Leo un resumen de noticias del MEF acerca de lo bien que iría la recaudación tributaria este año, gracias a las modificaciones legales introducidas. He intentado hallar los fundamentos del cálculo o cuanto menos las razones de ese optimismo, pero o no las hay o me son esquivas.
En cualquier caso, el cálculo recaudatorio con fines proféticos –parafraseando a Houellebecq– es una costa a partir de la cual está el mar de la ambigüedad, si no del error y de allí su enorme dificultad y que siempre ocurra la demostración fáctica del anacoluto, cuando termina el año.
El hecho es que prefiero la rigurosidad de Luis A. Arias, que ha demostrado que con esas medidas tributarias no se recaudará más o se perderá recaudación, pues se ha ofrecido al contribuyente, por ejemplo, la ‘facilidad’ de salirse del sistema general y pasarse a uno tres veces menos costoso y la idea que había –hasta donde entendí, por cierto– era atraer nuevos contribuyentes y no reducir los que había.
Leo también que el FMI nos ha suministrado una consultoría para hacer modificaciones en el Impuesto Selectivo al Consumo (que no es ni el 6% del total de la recaudación y además, cerca de la mitad es combustible) cuando es obvio que ni la informalidad ni la evasión están allí, con excepción del insalubre alcohol informal.
Quizá sería mejor aprovechar la sabiduría del FMI para, de una vez por todas, articular una política laboral, tributaria y regulatoria que disminuya en serio la informalidad.
No tengo duda de que el ISC (como el sistema) merece ser revisado, pero en las actuales circunstancias y las que vendrán, suena inútil. No es como tocar la lira en esa Roma en ascuas, no exageremos, pero no pasa nada si se posterga. Incluso, habría que cargarse antes el ITAN, que es un empréstito forzoso simulando impuesto.