El 2021 no ha sido el año que esperaban en Intursa, el ‘holding’ propietario de la cadena Hoteles Libertador y de Inversiones La Rioja (que tiene bajo su paraguas a los hoteles Marriott en el Perú). “Deberíamos haber facturado la mitad de lo que conseguimos en un año normal, pero solo alcanzaremos el 35%”, explica a Día1 el gerente general del grupo, Hugo Desenzani.
Sobre ese desempeño y sobre cómo se preparan para el mediano y largo plazo conversamos con el ejecutivo, en medio de una prometedora –aunque aún lenta– reactivación del turismo en nuestro país.
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—No están conformes con este año.
No. Al final del 2020 estaban abriendo los aeropuertos y creímos que para el 2021 debíamos tener la mitad de las ventas de un año normal. Después vino la segunda ola y mayores restricciones a los viajes. Los temas políticos afectaron algunos meses. Ahora, en Intursa, estamos anticipando que nuestra recuperación va a rondar el 35% de un año normal. Toca decir que el arribo de turistas internacionales al Perú va a ser el 10% de lo que fue en el 2019.
—¿Esa será también la tendencia para el 2022? ¿O esperan mejoras?
En este último trimestre hay una gran oportunidad para mejorar. La clave está en el esfuerzo que pongamos, tanto el sector privado como público, para aprovechar la oportunidad única de ganarle participación de mercado a otros países que están con sus fronteras aún más cerradas.
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—Pero con las marchas y contramarchas del mes pasado, en cuanto a los requisitos para el ingreso de los viajeros internacionales, ¿se puede ganar esa competencia?
Hay que dejar claro una cosa. Una última encuesta que manejamos muestra que el 80% de la gente no viaja por las restricciones más que por el miedo al contagio de COVID-19. Aquí hay dos factores. Uno son las restricciones en sí. Si hay un país que me pide hacer cuarentena, no voy a visitar ese país. Lo otro, es la inseguridad al cambiar constantemente de directivas. Asusta que cambie algo que imposibilita tu regreso a casa.
Debo decir que este año tuvimos algunas buenas noticias. Por ejemplo, se eliminaron la cuarentena y el protector facial para subir al avión, factores que generaban resistencia. Pero, luego tuvimos un escenario desfavorable. Al Perú se podía ingresar también con la prueba de antígenos, que es accesible; hoy solo se puede con la molecular (PCR), que es más costosa.
—¿Cómo les ha ido sin –suficientes– turistas internacionales?
Estamos agradecidos al turismo interno. Ha sido una buena oportunidad para que el peruano conozca más su propio país. Ayudó. Sin embargo, nuestra industria está dimensionada para el turismo internacional.
En cuanto a Intursa, antes el 90% del negocio era internacional y hoy el 90% es doméstico. Paracas es un ejemplo, tenemos un hotel que está lleno de peruanos, las tarifas no han caído y las ventas están bien. Algo similar ocurre en Urubamba. Hemos recibido más peruanos que nunca en esos hoteles, pero estamos lejos de tapar el hoyo que deja el turismo receptivo.
—¿Es básicamente una cuestión de volumen o también de ingresos monetarios?
En nuestro caso, el turista peruano no tiene un patrón de gastos distinto al extranjero. El problema es de volumen, más que de valor. Acá llegaban más de 4 millones de turistas internacionales por año y en el 2021 están llegando 400 mil. Será un 10%. Son 3.5 millones de personas que no vienen, es un faltante difícil de llenar.
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El ‘boom’ de Paracas y Urubamba
—Pese a Paracas y Urubamba.
Paracas ha sido la sorpresa. Ica fue muy golpeada por la pandemia y en el peor momento el hotel de Paracas estaba cerrado. Cuando las condiciones de seguridad se dieron, reabrimos con protocolos estrictos. ¿Qué sucedió? La gente llevaba meses encerrada y lo único que quería era salir. Los primeros hoteles que se reactivaron fueron los que ofrecían una alternativa de salir de casa, con un ‘rico’ ambiente, una distancia cercana y que se puede llegar manejando. El ‘check list’ los lleva a Paracas. Ya estamos alcanzando cifras de venta de épocas prepandemia.
Urubamba nos ha sorprendido también. Hay muchos limeños pasando fines de semana y feriados en el Tambo del Inka. Es un hotel de lujo, en un lugar remoto, y pensamos que iba a ser el último en recuperarse.
—Les tocó cerrar hoteles. En estos momentos, ¿da para tener todos abiertos?
Gran parte del año tuvimos hoteles cerrados, pero hoy están todos abiertos. Estamos en un punto donde conviene financieramente tenerlos abiertos. Está volviendo el turista lentamente. Intentamos que abrirlos sea rentable. Hemos mejorado las propuestas hoteleras, incorporando a los consumidores locales. En Tambo del Inka tenemos residentes de Urubamba que van a nuestro ‘spa’. En Palacio del Inka tenemos muchos cusqueños que van al restaurante. En el Westin, muchos limeños que quieren pasar una noche o que van a tomar desayuno.
Proyecciones de crecimiento
—¿Cuánto pueden crecer el 2022?
Necesitamos que entren 4 millones de turistas internacionales. Lamentablemente, las proyecciones que vimos del Gobierno nos dicen que eso no va a pasar hasta el 2025. El próximo año se espera que llegue el 30% de los turistas que llegaban antes. Estamos hablando de 1.2 millones de visitantes.
Nuestro equipo comercial es un poco más optimista. Esperamos alcanzar el 50% de nuestras ventas del 2019. El 2020 a todos les fue mal en el turismo. El 2021 hay ganadores y perdedores. Hemos visto que aquellos países que están fomentando el turismo a través de promociones y dando tranquilidad al viajero se recuperan más rápido.
—¿En qué harán foco?
Las restricciones que hay en Chile, Argentina y Brasil nos afectan, ya que son mercados importantes para alimentar el turismo receptivo. Pero se abre una oportunidad para ganar mercado corporativo de convenciones, si damos las condiciones para que la gente pueda venir fácilmente. Si eso ocurre, todo el corporativo que se hacía en esos países puede usar al Perú como su base.
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—¿La reactivación ya les está permitiendo recontratar colaboradores?
Estamos con cerca de 1.300 colaboradores. El número varió en la pandemia por contratos de plazo fijo que no pudimos renovar y por algunas posiciones de liderazgo que tuvimos que reducir. No nos pasó como a otras cadenas, que redujeron el 70% de sus planillas. No nos gustó la suspensión perfecta. Hicimos un convenio voluntario entre todos para bajarnos el sueldo. Generamos un ahorro sacrificándonos todos un poco en vez de que algunos sacrifiquen mucho.
—¿Hay espacio para el optimismo?
Tenemos una linda oportunidad para capitalizar el interés de toda esa gente que quiere viajar, pero no tiene a dónde. Tenemos una maravilla del mundo subvisitada, como Machu Picchu. Tenemos la capital gastronómica, los mejores restaurantes. Tenemos el negocio de congresos. Por primera vez tenemos la oportunidad de llevarnos una participación de mercado mucho mayor en Latinoamérica, a un costo muy bajo.
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