Tenía un perfil bajo en medios, pero no estaba muerta ni andaba de parranda. Nokia, la finlandesa famosa por ser durante muchos años la reina de la telefonía móvil, había quedado relegada de los titulares luego de vender su división móvil y ayer tomó por sorpresa a la audiencia cuando se la vio ofrecer desembolsar nada menos que US$16.600 millones por su rival Alcatel Lucent.
¿Resucito? ¿Reinició sus batallas? ¿Dio un giro? Muchas preguntas surgieron al conocerse la noticia que marcaba, sin duda, un nuevo hito en la historia de los negocios ligados a las telecomunicaciones. Lo que ha sucedido, en términos simples, es que Nokia se ha levantado de lo que se creía eran cenizas y ha dicho aquí estoy en pie de lucha y apuesto a ganar.
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Ya no pertenecen al negocio de venta de teléfonos, pero se mueven en un negocio rentable que implica grandes inversiones - proveedores de infraestructura de redes - y escoger un aliado de peso ha sido la alternativa estratégica para poder competir como se debe.
La líder de este mercado de infraestructura es la sueca Ericsson, pero tiene detrás a una compañía china muy empeñosa - Huawei - y ante ellos competirá hoy Nokia con más fuerza, por haber adquirido a la francesa Alcatel- Lucent. Los grandes beneficiados de esta operación son, según las primeras estimaciones de los analistas de Gartner, los operadores que ofrecen el servicio de telecomunicaciones, porque tendrán para elegir entre tres jugadores fuertes.
Será recién el 2016 cuando Alcatel Lucent deje de existir como tal al culminarse los pasos legales de esta transacción. Nokia será la marca que englobe a los activos de ambas empresas y aprovechará la buena fama del pasado exitoso para pelear en un negocio que tendrá un futuro prometedor debido a que el crecimiento en usuarios de smartphones y su consecuente tráfico de datos ha conllevado una enorme demanda de antenas, torres, mástiles, estaciones repetidoras y todo lo que en infraestructura se usa para soportar las comunicaciones móviles.
UNA EXPERIENCIA RECURRENTE
El mundo de las telecomunicaciones es mucho más amplio de lo que a simple vista percibimos cuando tomamos el celular y hacemos una llamada o enviamos un mensaje de texto. Muchos tipos de industrias confluyen para lograr esa comunicación, entre las cuales están los proveedores de redes, es decir aquellos que montan las antenas o tienden el cableado a pedido de los operadores móviles que brindan o venden el servicio al consumidor final.
Durante muchos años varios grandes fabricantes de redes de telecomunicaciones se dedicaron también al negocio de fabricar teléfonos (terminales, si queremos sonar técnicos) y lograron fama y fortuna hasta que gigantes de otro rubro - léase Google y Apple - vinieron con sus amigables diseños a destronarlos. Fue entonces cuando estos gigantes optaron por separarse en dos tipos de empresas: una para montar redes y otra para vender equipos. Luego de la separación ocurrió lo que suele suceder en estos casos: se vendió la parte más débil de la compañía.
Hablamos en genérico, porque el caso se aplica a varios ejemplos, entre los cuales están los europeos que esta semana acapararon titulares. Basta mirar la historia de Motorola. La mayoría de personas aquí en el país conoce la firma porque ha tenido un teléfono Motorola o conoce a alguien que tuvo o tiene un teléfono Motorola o los ha visto en los comerciales, pero desconocen que ellos también tenían redes (antenas punto a punto, por ejemplo) y que cuando la compañía fue vendida a Google y luego a Lenovo, en realidad se estaba vendiendo la división que fabricaba equipos, no la de redes, que quedo funcionando por su propia cuenta porque seguía siendo un negocio rentable.
Algo parecido sucedió con la sueca Ericcson, quien es asociada en la mente de los consumidores a la marca Sony Ericsson de teléfonos pero en realidad hoy, luego del sonado divorcio, existen como dos compañías totalmente independientes: Ericsson, que diseña y monta redes de telecomunicaciones y Sony, que vende teléfonos, además de toda otra gama de productos.
El caso de Nokia es bastante semejante. Todo mundo recuerda a la marca por sus teléfonos y cuando oyeron que se vendía a Microsoft pensaron que la compañía dejaba de existir, pero eso nunca fue así. Lo que se vendió (nada menos que por US$7.200 millones) fue la división de móviles, no el negocio de redes, pues era esta primera la que traía a la finlandesa con las cuentas al rojo vivo al no haber previsto los giros en el consumo y haber defraudado las expectativas de los usuarios móviles.
Alcatel Lucent también tiene una historia semejante. Nació en París, en el lejano 1898 y tras muchas variaciones y compras y ventas, se consolidó como un proveedor de hardware, software y servicios para las telecomunicaciones. Durante el apogeo o despertar masivo de la telefonía móvil se aventuró al negocio de la fabricación de equipos celulares en sociedad con una multinacional china TCL, pero en un año se dieron cuenta que el negocio no funcionaba como esperaban y el 2005 vendieron su división Alcatel Mobile Phones a TCL, quien es el que hasta ahora fabrica los teléfonos Alcatel One Touch. Ambas compañías tienen nombres comunes, pero son completamente independientes y no, los teléfonos de Alcatel One Touch no pasarán a ser propiedad de Nokia, solo el negocio de infraestructura de su ex-socio.