Sandra Belaunde

Lo que sucede con la economía del país es interés de todos porque a todos afecta; sin embargo, no todos hablan economía. Las palabras técnicas y los números grandes pueden llamar la atención, pero no son fáciles de procesar. El profesor de la Universidad de Stanford, Chip Heath, nos recuerda en su libro ‘Make Numbers Count’ que los números no son nuestra lengua materna. Si no hablamos números con facilidad, mucho menos, economía. Para muchos es un idioma desconocido. No es una mirada paternalista, es humana. Nuestro cerebro puede procesar bien números muy bajos, del uno al tres, y con un poco de esfuerzo hasta el cinco. Somos mucho mejores para procesar imágenes.

He ahí la importancia de hablar de una forma que todos podamos entender. Como dice Heath, simplemente hay que traducir números grandes a números pequeños; o incluso mejor, a objetos, espacios, personas u otros conceptos familiares. La misma idea se puede aplicar en la comunicación de conceptos y medidas económicas.

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Hay muchas medidas que buscan resolver problemas económicos o sociales atacando los síntomas comunes, que son conocidos por la mayoría de los peruanos; síntomas que son conceptos e imágenes familiares que rápidamente se entienden. Por eso son medidas populares, son fáciles de procesar al ser comunicadas. Atacar los síntomas no resuelve el problema, hay que atacar la raíz. Sin embargo, atacar el problema de raíz no es posible si los ciudadanos no lo entienden y no lo apoyan. Por eso, es muy importante traducir las medidas a números, imágenes y conceptos que todos podamos procesar.

Por ejemplo, medidas que buscan poner tope a precios de productos y servicios son populares porque es fácil visualizarnos pagando menos por un producto determinado. Lo que no se comunica tan directamente es que de cinco personas que antes compraban ese producto, ahora una no podrá hacerlo.

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Asimismo, cuando se habla de derechos laborales, el concepto suena bien porque todos queremos más derechos. Sin embargo, en el Perú, de diez personas, siete tienen un empleo informal; más derechos laborales para los pocos que tienen empleo formal puede significar que de esas diez personas, dos tendrán más derechos y una se quedará sin trabajo formal.

Otro ejemplo son los famosos subsidios. Estos deben ser focalizados porque si no lo son, de los S/10 que se gastan en subsidios, S/6 van a personas que lo necesitan y S/4 a aquellas que no.

Mi último ejemplo no es económico, pero sí muy visual. Cuando estuve embarazada, pude seguir el crecimiento de mi hijo con una ‘app’ que, en vez de hablarme en milímetros y luego en centímetros, cada semana me decía que mi pequeño era del tamaño de una fruta o vegetal. Pasó de ser del tamaño de una semilla de ajonjolí, a una lenteja, un limón, una manzana y, aunque todavía me cuesta creerlo, llegó a ser como una sandía.

Traducir los números grandes, los conceptos y las medidas económicas no es un reto fácil, pero es necesario hacerlo. Crear políticas públicas correctas o evitar las ineficaces es como correr una maratón, comunicarlas bien son los últimos cinco kilómetros.

Sandra Belaunde Gerente de Estudios Económicos de ASBANC