Pedro Aquino, volante de la selección peruana. Jugó de titular ante Francia en el Mundial. (Foto: AP)
Pedro Aquino, volante de la selección peruana. Jugó de titular ante Francia en el Mundial. (Foto: AP)
Arturo León

Muy cerca de su casa, en una losa deportiva de San Martín de Porres, se encuentra . Corre y quita. Es atrevido. Tiene 7 años y es el más pequeño de todos. Está jugando su segunda pichanga con los tíos –todos hinchas de Cristal– por parte de su mamá. A uno de ellos se le ocurre hablar con su madre Susana Sánchez. “¿Por qué no lo llevas a probar al Cristal?”. Así comienza la historia del volante de 23 años que hoy juega en el León de México, maneja su propio negocio, tiene una hija y acaba de pedir matrimonio al amor de su vida. Mientras sigue en rehabilitación para llegar recuperado a los amistosos de la selección en marzo, Pedro cuenta cómo fue llegar a este punto feliz de su vida.

—¿Cómo son esos momentos cuando regresas a tu barrio y visitas a la familia y amigos?

Me gusta pisar mi barrio, el lugar donde crecí. Es bonito regresar y recordar todo lo que uno vivió ahí. Por suerte siempre me tratan igual. Mis amigos son felices porque logré cumplir mi sueño.

—¿Se vienen a la mente recuerdos duros también?

Sí. Mi papá se sacó el ancho por nosotros. Trabajaba de 8 de la mañana a 8 de la noche para llevar un plato de comida a la casa. Pero a veces no tenía para los pasajes y vendíamos botellas.

—¿Tus cuatro hermanas también te ayudaron?

Ellas han sido fundamentales en mi vida, en mi carrera. Me ayudaban con todo. Lavaban mi ropa e incluso hacían mis tareas del colegio para que yo me concentrara en el fútbol. Ellas me ponían al día. También cocinaban. Hasta hoy me ayudan. Una de ellas administra la barbería que tengo aquí en México.

—¿Cuánto cuesta mantenerse en las divisiones menores de un club competitivo como Cristal?

Bastante. Hay que lucharla mucho. Una vez que entras vas pasando por un montón de filtros. He visto cómo a muchos compañeros le han dicho que no son para esto. A veces no te encuentran la posición. Yo jugué de marcador derecho e izquierdo, zaguero central y volante por fuera antes de ser contención. Y a medida que vas creciendo se va haciendo todo más difícil. En mi caso, ya más grande, veía a jugadores como Ballón, Lobatón y Cazulo en mi posición. “Cuándo voy a jugar”, pensaba.

—¿Ellos te aconsejaban?

Claro. De Ballón aprendí mucho. Es una gran persona y le tengo mucho cariño. Prácticamente me trataba como un hijo.

—Te dirigieron muchos técnicos. ¿De quién aprendiste más?

Yo puedo decir que Mariano Soso confió en mí. Él me dio la oportunidad. “Tú vas a ser un grande en Cristal y un grande en la selección”, me dijo. Con Ahmed aprendí lo que significa tener siempre los pies sobre la tierra. Él trabajaba mucho conmigo en la parte mental.

—¿Es cierto que Gareca les hizo creer que eran los mejores del mundo?

Confía mucho en nosotros. “Somos los mejores. Vamos a ir al Mundial y no tenemos nada que envidiar a nadie”, nos decía en cada entrenamiento. “Se la tienen que creer”, repetía siempre.

—¿Es cierto que te asustaste por no estar en el álbum Panini?

[Risas] Yo solo le hice un comentario en broma a Diego Rebagliati, con quien me llevo muy bien. Lo cierto es que no estaba seguro de que entraría sí o sí a la lista del Mundial. A veces la confianza mata o te puedes quedar fuera por cualquier circunstancia.

—¿Dónde están los chimpunes que usaste en el Perú-Francia del Mundial?

Uno lo tiene mi mamá, el izquierdo, y el otro está en casa de mi suegro, que en paz descanse. Esos chimpunes tienen su nombre, su apellido y su fecha de fallecimiento. Por eso digo que él siempre me acompañó en el Mundial.

—¿Cómo te enteraste de que serías titular en ese partido?

Un día antes. El ‘profe’ no me decía nada. Estaban esperando a Tapia. “No voy a jugar, es tu oportunidad”, me dijo Renato. En mi mente solo fue: “Ok, gracias”.

—¿Dormiste esa noche?

Nada. Tenía insomnio. En todo ese transcurso de las horas que no dormía, me puse a pensar en cómo fue mi crecimiento, todo lo duro que fue llegar. Los esfuerzos de mis padres. Yo me repetía a mí mismo que era mi oportunidad. Que era mi momento. Que si estoy acá es porque soy el mejor. Me mentalicé de un modo que no lo había hecho antes.

—¿Cómo fue ese calentamiento con todo el público peruano en el estadio?

Me temblaba hasta la oreja [risas].

Contenido sugerido

Contenido GEC