José Mourinho adscribe firmemente a la corriente del resultadismo a ultranza: hacer un gol más que el adversario, finalizar el torneo un punto más arriba. Lo suyo es ganar como sea. (Foto: AFP)
José Mourinho adscribe firmemente a la corriente del resultadismo a ultranza: hacer un gol más que el adversario, finalizar el torneo un punto más arriba. Lo suyo es ganar como sea. (Foto: AFP)
Jorge Barraza

-¿A qué se dedica…?

-Vendo resultados, pero ahora estoy sin mercadería.

Bien podría ser el diálogo entre un dirigente y José Mourinho. El portugués, personaje irrepetible del fútbol, está en horas bajas. Su maletín luce vacío de chucherías. Y diciembre no es un mes particularmente bueno para él. El 20 de ese mes de 2015 lo cesaron del Chelsea después de que quedara a sólo un punto de la zona de descenso. Pudo comprar la sidra porque el club londinense acordó pagarle 1.300.000 euros mensuales hasta que consiguiera equipo, a cambio de que no le ejecutara todo el contrato (es que Jorge Mendes, su representante, debe seguir vendiéndole jugadores al Chelsea). Seis meses después firmó para el Manchester United, que debe estar maldiciendo todavía el momento en que decidió elegirlo. Dos temporadas y media más tarde se va del club de Alex Ferguson, que no pega una desde que se retiró el escocés.

El cuadro que deja es desolador. Los daños podrían cuantificarse así: dos años y medio de jugar horrible (lo más importante de todo), 472 millones de euros en fichajes, un plantel mal formado y devaluado, el vestuario en llamas y una situación complicada en el campeonato: sexto con 29 puntos, a 19 del Liverpool y a 15 del Manchester City, sus dos rivales más enconados (con ambos perdió 3-1 en esta primera rueda). El título ya es imposible, pero también está lejos del cuarto puesto, que es propiedad de un Chelsea que viene levantando con el estilo agradable que le ha impreso Maurizio Sarri, el menos italiano de todos los entrenadores italianos. Ocho puntos separan a los rojos de los azules. O sea, es muy difícil que consiga un cupo para la próxima Champions. Incluso el quinto lugar, que da el pase a la Europa League, parece una quimera. Ahí está el Arsenal, que también viene en alza con el buen andar que le ha dado el vasco Unai Emery.

Jose Mourinho fue cesado del Manchester United luego de dos años y medio. Su última gestión con los 'Red Devils' fue desastrosa. (Foto: AP)
Jose Mourinho fue cesado del Manchester United luego de dos años y medio. Su última gestión con los 'Red Devils' fue desastrosa. (Foto: AP)

Los hinchas del Liverpool, el City y el Tottenham están felices de la vida; los del Chelsea y el Arsenal muy conformes y esperanzados: esa sensación se las da el juego armónico y fundamentado de sus equipos. Ven que están en el camino correcto. De los grandes, los únicos que mascullan rabia son los del United. En estos dos años y casi siete meses en el club de Bobby Charlton conquistó una Europa League, bonito trofeo, aunque minúsculo comparado con la Champions, y una Copa de la Liga, poco para todo el ruido que generó, para sus requisitos y desplantes.

A nueve semanas de los octavos de final de la Champions (chocará nada menos que con el PSG) y con la Premier perdida, los responsables del Manchester United cesaron a Mourinho e intentarán escalar esa montaña, la única a la vista. Lo harán de la mano de Ole Gunnar Solskjaer, el autor del gol más frenéticamente celebrado en sus 116 años de vida: cuando ganaron la Champions de 1999 al Bayern Munich en el minuto 93, luego de ir perdiendo 1-0 hasta los 91. El noruego, que jugó doce temporadas con los Diablos Rojos, había entrado unos minutos antes y decidió la increíble final.

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Tampoco es que Solskjaer sea una eminencia técnica, pero es considerado un hombre de la casa y fiable, que puede descomprimir la tensión del camarín, iniciar una transición pacífica y, si es posible, dar un golpe de timón en lo deportivo. Solskjaer ha ganado dos ligas y una copa de Noruega con el Molde FK, cortando en buena medida la apabullante supremacía del Rosenborg en su país. Dirigió al Molde hasta el último juego antes del receso invernal y marchaban segundos.

La familia norteamericana Glazer, dueña del United y líder mundial en la industria del espectáculo deportivo ve que la falta de figuración interna y externa del equipo, su juego alejado de toda vistosidad y de los resultados, puede repercutir seriamente en los ingresos comerciales del equipo. De hecho, si no clasifica a las copas europeas del año entrante, se reducirán drásticamente. Además, debe recomponer un plantel desvalorizado con una problemática doble: los que se vayan dejarán poco efectivo en caja, los refuerzos que lleguen serán a precio de oro, pues desde los 222 millones de euros de Neymar en adelante los fichajes entraron en una pavorosa espiral inflacionaria. El mejor ejemplo es Coutinho, un correcto volante que pasó al Barcelona en 160 millones de euros.

Para peor, la indemnización de Mourinho se estima en 26 M€. Pero al menos el club gana tranquilidad y recupera su poder de decisión. Porque quien le entrega las llaves del vestuario a Mourinho luego debe hacerse a un lado: él será el dueño de cada centímetro de la institución y el amo de vidas y haciendas. En el Real Madrid llegaba incluso a desautorizar a Florentino Pérez, el emperador blanco. Y cuanto más se hunde, más sarcástico, agresivo y dictatorial se torna. A cada conferencia de prensa suya hay que ir con los bomberos, son inflamables.

El Manchester United anotó por primera vez cinco goles en la temporada 2018-19. Todo esto llegó de la mano de Ole Gunnar Solskjaer. (Foto: AP)
El Manchester United anotó por primera vez cinco goles en la temporada 2018-19. Todo esto llegó de la mano de Ole Gunnar Solskjaer. (Foto: AP)

José Mourinho adscribe firmemente a la corriente del resultadismo a ultranza: hacer un gol más que el adversario, finalizar el torneo un punto más arriba. Lo suyo es ganar como sea. Y en su plan no entra la estética. No propone proyectos a largo plazo ni implantar un estilo ni promover valores juveniles. La huella es él. Promete triunfos inmediatos. A cambio exige el contrato más alto del mundo para un estratega y jugadores estrella. Su negocio es vender resultados, pero tiene que entregarlos. Si no lo hace, su estancia en un club se torna improductiva, sobre todo carece de sentido.

Respetamos sus méritos: ha sabido ganar muchos títulos y en diferentes países. Tiene un palmarés que cientos de entrenadores desearían. Al juego no le ha dejado nada. Nunca en una conferencia de prensa le escuchamos un concepto de fútbol, una enseñanza, siempre reproches al juez, a la prensa, al rival, ironías, broncas, chicanas y demás hierbas, jamás un magisterio como el que nos dan el Maestro Tabárez, Marcello Lippi, el ingeniero Pellegrini. A los 55 años y habiendo amasado una fortuna descomunal, es posible que esté hastiado de su profesión. También está claro que los esquemas ultradefensivos en el fútbol han perdido vigencia. Aquellos equipos todos metidos atrás esperando una contra para llegar al triunfo parecen superados. Actualmente las vías para llegar a la victoria son mediante la elaboración, la posesión, el manejo de balón, la dinámica permanente. Es decir, proponer, no siempre ceder campo y pelota aguardando la error del rival. Está todo muy estudiado y los equipos se ofrecen poco. Mourinho, tácticamente, se quedó en su catenaccio a la portuguesa. Además necesita de muchas estrellas para llevar a cabo un sistema tan mezquino que, al final, se refugia en las individualidades.

Uno piensa que no debería encontrar trabajo por un tiempo, Mou, sobre todo por su grado de exigencias y el caos que genera. Sin embargo, ya se lo menciona en firme para volver a dirigir al Madrid, un club donde lo único relevante es ganar. Ahí no son tan quisquillosos con el estilo.

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