El reporte anual de la industria del dinero móvil de la asociación de los operadores móviles (GSMA) da cuenta de cómo la pandemia ha dado un tremendo empujón al uso del dinero móvil en el mundo. América Latina y el Caribe muestran las mayores tasas de crecimiento, pero siguen muy rezagados como región frente a África Subsahariana o Asia. En América Latina y el Caribe comenzamos tarde, con relativo poco empeño y con limitada acción colectiva.
Los datos son indiscutibles. Hoy, en el mundo hay más de 300 iniciativas de dinero móvil operando, con más de 1.200 millones de cuentas (13% más que en el 2019), de las cuales 300 millones están activas (17% más que el año pasado). El volumen anual transado supera los US$767 mil millones, 22% más respecto al año anterior.
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América Latina y el Caribe reportan 16 millones de cuentas activas, un incremento de 67% respecto al 2019. En el 2020, el volumen transado en cuentas de dinero móvil casi llegó a US$20 mil millones (30% más que en el 2019). Avanzamos rápido porque venimos de muy atrás. Ojo que el reporte tiene datos solo de algunos países (no incluye al Perú), pero lo útil son las tendencias que muestra.
Si bien el sistema de pagos digitales avanza, mantiene todavía una parte importante atada al uso de dinero en efectivo. A escala global, el 24% del monto transado en dinero móvil se refiere a transacciones de cash in –alguien va con efectivo y lo deposita en una cuenta de dinero móvil, sobre todo en un agente– y un 19% adicional a transacciones de cash out –alguien retira efectivo de su billetera móvil–. Así, el 43% de lo transado en el ámbito global vía billeteras móviles aún requiere efectivo. En América Latina y el Caribe, más rezagados, un 52% entra o sale en efectivo.
En América Latina y el Caribe, el 23% del dinero que se mueve a través de billeteras va de personas a personas (transferencias); el 16% son depósitos masivos (bonos, por ejemplo) en billeteras móviles; solo un 8% son pagos (compras, pago de servicios, recargas telefónicas, etc.); y 1% son remesas.
El reporte trae dos novedades que destacar: un aumento de las transacciones entre cuentas bancarias y billeteras móviles, lo que demuestra la complementariedad entre dinero móvil y sistema financiero; y un creciente uso de sistemas digitales para el envío de depósitos masivos de gobierno –o de privados– como los bonos por el COVID-19. Tremenda oportunidad de digitalizar los pagos de los gobiernos a las personas y de ampliar la inclusión financiera.
En el Perú, estamos recién comenzando. Nos ha costado mucho que estos sistemas despeguen, pero ya están acá, hay varios y podemos aprovecharlos más. Hay oportunidades derivadas de las tendencias globales: articular mejor la oferta, para lo cual la interoperabilidad de los servicios es la clave –entre billeteras y entre estas y las entidades financieras–, y masificar el acceso a estos medios transaccionales. La cuenta DNI del Banco de la Nación puede jugar un rol decisivo en ello.
No desaprovechemos las tendencias y lecciones globales, ni la oportunidad que la crisis pandémica nos ha abierto. Más pagos digitales, más conexión digital en nuestras finanzas, es positivo para los ciudadanos, la economía, y para cuidarnos del COVID-19.
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