Grossmüller, el último 10
En Uruguay le dicen ‘Maravilla’ y el domingo, luego de uno de los envenenados servicios que lanzó, en Twitter lo llamaron -más en broma que en serio- ‘Krossmuller’. El uruguayo Carlos Grossmüller mostró ante León que es el jugador diferente del equipo de Óscar Ibáñez por habilidad y visión de juego. ¿Pero es lo que necesita Universitario de Deportes?
Por momentos, el volante crema me hizo recordar a Germán Leguía. Ojo: no lo digo porque tenga chapa de ídolo sino por su apariencia física y sus movimientos en la cancha (se mueve a trancos largos, busca la pelota, levanta la mirada, driblea y distribuye). El uruguayo fue la figura excluyente ante León por su inteligencia para jugar y -no lo olvidemos- las libertades que tuvo para moverse sobre el campo. Grossmüller nunca sintió la presión de una marca rigurosa. Los de Chilavert le permitieron detener la pelota, pensar y decidir con todo el tiempo y el espacio a su favor, situaciones imposibles en el fútbol de alta competencia.
Por eso el domingo, cuando comentaba el partido por Twitter, decía que Grossmüller es un crack de los 80 estacionado en el fútbol peruano del siglo XXI. Aunque hace falta verlo ante equipos con marcas más asfixiantes como Cristal, Alianza o Cienciano (o en partidos de altura como el de este miércoles ante Garcilaso), probablemente se convierta en figura. Es más, si logra mejorar su conexión con Flores o Canchita, es posible que hasta Alemmano y Quiñones, pese a sus alarmantes limitaciones técnicas, tengan mucho que agradecerle al final del torneo.
El fútbol moderno exige desplazamientos rápidos con y sin la pelota, presión para la recuperación y técnica para jugarla en el primer toque. Poco de eso hay en esta ‘U’ y exigírselo resulta utópico no solo porque no cuenta con las piezas necesarias para hacerlo, sino también porque su funcionamiento depende de lo que pueda hacer Grossmüller, un jugador hecho para sus necesidades inmediatas, es decir, pelear el torneo local e intentar enfrentar la Sudamericana con cierto decoro.
El uruguayo es un 10 clásico, una especie en extinción que solo se encuentra -y brilla- en torneos donde se juega un fútbol arcaico como el nuestro.