Rapinoe y su novia Sue Bird, jugadora de básquet. (Foto: Twitter)
Rapinoe y su novia Sue Bird, jugadora de básquet. (Foto: Twitter)
Ricardo Montoya

No hay frontera si es que no existe la necesidad de cruzarla. En 1990, quizás animado por la noticia que la homosexualidad dejó de ser considerada como un trastorno por la Organización Mundial de la Salud, Justin Fashnau, delantero del West Ham United, confesó de forma pública su orientación sexual. Ocho años más tarde, harto de tolerar las burlas de sus “compañeros” y de ser acusado de hostigamiento, se ahorcó con una soga. Tenía 37 años. “Ya me señalaron como culpable. No quiero ser más una vergüenza para mi familia”, garabateó en un papel. Nunca supo que la policía había desestimado los cargos levantados en su contra, y tampoco que perteneció a las contadas excepciones del fútbol masculino que han abandonado el armario.


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Emmanuel Neuer y Oliver Giroud campeones con Alemania el 2014 y Francia el 2018, creen que, a diferencia de su homólogo femenino, es imposible declararse homosexual en el fútbol de varones. Ambos recuerdan con amargura el feroz bullying mediático contra el volante Thomas Hitzlsperger, cuando exteriorizó sus preferencias por los hombres. Es tan grave la homofobia y el temor a perder auspicios que, inclusive varios clubes, alquilan “novias falsas” para preservar la imagen de sus astros, denunció la Asociación Madridista Diversidad y Deporte.

Hitzlsperger es el actual director deportivo del Stuttgart. (Foto: EFE)
Hitzlsperger es el actual director deportivo del Stuttgart. (Foto: EFE)
/ TOM WELLER / POOL

“No son personas ciento por ciento sanas”, opinó Pasarella, cuando dirigía a la Argentina en el 95, y “yo puedo desenmascararlos fácilmente”, vociferó en el 2007, Otto Baric, el xenófobo seleccionador de Croacia. Solo aceptaban heterosexuales en sus planteles. Daniel recibió duras críticas y Otto fue multado. Ambos siguen pensando exactamente igual.

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En el rubro femenino, la diversidad empieza a hacerse espacio. Figuras icónicas como Martha y Megan Rapinoe han allanado el camino. La misma sintonía prevalece en el tenis actual, aunque no siempre fue así. “El Bien contra el Mal” tituló un diario neoyorkino en la previa de la final del US Open 1984 entre la rubilinda Chris Evert y la musculosa lesbiana Martina Navratilova. La ex campeona de Wimbledon, Amelie Mauresmo, también sufrió el desprecio de algunas de sus colegas “Es lo mismo que enfrentarse a un hombre”, se quejaron en voz alta, tanto la Hingis como la Davenport. Ambas tuvieron que retractarse.

Chris Ever t y Martina Navratilova se enfrentaron muchas veces. Acá en Wimbledon 1985. (Foto: AP)
Chris Ever t y Martina Navratilova se enfrentaron muchas veces. Acá en Wimbledon 1985. (Foto: AP)
/ DAVE CAULKIN

En el baloncesto, Tim Hardaway está convencido que no fue nominado para el Salón de la Fama por haber manifestado abiertamente su odio por los gays. Poco después, se disculpó, aceptando que sus palabras habían sido hirientes.

En el boxeo, hay historias similares. Emile Griffith, nunca se lo pudo explicar “Maté a un hombre a golpes en un ring y la gente, con el tiempo, me lo perdonó. Lo que, en cambio, consideran un pecado imperdonable es que amara a otro hombre fuera del cuadrilátero” comentó en una entrevista. Tras su muerte, el puertorriqueño Orlando Cruz, le rindió tributo en su combate por el título mundial. No pudo coronarse, pero meses después en, acaso la mayor victoria de su vida, contrajo matrimonio con José, su pareja desde la adolescencia.

Emile Griffith, a la izquierda, recibiendo un golpe de  Jean-Claude Bouttier . (Foto: AFP)
Emile Griffith, a la izquierda, recibiendo un golpe de Jean-Claude Bouttier . (Foto: AFP)
/ STF

Greg Louganis, el mejor clavadista de la historia, ganador de cuatro medallas doradas en los olímpicos, lamenta que por su opción sexual no lo hayan convocado nunca para campañas publicitarias. “Ella, Mary Lou Retton (la otra estrella norteamericana de los Ángeles 84), filmó 16 comerciales tras los juegos, yo ninguno”, lamentó en conferencia de prensa.

El caso del rugby, deporte de machos alfas, es emblemático. Gareth Thomas, el altísimo ex capitán de Gales, cuenta con turbación que, en los camerinos oía a otros jugadores hacer bromas sobre deportistas gays. El gigante todavía no se había sincerado con sus colegas. Finalmente, cuando lo hizo y contó además que era VIH positivo, terminó encontrando inesperada solidaridad en los demás rugbiers “sin tus compañeros no vas a ningún lado” escribió orgulloso en su biografía.

No hay frontera si no existe la necesidad de cruzarla. El objetivo es, al parecer, reconstruir a través del deporte espacios de contacto que borren las diferencias. De momento, queda claro que, entre las muchas disciplinas deportivas, el deporte que entre los hombres llaman rey es el menos noble de todos.

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