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Era la mañana del 6 de noviembre de 1994 y el mexicano Germán Silva, sin saberlo, estaba corriendo una de las maratones más importantes de su carrera: la Maratón de Nueva York. En mente solo tenía un objetivo, ganarla. Iba en los tres primeros puestos luchando codo a codo con Benjamín Paredes -su compatriota- “estaba muy enfocado y faltando 900 metros seguí a la moto con la cámara que iba a la derecha. Habíamos venido siguiéndola por todo el recorrido”. Se equivocó, Silva por unos metros fue por el camino errado. Al no ver público a los costados dice que no pensó mucho solo en regresar al recorrido lo antes posible.

No sabía cuánto faltaba aún. Su única opción, por eso, fue dar todo de sí. El cronómetro marcaba 2:10:40 cuando Germán sobrepasó a su compatriota. Desde ahí, serían 40 segundos decisivos que finalmente le dieron la victoria. La llegada de “Wrong Way Silva” quedaría como una de las finales más históricas de uno de los eventos de maratón más importante del mundo. Al año siguiente, sin errores de por medio Silva volvería a ganar la misma maratón.

“Es muy chaparrito y de piernas cortas. Por eso, algunos entrenadores no le hacían caso. Cuando llegó conmigo me di cuenta de la mentalidad grandísima que tenía”, menciona Rodolfo Gómez quien fue su entrenador. Para Silva las maratones, sobre todo, son en un 70% pruebas psicológicas. Recuerda que aquellas veces que le dijeron que no podría ser un buen atleta, él se motivaba más. Y es que la mente al igual que el cuerpo no pueden parar.

En 1992 representó a México en los Juegos Olímpicos de Barcelona quedando en 6to lugar en la competencia de los 10,000 metros y en 1996 clasificó en la misma categoría quedando, también, en 6to lugar. Su record lo obtuvo en la maratón de Boston 2:08:56 “Lo corrí después de haber desayunado avena, que nunca había hecho antes, me cayó mal y por eso corrí rápido para ir al baño”, menciona riéndose.

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Cuando era niño jugaba a ser corredor “de chavo vi pasar a unos corredores y por alguna razón me gustó hacer lo mismo y los imité”. Años después vio por televisión los Juegos Olímpicos y la idea de participar en alguna maratón comenzó a inquietarlo. Cuando decidió ser atleta tenía 18 años. Aunque se mantuvo, de alguna manera investigando sobre el deporte, dice que a esa edad no tenía en claro en que implicaba ser parte de este deporte. Hoy casi 40 años después Germán es atleta olímpico, coach, empresario y entrenador. Con los años se ha dado cuenta que su mayor cualidad es su fuerza mental, ser persistente y ahora como coach, motivar a otros.

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