La inoperancia e inefectividad de décadas del CNT para generar empleo adecuado es resultado, en parte, de un diseño institucional que da voz titular a actores secundarios. (Foto: USI)
La inoperancia e inefectividad de décadas del CNT para generar empleo adecuado es resultado, en parte, de un diseño institucional que da voz titular a actores secundarios. (Foto: USI)
Carlos Ganoza

El Perú es un país notoriamente sobrediagnosticado en términos económicos en casi todo menos en una de sus aflicciones más agudas y particulares: la .

Tenemos el triste honor de ser el país de ingreso medio con mayor informalidad en el mundo, y eso hace que sea difícil importar recetas de otros países que tienen niveles de informalidad mucho menores.

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Como consecuencia, las opiniones sobre las causas y remedios de nuestra informalidad son tan comunes y diversas como las recetas para volver a clasificar al Mundial. Hay tres falacias prevalentes sobre la informalidad que oscurecen la discusión.

La primera es que el crecimiento económico cura la informalidad. Falso.

Durante la década dorada (del 2003 al 2013) el Perú creció más de 6% al año en promedio –el doble del promedio de los últimos 50 años– y la informalidad casi ni se movió.

La segunda es que la informalidad no importa, solo importa la productividad. Falso.

El crecimiento económico sostenido es creado por la interacción de emprendedores, trabajadores, capital y tecnología. Todos estos elementos son combinados en la empresa privada, que es el vehículo que la sociedad moderna ha inventado para producir valor.

Si queremos entender cómo está creando riqueza un país, tenemos que entender qué está ocurriendo en sus compañías. En una economía saludable, las compañías que mejor combinan estos elementos son más productivas, en consecuencia crecen más y emplean más gente. En Estados Unidos, la economía más competitiva del mundo, más del 70% del empleo está en firmas de más de 50 trabajadores (más del 50% en firmas de más de 250 trabajadores).

En el Perú ocurre casi lo contrario, el 80% del empleo está en firmas de menos de 50 trabajadores, donde la gran mayoría son informales. La informalidad está íntimamente ligada a esta extraña concentración del empleo en empresas pequeñas, ignorarla para reenfocar el asunto en productividad sería como decir “lo que importa no es el cáncer del paciente, sino su salud”.

La tercera falacia es que la solución pasa por facilitar el crecimiento de las pymes para que se formalicen. Esto puede ser bueno por otros motivos, pero no es la cura de la informalidad. Esta receta tiene como premisa que las pymes son productivas, pero no crecen porque enfrentan costos demasiado altos para crecer (impuestos, regulaciones, etc.). Sin embargo la evidencia es lo opuesto. Si las empresas pequeñas fuesen productivas, la productividad por trabajador en el Perú sería alta, ¡y es bajísima! Más bien, la poca productividad se concentra precisamente en las empresas pequeñas.

El problema está en que las empresas grandes y productivas no pueden absorber trabajadores de las firmas pequeñas. De alguna manera es como si los trabajadores estuviesen atrapados en empleos informales de baja productividad. La informalidad es una trampa que impide la reasignación de recursos y la creación de riqueza.