"Final en cancha y final en mesa", por Francisco Sanz

Ya no sé qué es más surrealista: que el mismo día de la final pactada del fútbol peruano no se sepa si se juega o no (ocurrió el lunes 8, y finalmente no hubo partido), o que a 72 horas de la elección para presidente de la FPF los candidatos que antes iban ya no vayan, y que  la lucha se centre ahora en dos postulantes de los cuales nadie ha escuchado ni pío sobre planes futuros.

Tanta desprolijidad e improvisación colisionan con el alivio que la afición futbolera siente con el alejamiento (¿pero en verdad se va del todo?) de Manuel Burga. Porque si lo que mal empieza, mal acaba, entonces ya sabemos lo que viene.

Lo que es indiscutible es que a falta de calidad –tanto en la cancha como fuera de ella- nuestro fútbol siempre nos ofrece emociones en su última recta. Quién iba a pensar la semana pasada, por ejemplo, que en menos de 24 horas Sporting Cristal y Juan Aurich iban a jugar dos finalísimas, una con pelota y otra sin ella.

En la de hoy ya resulta temerario aventurar un pronóstico. Porque Cristal tiene la localía, pero parece empeñado en trocar aquel eslogan de Sentimiento Celeste por el de Sufrimiento Celeste. Es lo que puede colegirse de la forma en que Ahmed y sus muchachos estiraron el Clausura cuando ya lo tenían a un paso. Y de la forma en que teniéndolo ya casi atado en Chiclayo, se les fue como agua entre las manos en los últimos cinco minutos.

Con la vuelta de Cazulo y el apoyo de sus hinchas, igual los del Rímac son favoritos, pero capaz querrán refrendarlo recién en Trujillo, para no perder la costumbre de llevar todo hasta el extremo celeste.

Acaso más arriesgado es vaticinar si mañana en la Videna ganará Cristal o Aurich. Federico Cúneo lucía vencedor ante Agustín Lozano, pero no frente a Edwin Oviedo, quien acompañaba al representante del Rímac hasta el domingo. Al mandamás del Aurich le faltarán año en el fútbol, pero no mañas e influencias.

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