La tarde del último miércoles, Manuel Burga estaba perdido. Las elecciones del día jueves no iban a ser como las anteriores. Es decir, con una aplastante inclinación de votos de la mayoría de departamentales y de los suficientes los clubes profesionales, pese a que en esta oportunidad estaban impedidos de ejercer su derecho a sufragio Alianza Lima, Universitario, Cienciano y Melgar, por contar estar en proceso concursal. Y los cuatro iban a ser votos para Burga. No me cabe la menor duda.
Entonces, en su búnker de la Videna, Burga comenzó a hilvanar ideas porque no podía dejar así nomás el cargo de presidente. Y, quizá, si algún día leyó a Mario Benedetti y su desgarrador poema "Ni colorín ni colorado", comenzó a tramar un plan. Como a las cinco de la tarde del miércoles, el Comité Electoral -nombrado por él- que presidía José Luis Noriega (José Talavera vicepresidente y Martín Pinto secretario) iba a tratar el tema de las tachas. Lo que sucedió en adelante fue harina de otro costal. Porque tras casi cinco horas de estudio, salió lo que sería una jugada perfecta que ni Messi al lado de Neymar podrían haber sido capaces de ejecutar: inhabilitar la lista uno de Burga -porque supondría una segunda relección- y la tres de Agustín Lozano -por incompatibilidad entre el cargo de alcalde reelecto de Chongoyape con el de la FPF si llegaba a ganar las elecciones presidenciales.
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Inteligente como es y sagaz como ningún otro, Burga analizó desde esa tarde posible escenario. Y debe haber entendido que si participaba en el acto electoral iba a legitimar a quien ganara. He aclarado mis dudas con Luis Pérez Costa, conocedor de toda la temática que encierra la FPF. Y es que fue secretario general de la entidad antes de que llegara el actual Javier Quintana. Y las explicaciones que me dio, encajan.
Burga no quiso perder y, confabulándose con el comité electoral -me confesó Pérez Costa-, realizó esta maniobra: tachándose invocando la Ley 28036 “para que antes del 17 de diciembre, fecha de transferencia de su cargo, la FIFA pueda apercibir al Perú con la desafiliación por no haber respetado sus normas y las del propio estatuto de la FPF”. Claro, con más peso el de la FIFA, que prima y no reconoce las leyes de los gobiernos. Por eso Julio Grondona, quien falleció hace tres meses, presidió la AFA durante 35 años o Ángel M. Villar, para poner como ejemplo un caso europeo, dirige la federación española desde hace 26 años.
¿Qué va a pasar, entonces? Que Burga, como en la posterior conferencia, en la que apareció con una actitud de sentirse por encima del bien y del mal, y de que puede hacer lo que le da la gana, negara ante las mil vírgenes la respuesta sobre si irá a las elecciones dentro de 30 días. Hablaré, dijo, solo de lo que ocurrió en la asamblea. Sí se mostró indignado, cosa que nos dejó muchas dudas, por lo hecho al ingeniero Lozano.
Lo cierto es que en un mes tendrá aire suficiente para recomponerse de este duro revés. Es evidente que cual boxeador hoy sigue ‘groggy’. Sí cabe reconvenir a nuestras autoridades políticas para que no salgan a decir que el gobierno debe intervenir a la FPF. Grandísimo favor le harían a Burga. Eso es lo que realmente quiere para que la FIFA nos venga con el cuento de la 'intromisión política' y Burga siga aferrado en la Videna.
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