo que antes que partido bien vale la doctrina ¿Eres liberal? ¿Quizás conservador? ¿Probablemente socialista o medio tintón? Sondea entre libros, pero primero en tí mismo. Válida y respetable es toda opción a tenor de tu conciencia (siempre que se alinee en la tolerancia). Sé sincero contigo y abraza lo que más se ajusta a tu seso y a tu corazón.
Premunido de una doctrina, no leas los manidos libros de estrategia (que solo sirven y mal para alguna rala ocasión) y olvida a Maquiavelo, pero nunca a Locke. Asiste con el alma buena, aunque en este menester sea más eficaz “hacerse temer”. Pero hacerse temer o querer no es hacia dónde vas, es irle a la contraria del sueño que pretendes empuñar. Lo tuyo es la verdad, cantarla en voz alta y a todo pulmón, señalar y cabalgar con la lanza en ristre y con el buen Sancho al costado, es decir, perder con todas las de la ley. Gana quien simula, quien paga, quien dice lo que el grueso quiere escuchar, pierde quien confronta con los molinos, que son los más.
Lee a los autores de la actualidad, pero no te pierdas las noticias, que mal harías en elevarte sobre el cielo del análisis sin pisar primero los terrenos inmediatos de la realidad. Ve hacia los clásicos, y ve primero a los que piensan distinto que tú. Enriquece tu discurso con la dialéctica antes que con la fe. Contrasta a De Soto con Matos Mar. Qué diferencia a Flores Galindo de los demás, qué los acerca ¿Sirve de base para un liberal? Quizás.
Y cuidado, que la ciencia política es solo una ilustración, que las decisiones humanas nunca son ciencia. No lo es la psicología ni el movimiento social, lo es la biología y la física, lo tangible que es material.
Observa tú mismo, razona, mide, no te pierdas en categorías que generalicen y te extravíen en la falacia, la discordancia o acaso en el miedo a polemizar.
Y por fin, busca la organización. Verás partidos grandes donde serás un intruso, cercado, malherido, llevado al margen por la multitud que hurga su lugar desde años atrás. Tantea luego la novedad, las organizaciones pequeñas viajan ligero y quizás espacios tengan, se asemejan a los buses de paradero cercano, pero de destino ignoto. En algunos casos serás Bolognesi dispuesto a morir (en un ánfora, claro está) y en otros rentarás un lugar. A veces la política puede ser el mejor coche de alquiler y en otras la mejor escuela del martirio.
Si el milagro de ganar ocurriera (que solo en el Perú se cuecen habas), recuerda a Gandhi y su Satyagraha, el culto absoluto a la verdad. Elige el valor enorme de la victoria moral sobre una cruz o de la cicuta en la boca aunque se plasme en una derrota real. Elige el coraje y la convicción de Churchill; la oratoria esplendorosa de Cicerón; la honradez sencilla de Lincoln; la humildad extrema de Diógenes , que político no fue, pero que se le paró muy bien a Alejandro. No te sometas al poder ni a la mayoría ni al miedo sino al imperativo de tu propia verdad. Disiente, alborota, no negocies ni cedas…Aprende a perder y torna tus pasos de nuevo a tu viejo barril.
Por tal ¿Seguro que no prefieres la grandeza de las letras, del color, de la filosofía, de la lírica o del pensamiento en su supremo e infinito esplendor?
Tú eliges.