Han pasado algunos días desde la última conferencia de Ricardo Gareca. Del adiós del técnico que nos llevó a dimensiones poco conocidas con la selección peruana. Y Néstor Bonillo, uno de sus hombres de confianza, nos recibe en su departamento ubicado en Miraflores. Frente al mar, el ambiente silencioso de las primeras horas del día se abraza a la nostalgia del momento. El profesor Néstor no se irá del país, su esposa es peruana y a sus 63 años es feliz viviendo en Perú, aunque las olas traigan consigo el recuerdo de los últimos meses al mando de la selección peruana: del repechaje a una renovación fallida. “Fue el vestuario más triste que me tocó vivir desde que me dedico a esto”, nos dice mientras su mirada se pierde en el infinito mar limeño.
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—¿Cuál es el futuro del comando técnico?
En esto tenemos muchos años. No sabes cuándo va a llegar una propuesta y qué tipo. Normalmente cuando un técnico está libre, y si es un entrenador apetecible como en este caso entiendo que va a ser Ricardo (Gareca) para algunos proyectos deportivos, en algún momento sonará el teléfono.
—¿Eran ciertas las propuestas de las selecciones de Egipto, Qatar y demás?
En todo este tiempo hubo muchas propuestas de todo tipo. Obviamente Ricardo tiene una norma establecida: él, mientras tiene contrato con una institución, nunca escucha ninguna oferta.
—¿Cómo se construyó la lealtad con Ricardo Gareca y Sergio Santín?
En el caso de Ricardo y Sergio, jugaron juntos en el América de Colombia. Son amigos y sus familias también lo son. Yo comencé en el año 96 en Córdoba, la ciudad que nos generó una unión muy particular porque vivíamos cerca el uno del otro. Entonces las familias empezaron a conocerse, a tener una relación muy cercana.
—Entonces la relación excede el ámbito laboral…
Claro. Son muchos años donde nos tocó compartir mucho tiempo juntos. Hubo momentos en los que estábamos sin la familia, solo nos teníamos a nosotros. La primera etapa en el Perú, en Universitario, vinimos sin la familia; en Brasil igual y ahora en esta segunda etapa también fue similar. Entonces esa cuestión genera un vínculo diferente.
—A nivel personal, ¿qué le dejan estos casi ocho años en la selección peruana?
Desde el punto de vista profesional, la posibilidad de conocer profundamente cómo se tiene que trabajar en un seleccionado, algo que es totalmente distinto a trabajar en un club. Para pasar de un lado a otro tienes que cambiar la perspectiva. Desde lo humano, el reconocimiento, el cariño del hincha. Esa simbiosis que se armó entre la figura de un técnico con quien colaboramos y un país fue única. No es común que se dé. Excede largamente al fútbol. Voy a tener 41 años en la profesión, me ha tocado estar en distintos países y clubes importantes, y nunca tuve el reconocimiento popular que tenemos acá. La verdad es que uno recibe permanentemente muestras de cariño, de afecto, que van más allá del propio trabajo.
—¿Cuál es el mejor recuerdo que tiene de estos dos procesos?
El partido con Nueva Zelanda es imborrable. Pero después hay otros. El de Quito fue espectacular porque fue un partido que marcó porque acuérdate que nosotros previo a este encuentro estábamos fuera de todo y terminando estábamos casi dentro del Mundial. El empate contra Argentina de visita también.
—Para algunos, la victoria en Barranquilla está a la par de los mencionados…
En ese partido tuvimos que armar una logística previa muy importante porque entrenamos a jugadores que estaban de vacaciones, que habían dejado su descanso por sumarse a la selección y en medio del Covid. De hecho, en un momento tenía casi la misma cantidad de jugadores con Covid como los que no estaban contagiados. Por la mañana entrenaba el grupo no Covid y por la tarde el grupo Covid, obviamente porque no tenían ningún síntoma y estaban aptos para hacerlo. Pero había una fuerza, una energía en la selección tremenda. Ese partido lo jugamos contra una selección colombiana con todos sus futbolistas en ritmo, y el 90% de los nuestros estaban sin ritmo, con un par de amistosos nada más.
—Por el contexto tan adverso, ¿fue el mejor partido?
No, no creo que lo fue. Tuvimos el mejor resultado, pero no sé si el mejor partido. Lo que diría es que ese partido marca lo que el jugador peruano siente por la selección. Dejan todo por venir y esto fue una muestra. Incluso hubo jugadores que vinieron a sabiendas que podían quedar afuera y de hecho algunos quedaron fuera. Eso no lo hace cualquiera. Al jugador peruano le gusta jugar en la selección, compartir con sus compañeros, es feliz cuando viene y representa a su país. Eso es un valor agregado espectacular.
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—Ahora que se acabó el proceso, ¿podemos hablar de las cábalas del profesor Ricardo Gareca?
Es más un mito que una realidad. Cuando trabajas en una selección y representas, como nosotros, a más de 30 millones de peruanos, normalmente uno tiene algunos amuletos. Tú lo llamas cábalas. Pero es como una especie de protección que uno siente. Algunos se ponen una media de un color, otros ingresan al campo con el pie derecho, otros se persignan… Pero lo de las cábalas de Ricardo son más un mito popular que una realidad como tal.
—Se habló en su momento de la foto con la novia previo a dos encuentros de la selección peruana
Se dio un hecho fortuito y justamente el resultado fue positivo. Entonces cuando aparecen esas cosas, se vinculan. Pero sería imposible en cada partido buscar una novia (risas).
—¿Usted es cabulero?
No. A ver, el que es cabulero siempre repite cosas en forma permanente. Yo no. Después puedo tener algunas cosas que son como costumbres y que las repito en el tiempo porque en el fútbol a veces ganas y otras no. Ahí se acaba la cábala, imagino.
—¿El Gareca de las conferencias, tan protector del futbolista, es distinto al de los entrenamientos? ¿Cómo es él con sus jugadores?
Lo que él muestra en las conferencias es como se muestra con los futbolistas. Es un hombre que jamás va a exponer al jugador. Tiene una relación muy personalizada donde el vínculo y la exigencia es de tú a tú. Analiza los partidos de manera individual, más allá de la forma grupal. Hay un análisis que hace con el futbolista. Y con los que no juegan les muestra cómo están, cuál es su situación y qué espera de ellos. Entonces se genera un vínculo que lo maneja realmente a la perfección.
—En este proceso se habló mucho de un cambio de chip al futbolista peruano. ¿Es eso cierto? ¿Le cambiaron la mentalidad al jugador?
Cuando llegamos, una de las cosas que se decía era que el jugador peruano no podía competir dos partidos consecutivos con intensidad. Era un vox populi, y no solamente del hincha y los periodistas, sino también del entorno cercano del futbolista, lo cual era lo más grave. Lo primero que tuvimos que hacer fue demostrar que eso no era verdad.
—¿Cómo?
Se lo teníamos que demostrar con datos. Armamos una estrategia apoyados en una empresa que podía darnos información concreta y que se adaptara a las posibilidades de infraestructura de las canchas del fútbol peruano. Empezamos a analizar a la selección, a los propios futbolistas. Y lo que encontramos fue el propio jugador, al que se le machacó durante tanto tiempo y con mucha fuerza, también creía que no podía competir dos partidos seguidos con intensidad. Entonces hubo que trabajar en la parte psicológica, ya no solo era una cuestión física, sino también emocional. A su vez también hubo mucho control nutricional porque sabemos que el paladar del peruano por la comida es muy particular, y el rendimiento puede aumentar o disminuir de acuerdo a cómo uno se alimente. Se armó una plataforma multisectorial, con mucha inversión en tecnología y personal para que el futbolista crea en sus posibilidades y también acepte hacer algunos esfuerzos para que su rendimiento incremente.
—¿Cómo lo tomaron ellos?
Algunos se sorprendían con los datos. Hay una anécdota que contó Miguel Araujo. Antes de un partido en el que charlamos, él se sorprendía de sus propias posibilidades. Entonces el futbolista compraba lo que escuchaba, pero no solo mostrándole su rendimiento sino comparándolo. Nosotros no usamos solo GPS porque tenía que controlar las acciones de mi equipo y del rival, para demostrarle a mi jugador cómo está y cómo está fulanito de tal país que juega en la misma posición. Entonces uno le decía: tienes esto, estás bien acá, pero debes mejorar en esto y esto. Eso hizo que se empiecen a generar procesos de cambio en función a un análisis y con gente que los iba apoyando para que ellos puedan generar ese cambio.
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—En la última conferencia habló de áreas que no existían o eran precarias en la FPF cuando llegaron. ¿Con qué realidad se encontró en ese aspecto?
Lo que pasa es que las épocas van cambiando rápidamente. Yo trabajé en Vélez entre 2009 y 2013, no hace mucho, y no teníamos un solo GPS. El advenimiento de la tecnología es muy moderno, actual. Entonces no es que los que estuvieron antes no lo hicieron, sino que el cambio es brutal. Hay una modificación en todo este proceso muy importante desde el punto de vista tecnológico y en la necesidad de otras áreas que se fueron incorporando.
—En los últimos meses se habló de un plan de reestructuración del fútbol peruano. Un pedido público de Gareca y Oblitas. ¿Por qué no se hizo antes?
Hay dos cosas para tener en cuenta. Por un lado hay una idea de reestructuración de la parte de competencias que tiene la dirigencia y que me la mostraron antes de tener las últimas reuniones. Por otro lado, estábamos nosotros con ideas para este nuevo proceso que no se dio. Así como se hizo en la Copa Centenario, en 2016, en el que llevamos 17 jugadores del medio local, que muchos son la base de este plantel que terminó las Eliminatorias 2022, nosotros pensamos que en el medio local se encuentran los futbolistas que van a tener que ir reemplazando a esta población de jugadores que hoy están en una etapa de buen rendimiento pero en el que la mayoría pasó los 30 años. Quiere decir que en un tiempo no muy lejano la selección va a tener que renovarse. Esa renovación está en el medio local.
—¿Cómo fue planteado el proyecto?
Se planteó el rendimiento como eje central. Para elevar el rendimiento se buscaron todas las áreas que mejoran o disminuyen el mismo: aspecto físico, técnico, táctico, nutricional, centros de entrenamiento, campos de juego, árbitros y la composición del torneo. La propuesta era hacer un control por GPS de todos los partidos de la Liga 1, lo cual iba a dar una gran conocimiento de los rendimientos físicos estables de todos los futbolistas de la liga y además cómo impacta cada horario y cada zona en el rendimiento. Es decir, no es lo mismo ir a jugar a Arequipa, Ayacucho, Huancayo, Cusco o Puno. Como tampoco es lo mismo jugar a las 3 de la tarde que a las 8 de la noche. Lo mismo pasa con el calor. No es lo mismo jugar en Sullana al mediodía que hacerlo a las 5 de la tarde.
—Claro, ¿y a los árbitros también se les iba a estudiar?
Sí, porque nosotros como liga estábamos jugando 45 minutos de tiempo neto y los datos que teníamos de Copa Libertadores es que se estaba jugando casi 52 minutos. Esos siete minutos son una diferencia importante aunque no lo parezca. Por eso, lo que queríamos era colaborar con la Conar (NdR: Comisión Nacional de Árbitros) para darles datos físicos y nutricionales de los jueces para que ellos después puedan hacer las correcciones si es que había que hacerlas.
—¿Qué se buscaba conseguir con este estudio y qué se necesitaba para lograrlo?
Nosotros queríamos monitorear a todos los futbolista, al cien por ciento, desde el punto de vista física porque eso nos iba a ayudar a ver cómo está el rendimiento actual de los jugadores que nosotros creíamos que podían ser convocados y compararlos. Teníamos los datos técnicos con 32 variables y subvariables que se dividían, entre otras cosas, en el pase (de conservación, de progresión o asistencia), los duelos aéreos defensivos y ofensivos, los centros, etc. Necesitábamos saber cuándo necesitaba un equipo peruano en entrar al área y generar un gol, y cuántas veces necesitaba un equipo internacional en hacer lo mismo. Para eso íbamos a contar con doce scouts, seis más de los que teníamos. En el aspecto nutricional se iban a tomar tres muestras. Una ya se había tomado, pero quedó en el diagnóstico, en el dato. No se intervino. Esa intervención tenía que ser de la mano de Juan Carlos Oblitas.
—Entonces esta idea de reestructuración o ayuda al fútbol peruano es algo que ya se venía haciendo
Algunos aportes hemos tenido. Tuvimos reuniones con los técnicos, hicimos evaluaciones de todos los partidos que jugaron los equipos peruanos en la Copa Libertadores y la información se la pasamos a los preparadores físicos de cada club. Se traquearon 372 partidos, pero cien fueron de selección y el resto de la liga. En algún momento se llevaron cámara a la altura. Se hizo una evaluación de 470 jugadores por una nutricionista y los datos indicaban que se necesitaba modificar y mejorar el aspecto nutricional de gran parte de los participantes. Todo eso se lo volcamos a los clubes, pero no hubo un seguimiento permanente, quedó solo en el diagnóstico y eso no era lo que queríamos, por eso se había trabajado este proyecto en función a que Juan Carlos Oblitas maneje esta información y sea él quien logre que los clubes no se queden solo con nuestros datos. Yo estaba convencido de este proyecto. Jamás una federación monitoreó a su liga como nosotros lo queríamos hacer. Incluso no le iba a costar ni un peso a la FPF sino que hasta iba a haber sponsors que nos ayudarían a solventar.
—Ricardo Gareca también habló de la casi nula infraestructura que hay en el fútbol peruano para el desarrollo de los futbolistas. ¿Qué tenían pensado con respecto a eso?
Nosotros tenemos un diagnóstico de los centros de entrenamientos. Un aspecto son los campos de juego donde se desarrolla la liga. Hoy, la FIFA está promoviendo que los campos sean básicamente de arena y no de tierra, esto por una cuestión de profundidad de las raíces del césped que se planta, lo cual te da la posibilidad de tener una cantidad de hierba más resistente. El 99% de los campos en Perú son de tierra. Eso es la liga. Ahora, los clubes. No tener un buen centro de entrenamiento atenta contra el rendimiento y crecimiento del jugador, y en Perú la propia federación no tiene objetivado qué es un buen centro de entrenamiento, y mucho menos los clubes. De hecho, casi nadie cuenta con uno, pero en esto es imposible que un comando técnico de la selección haga algo.
—Se supone que la FPF tendría que intervenir en ese aspecto…
Claro. Porque nuestro trabajo era hacer el diagnóstico y trabajar con los clubes para volcarles información tan valiosa para que ellos trabajen de manera oportuna. Después, si los centros de entrenamiento son de mala o nula calidad, eso ya le corresponde a la federación legislar. Lo que nosotros proponíamos era un control permanente de esa situación legislable para que se corrija. Si tienes un mal centro de entrenamiento, un mal campo donde trabajas diario, no tienes gimnasio para mejorar la fuerza, no tienes un buen centro médico para que recupere a tus jugadores en tiempo y forma, no tienes un departamento de imágenes que te puedan generar un proceso de mejora pedagógica, entonces como club vas perdiendo terreno y todo eso se refleja en los torneos internacionales.
—¿Hubo un hecho en particular que haga que ustedes como comando técnico armen un proyecto para tratar de ayudar la competitividad en la liga y no solo ver temas de selección?
A nivel internacional, hoy a los clubes les está costando competir. Por ende, nosotros queríamos que la liga sea mucho más competitiva porque los futbolistas de acá van a ser los futuros convocados. Si Perú logra que la liga crezca, tendrá más posibilidades. Un dato que debería preocupar es que últimamente la selección es la que vende a los jugadores. Ellos se van porque pasan por la selección. En otros países no es así. Entonces se necesita que la liga como tal venda, pero para eso se necesita crecer. Y como resultado se beneficiará la selección y eso nos iba a favorecer.
—¿Es cierto que Ricardo Gareca estaba pidiendo no solo ver a la selección mayor sino todas las demás categorías?
No. El sector de menores, de cómo se forma al futbolista, le corresponde a otros encargados, para eso hay un área encargada y un director general de la FPF que toquen ese tema. No era asunto nuestro. Te lo descarto de plano, no estaba dentro del proyecto.
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—Es imposible no recordar el último repechaje. ¿Hubo exceso de confianza en la previa?
No. Pero, ¿sabes qué? No escuché en ningún análisis previo que íbamos a enfrentar a una selección que venía de jugar cinco mundiales seguidos. Nosotros en la evaluación sabíamos que, primero, era un partido único, lo cual nos generó mucho ruido. Segundo, que el representativo de Conmebol fue el único que jugó en condición de visitante el repechaje, porque nos tocó contra un representante de Asia en Asia, que ya había jugado antes en Doha, no solo en su partido ante Emiratos Árabes. Eso, de parte de la organización, no fue lo mejor. De ahí, los partidos únicos son complejos, más aún si se definen cosas tan importantes. Ellos plantearon una estrategia y nosotros no jugamos el mejor partido.
—¿Esta Australia fue mejor que la que tocó de rival en 2018?
Son contextos distintos. Ahora estaba en juego mucho más que tres puntos. Nosotros sabíamos que iba a ser complejo. Habíamos viajado a ver a Australia ante Emiratos Árabes, pero ellos tomaron una postura diferente ante nosotros y lamentablemente no pudimos vulnerar. Tuvimos dos o tres situaciones claras.
—En ese viaje a Doha para ver el Australia vs. EAU se dio la visita de Claudio Pizarro a la concentración. ¿Estaban enterados de eso?
Nos comentaron que iba a llegar. Nosotros estábamos en Doha en ese momentos. Pero nada, no hay ningún problema con eso.
—En cuanto al viaje a Doha, ¿ustedes estuvieron de acuerdo con la cantidad de pasajeros junto al plantel, incluidos familiares y personas allegadas a los futbolistas?
Fueron 141 pasajeros. Se eligió un avión que tenía una gran capacidad de primera clase, unos 40 o 41 asientos. Ese espacio, en el que estaba el plantel, estaba cerrado y no había contacto con los otros participantes. De hecho, cuando viajamos de Lima a Barcelona hubo menos gente. Y de Barcelona a Doha igual. Cuando se llegó al límite, que eran los 141 pasajeros, fue para el regreso de Doha a Lima. Pero siempre respetando a rajatabla la privacidad. No había comunicación entre jugadores y personas externas. Esa parte me tocaba a mí y lo puedo asegurar.
—¿Pero estaban de acuerdo con que se subiera en un mismo avión tanta gente?
Yo había pedido dos cosas expresamente. La primera era que el comando técnico tenía que pagar los pasajes extras; la segunda, que no iba a haber contacto entre los futbolistas y el resto. Incluso hubo dos menús diferentes. La nutricionista se encargó de la alimentación del plantel, y para el resto lo normal. Era un avión compartido, pero a su vez diferente, distante si se quiere decir.
—¿Es cierto que para el repechaje del 2017, a Wellington viajaron más de cien personas?
No. Prácticamente hubo muy poca cantidad. Fue un viaje diferente, con logística y necesidades distintas. Esta vez fuimos primero a Barcelona y luego a Doha. La elección de Barcelona fue porque solo había una hora de diferencia con Doha y el viaje duraba casi seis horas nada más.
—¿En el hotel de concentración en Doha rigió la misma regla de privacidad?
Absolutamente. Nosotros teníamos nuestro piso y no había acceso, como siempre. Jamás en selección hubo acceso a nuestro piso. No había contacto alguno.
—Pero el resto del hotel sí estaba lleno de peruanos y familiares de los futbolistas…
Algo que tienen que saber es que cuando uno va a competencias internacionales de este tipo, uno no elige el hotel que quiere. La FIFA nos había asignado dos entre los que está el que se eligió y al que visitamos y pedimos algunas reformas estructurales para que el comedor de la selección no tenga contacto con la gente. La seguridad catarí no permitía que las personas tengan acceso al comedor, habitaciones ni charlas de los jugadores. Después, el hotel estaba controlado por peruanos, pero eso era imposible de controlar.
—¿En la tanda de penales ante Australia, el orden de los ejecutantes estaba planteado por el comando técnico desde antes?
Yo estaba cumpliendo otra función, pero entiendo que los cinco penales ya estaban designados.
—¿Cómo recuerda el vestuario tras el partido contra Australia? ¿Pasó algo extraño?
¿Lo dices por la supuesta pelea? Ni vale la pena aclararlo. Pero con respecto a lo otro, fue el vestuario más triste que me tocó vivir desde que me dedico a esto. Fue durísimo. La sensación que teníamos… a ver, no lo vamos a comparar con la pérdida de una persona, pero era una sensación, en lo emocional, parecida. Era la ilusión de un segundo Mundial, habíamos mejorado en la Eliminatoria con respecto a la anterior y se veía un equipo sólido para competir.
—Pedro Aquino contó que en Qatar no hubo mensaje de despedida. ¿Han logrado hablar ahora último con los futbolistas?
Yo les mandé una noticia por WhatsApp. Algunos me respondieron directamente, otros a través de las redes sociales con mensajes que nos llena de satisfacción, algunos que estaban en Lima vinieron personalmente a charlar con nosotros. La verdad es que, yo a los jugadores, como lo dijo Ricardo, no tengo más que palabras de agradecimiento por cómo se brindaron y evolucionaron en todo este proceso.
—La última: ¿Quién es para usted, Agustín Lozano? ¿Cómo lo considera?
Prefiero que terminemos la nota.