María Rosa Villalobos

El mundo digital no camina, corre. La regulación tiene (y debe) acelerar el paso si quiere alcanzar al rápido desarrollo tecnológico que le lleva bastante ventaja. Pero, ¿qué tipo de regulación del ámbito digital se debe impulsar (primero)? Concentrémonos, por ejemplo, en los pagos digitales.

En la región, Pix es un claro ejemplo de éxito en cuanto a adopción. Esta iniciativa desarrollada por el Banco Central de Brasil permite la inclusión financiera, pues habilita pagos de manera instantánea mediante códigos o un QR. Dado el tamaño del país vecino, los avances de Pix son enormes. De hecho, existen en el Perú soluciones privadas similares con el mismo propósito. Sin embargo, tanto el presente como el futuro albergan distintas y variadas opciones de pago que tienen todavía mucho camino por delante, no porque no funcionen correctamente, sino porque es bastante probable que continúen cambiando con el paso del tiempo.

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Las criptomonedas o ‘cripto’ son otro ejemplo de plataforma de pago, pero también de vehículos de inversión que por el momento no cuentan con un marco regulatorio estandarizado a nivel global. Si bien es cierto que países como El Salvador y Venezuela han oficializado el uso de criptomonedas en sus economías, para la mayoría de países, este activo no tiene correlativo en el mundo físico. Es decir, quien decida apostar por las criptomonedas debe estar seguro del riesgo que busca o quiere tomar. La pregunta es si se debe buscar regular las cripto o, más bien, pensar en otras alternativas.

"Bahamas, por ejemplo, ya cuenta con su propio CBDC y países como el nuestro ya están trabajando en un borrador para trazar la ruta de una moneda digital. Lo que hace de alguna manera sencillo el entendimiento de estos nuevos activos, es que serían equivalentes al valor de una moneda específica"

Eso último es algo que los bancos centrales del mundo han venido haciendo. Quien crea que se han quedado con los brazos cruzados mientras ven a las cripto pasar está equivocado. Estas entidades se encuentran en pleno proceso de investigación o implementación de monedas digitales llamadas CBDC’s, que coexistirían con las criptomonedas. Bahamas, por ejemplo, ya cuenta con su propio CBDC y países como el nuestro ya están trabajando en un borrador para trazar la ruta de una moneda digital. Lo que hace de alguna manera sencillo el entendimiento de estos nuevos activos, es que serían equivalentes al valor de una moneda específica. Es decir, un sol sería equivalente a un CBDC. Al tener un correlativo en el mundo físico, la estructura del mercado como lo conocemos hoy no cambiaría de manera drástica y de hecho, se podría contar con más información sobre cada transacción, se podría lograr una mayor eficiencia y hasta se podría transaccionar más rápidamente entre países.

¿Las CBDC y las cripto podrán coexistir o un sistema vencerá al otro? Queda poco para averiguarlo. De lo que sí se tiene certeza es que el concepto de inclusión financiera está ya alejado de la necesidad de ser el titular de una cuenta bancaria.



María Rosa Villalobos Editora de Economía y Día 1 de El Comercio