Trump asegura que quiere cambiar el sistema migratorio de EE.UU. para que entren más trabajadores cualificados y menos familiares de inmigrantes. (Foto: AFP)
Trump asegura que quiere cambiar el sistema migratorio de EE.UU. para que entren más trabajadores cualificados y menos familiares de inmigrantes. (Foto: AFP)

Quienes seguimos los vaivenes de los mercados estamos expuestos a un enorme flujo de información. Tratamos de estar al tanto de todo lo que ocurre en el mundo, no solo en el plano financiero sino también en el político e incluso el geopolítico.

Frecuentemente el problema es poder “filtrar” las noticias para concentrarnos en lo esencial y descartar todo lo demás, especialmente aquello que puede causar mucho ruido, pero cuya injerencia en la trayectoria de los mercados es mínima. La idea es poder ver el bosque completo sin detenernos demasiado en cada uno de los árboles. Y dos árboles muy grandes son las mid-term elections (elecciones en las dos cámaras del Congreso de EE.UU.) de noviembre. El presidente, rompiendo con el protocolo, ha decidido involucrarse y participa activamente haciendo campaña en favor de los candidatos republicanos más vulnerables de perder frente a sus pares demócratas.

Si bien el resultado final de las elecciones es incierto, todo apunta a que los republicanos mantendrán su mayoría en el Senado pero probablemente le cederán el control de la Cámara Baja a los demócratas. En todo caso, un Congreso más dividido no debería tener un impacto pronunciado ni en la economía ni en los mercados.

En el peor de los casos, un Congreso más dividido podría tener el efecto de reducirle el campo de maniobra al Poder Ejecutivo, posiblemente trabando nuevas iniciativas que Trump pueda tener. Los mercados no verían con malos ojos que se mantenga el statu quo por dos motivos. El primero es que a los mercados no les gusta la incertidumbre.

Si Trump queda atado de manos y todo sigue como está, la cuota de incertidumbre desaparece y los índices pueden mantener su camino ascendente. El segundo motivo es que la gran reforma del gobierno de Trump, la del régimen tributario que redujo significativamente las tasas impositivas, ya se dio el año pasado. Sus frutos los estamos viendo en este 2018, con grandes mejorías en los resultados corporativos. Si la reforma tributaria no se hubiese dado aún y su aprobación estuviese supeditada a los resultados de las elecciones de noviembre y a que los republicanos mantengan el control de las dos cámaras, los mercados estarían mucho más susceptibles al ruido político que por estos días domina la narrativa de la prensa.

Saliendo de EE.UU., Europa sufrió en agosto. Un mes que ya venía mal, empeoró durante la última semana después de la entrevista que la agencia Bloomberg le hizo a Donald Trump. En ella, Trump dijo que, en términos de sus prácticas comerciales, la zona euro es casi tan mala como China y rechazó el ofrecimiento europeo de eliminar totalmente los aranceles para la industria automotriz.

Aun cuando el presidente norteamericano cantó victoria tras su reunión de julio con Jean Claude Juncker, parece que las negociaciones con Europa regresan a fojas cero. Pero eso no fue lo único que sacudió al Viejo Continente. Contra todo pronóstico y a pesar de interminables horas de negociación, aún no hay un acuerdo de ‘divorcio’ firmado entre el Reino Unido y la Unión Europea (UE).

La fecha límite para que el Reino Unido salga de UE es marzo del 2019 y los analistas especulaban que a estas alturas las partes ya habrían llegado a un acuerdo. El riesgo para los mercados es que lleguemos a marzo sin una hoja de ruta de lo que pasará entre los ex cónyuges.

Un ‘brexit’ sin acuerdo generaría mucha incertidumbre: ¿Qué pasará con el comercio entre la UE y el Reino Unido? ¿Cuál será la situación migratoria de los ingleses en Europa y de los europeos en Inglaterra? ¿Qué pasará con la industria bancaria global que está muy arraigada en Londres? Mientras tanto, el gobierno de Theresa May flaquea y los mercados europeos, también.

Por si esto fuera poco, el ‘impasse’ diplomático entre EE.UU. y Turquía llevó a que los turcos recibieran fuertes sanciones económicas. Flaco problema para un país que antes de esto ya estaba en graves problemas con la inflación descarrilada y un nivel de tasas artificialmente bajo para fomentar el crecimiento económico.