"Entre las enormes mutaciones del fútbol está la diferencia atroz que hoy impera entre el fútbol europeo y el sudamericano, cuando hace cincuenta años estaban parejos". (Foto:Agencias).
"Entre las enormes mutaciones del fútbol está la diferencia atroz que hoy impera entre el fútbol europeo y el sudamericano, cuando hace cincuenta años estaban parejos". (Foto:Agencias).
Jorge Barraza

Hace un par de años, un amigo me dijo: “Ese ránking de la FIFA es una risa, ¿cómo puede estar segundo Bélgica…?” Efectivamente, en junio de 2015 Bélgica marchaba segundo en el Ránking Mundial (hoy es 9º). Entonces era primero Alemania, tercero Argentina, cuarto Colombia, quinto Brasil… Dos domingos atrás jugaron en Wembley Tottenham y Chelsea. Entre ambos había 6 futbolistas belgas: Vertonghen, Alderweireld y Mousa Dembélé por los Spurs, y Courtois, Batshuayi y Musonda del lado de los azules. ¿Qué otro fútbol puede aportar 6 jugadores en el clásico entre campeón y subcampeón inglés…? Había 4 franceses, 4 españoles, 3 brasileños, 1 argentino…

Y esos seis no son los únicos belgas en el alto nivel de competencia. Están De Bruyne y Kompany (Manchester City), Eden Hazard (Chelsea), Meunier (PSG), Lukaku (Manchester United), el buenísimo Yannick Carrasco (Atlético de Madrid), el por momentos imparable Mertens (Napoli), Nainggolan (Roma), Januzaj (Real Sociedad), Vermaelen (FC Barcelona), Origi y Mignolet (ambos del Liverpool), Benteke (Crystal Palace), Witsel, a quien el Tianjin Quanjian chino le pagará 50 millones de euros por sus tres años de contrato. Y muchos otros de menos nombre, pero que están en la Bundesliga, Francia, Holanda, Turquía, Grecia, etc. Por eso Bélgica llegó a ser 2° en el Ránking Mundial: tiene muchísimos buenos jugadores, una selección fuerte y ha ganado cantidades de partidos en los últimos años. Llegó a cuartos de final en Brasil 2014 y va puntero en su grupo en la clasificación para Rusia 2018. Así, al vuelo, mencionamos 20 belgas que compiten en la élite.

Algunas cosas cambian en el fútbol y debemos estar actualizados para aceptarlas. Si hace treinta años alguien vaticinaba que el campeonato brasileño estaría inundado de futbolistas venezolanos, peruanos, ecuatorianos, colombianos, lo hubiésemos tildado de delirante. Pero es. Van y son figuras; muchos.

Entre las enormes mutaciones del fútbol está la diferencia atroz que hoy impera entre el fútbol europeo y el sudamericano, cuando hace cincuenta años estaban parejos. El Real Madrid no era más que River o Boca. No era más que Peñarol o que los grandes de Brasil. Hoy están a años luz. La brecha se genera, primero, por el crecimiento de los países de Europa y el achatamiento de los nuestros, siempre sumidos en crisis económicas y políticas, envueltos en corrupción y atraso, aferrados a modelos que van a contramano con el desarrollo del mundo moderno.

Europa se guía por un concepto que aquí se desconoce o se prefiere ignorar: la excelencia. Y la excelencia factura bien. Luego está la dirigencia futbolística… Cabe recordar: lo que se dio en llamar FIFAgate es en realidad CONMEBOLgate. Aquí se pergeñó la matriz de sobornos por la cual una treintena de dirigentes se robaron cientos de millones de dólares y están procesados en Estados Unidos y otros países. En toda la trama descubierta por el FBI no figuran dirigentes europeos ni de otros continentes, sólo americanos, con amplísima mayoría de sudamericanos. Es difícil crecer con esos liderazgos. En lugar de crear escuelas de fútbol, mejorar estadios, invertir en desarrollo, se forraron ellos.

En materia de clubes, nuestro fútbol lamentablemente no sólo ya no compite con Europa, también ha sido relegado por México, por la Major League Soccer de Estados Unidos, por los países del Golfo Pérsico, por Rusia, Ucrania, Japón, China, Australia… Sólo le falta quedar detrás del África. Y no subestimemos… En cualquier momento clubes de Sudáfrica o Marruecos podrían comenzar a llevarse jugadores sudamericanos. Independiente, siete veces campeón de América, le ha vendido jugadores a Indonesia para “hacer unos pesos”. Pero aquí continuamos pensando que somos mucho más que Bélgica…

Es preciso separar el fútbol de clubes del de selecciones, son mundos diferentes. En el de selecciones aún los países pueden reunir a los jugadores nativos y, en el caso sudamericano, ser muy competitivos. No obstante, no hay que estar tan seguros. Cualquier día de estos puede aparecer un joven sudamericano siendo estrella mundial y jugando para Italia, Alemania, Austria, Francia o Inglaterra. Y nos entristecerá. Le darán un gran dinero a cambio y defenderá otros colores. No pasó con Messi de milagro, porque Leo es ultraargentino y, sobre todo, muy rosarino. Pero a los 17 años lo tentaron para jugar con España. No aceptó y le pidió a su padre que hiciera una gestión personal para jugar en Argentina. El progenitor logró llegar a un subalterno de Pekerman y les mandó un video con jugadas del chico. Entonces la AFA organizó, de apuro, un amistoso con Paraguay fuera de la fecha FIFA con el único objeto de hacerlo debutar con la camiseta albiceleste y que ya no se lo pudieran arrebatar. Pero con cualquier otro podría acontecer, el peligro está.

Ahora vuelve la Eliminatoria, esa aspirina que nos da, por una semanita, la sensación de bienestar porque nos visitan los muchachos que juegan en Europa. Y volvemos a mirar lo nuestro. Y nos sentimos de primer mundo. Claro que los Mundiales duran un mes cada cuatro años. El resto del tiempo lo ocupan las competencias de clubes, o sea lo que consumimos cotidianamente en materia de partidos. Por eso son tan importantes. Y allí hemos bajado a la Primera B del fútbol internacional. Por eficiencia organizativa, comodidad de estadios, nivel de ingresos, televisación, seguridad, difusión, calidad de juego, mercadeo y otras variables, hay muchas ligas más atractivas, o al menos más prolijas que las sudamericanas.

En las competencias continentales el contraste es muy triste. Mientras se juegan las copas Libertadores y Sudamericana, los aficionados de la región se enfocan en la Champions League, una maravilla que trae la televisión. Un espectáculo espléndido, desde la presentación hasta el juego, pasando fundamentalmente por las grandes estrellas, que son las que concitan el interés mayor. Acá consumimos la borra del café.

Real Madrid cobró 64,7 millones de dólares de la UEFA de premio por ser campeón de la última copa de Europa. Atlético Nacional 7,15 por ganar la Libertadores. Y a poco de conquistarla quedó en paños menores: ya se le habían ido diez jugadores a otros mercados. Por eso este año fue eliminado en la fase de grupos. Los equipos del Viejo Mundo invierten cientos de millones de euros en refuerzos para ser cada vez mejores, más competitivos. Aquí se busca desesperadamente una ventita para llegar a fin de mes. Seguimos vendiendo a los buenos para pagar a los malos.

La ecuación europea es mejorar el producto para obtener más ingresos y con los ingresos fichar mejores jugadores para conseguir más éxitos. Es un círculo virtuoso. Aquí se negocian los jugadores para obtener algunos ingresos, lo que debilita el poderío del equipo y empobrece el campeonato, que consecuentemente consigue menos patrocinios.

Desde los tiempos adolescentes en la tribuna soñábamos con un fútbol cada vez más fuerte y espectacular, porque en el fondo somos orgullosos de nuestros jugadores y equipos. Se nos fue la vida esperando, no se dio y el Atlántico parece cada vez más ancho…
Muchas cosas cambian y sólo queda asumirlas. Estamos lejos de la cúspide del fútbol.

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