Duro, durísimo, un golpe de nocáut completamente inesperado porque el optimismo era tan grande como la ilusión, que son tópicos diferentes. La seguridad de la victoria era casi total. Por eso volvió a ir una multitud de peruanos a acompañar en Doha a la camiseta querida. “Si no le ganamos a Australia directamente no merecemos ir al Mundial”, sostuvieron muchos, minimizando el potencial de Australia, ya traspasando la raya del triunfalismo. Quizás recordaban el 2-0 logrado en Rusia, pero pasaron cuatro años y esta selección color mostaza es otra muy diferente a la de 2018; muy pocos futbolistas quedan de entonces, también la dirige otro técnico. La realidad, muy amarga, indica que Australia está en el Mundial y la selección peruana se vuelve a casa.
OPINIÓN: La selección peruana y el día más triste del mundo
Se decía que sí, que había marcado muchos goles (45 en 19 partidos), “pero contra Nepal, Taipei, Vietnam y rivales de ese tipo”. Sin embargo, cuando un conjunto tiene el gol fácil algún mérito hay detrás, sea quien sea el adversario. Si uno está mal, juega contra su sombra y pierde. Después de haberlo visto vencer por 2-1 a Emiratos Árabes comprobamos que no era un oponente menor y anticipamos en nuestra videocolumna de El Comercio: “Australia es un equipo de corte británico, no es un cuco, pero tiene muchos jugadores en el fútbol europeo, es ordenado, fuerte físicamente, fuerte de la cabeza, corre… Hay que respetarlo. Mejor hubiese sido enfrentar a Emiratos Árabes”.
Eso fue exactamente lo que exhibió ante Perú. El 0 a 0 tras 120 minutos llegó luego de un partido parejo, cerrado, con ligero predominio australiano en varios lapsos y una ráfaga feliz de la Bicolor entre los minutos 106 y 108, cuando llegó tres veces con real peligro sobre la valla de Ryan, la más clara, un cabezazo de Édison Flores que dio en un poste cuando el arquero de la Real Sociedad estaba vencido. Sin embargo, fue apenas una brisa bresca. El resto del juego fue de trámite adverso, mejor parado el once oceánico, con mejores ideas ofensivas y dos llegadas muy claras sobre el final del tiempo regular, una de ellas de Behich, que rozó un poste y se fue desviada.
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La tanda de penales castigó a un Perú chato, con pocas ideas de cómo desequilibrar en ataque, con escuálidas actuaciones de Cueva y Carrillo, quienes deben iluminar al resto del cuadro. La ausencia de Yotún fue determinante. Él es quien pone claridad en el mediocampo y hace jugar al resto. O sea, los tres que desnivelan no aportaron, por diferentes motivos. Pareció que Perú había olvidado que enfrente había un arco. Y que ahí había que meter la bola. Siempre que se acercaba alguien al área, hacía una de más y no remataba. Eso, hasta el ingreso del Oreja Flores, quien, como ya sabemos, busca siempre el aro. La supuesta superioridad técnica sudamericana no quedó demostrada. Hubo demasiada imprecisión y nunca Perú se mostró mentalmente confiado, ganador, en ningún momento marcó el rumbo del partido. Pocas veces, o casi nunca, se lo vio a Gareca tan inquieto y preocupado al borde la raya de cal. Cuando agonizaba el cotejo quisimos encontrar una figura y no la hallamos, apenas la solvencia de Zambrano en el fondo. Pero en un nivel de seis puntos, nada relevante.
A propósito, ¿Por qué no pateó un penal Zambrano antes que el inexperiente Valera…? ¿Por qué no Aquino o Trauco…? Gareca sabe más que nosotros, pero es válido preguntárselo, son detalles que cuentan a la hora del análisis. El entrenador australiano Graham Arnold sustituyó a su guardameta titular en el minuto 120 pues considera que el suplente, Andrew Redmayne, es más eficaz para tapar desde los doce pasos. Y acertó: Redmayne atajó el decisivo.
Australia dejó una mejor impresión física y, sin brillar, trabajó bien el partido, marcó lejos de su área, fue disciplinado tácticamente, buscó el gol sin enloquecerse, confiando en que también los penales podían darle la visa para Catar. “Queda claro que Perú es mejor equipo que Australia, tiene mejores jugadores, pero no lo demostró”, señaló un comentarista en la transmisión. Una irrealidad. ¿De dónde surge tal deducción si es el único duelo entre ambos en cuatro años y no pudo ganar ni expresar supremacía…? Acontece que este equipo de gladiadores acostumbró a la gente a agigantar su corazón en todo tipo de situaciones límite y por eso se pensó que otra vez lo haría, aunque esta vez no le alcanzó. Y ser eliminado en penales genera tristeza doble. Además, porque esta selección saca la cara por un fútbol interno de menos nivel. Y llegar a un Mundial redime de cualquier actuación indecorosa en Libertadores o Sudamericana.
“Tratamos de ganar durante el partido, pero no se pudo. Los muchachos entregaron todo”. Breve, con la serenidad que es su marca registrada y con simpleza, Ricardo Gareca resumió en un minuto sus impresiones. Sin llorar, sin excusas y sin demagogia. “Tenemos sentimientos de frustración y dolor, por el sacrificio de la gente, viniendo de todas partes del mundo, y también por la que quedó en Perú”, completó. Nadie sabe si fue su último partido con esa camiseta. Este traspié no cambia nada respecto a él. Hizo una obra monumental. Lo mismo que los jugadores, que quedarán en el pedestal del hincha.
Tal vez nunca el continente entero estuvo al lado de Perú deseando su clasificación. Por primera vez en la historia Asia lleva seis representantes a un Mundial. África va con cinco. Europa tiene quince y es posible que Concacaf arrime cuatro. Sudamérica tendrá que confiar nomás en Brasil, Argentina, Uruguay y Ecuador, breve delegación. Es lo que hay.