(Bloomberg). Aunque los méritos de la inmigración están siendo impugnados por políticos en Europa y Estados Unidos, los datos muestran que la economía de Canadá ya se volvió completamente dependiente de los inmigrantes para el crecimiento laboral.
La cantidad de residentes permanentes empleados en Canadá aumentó a 261.200 en el año finalizado en mayo, un 6,6% más en relación al año anterior, según datos de la agencia nacional Statistics Canada. Los trabajos desempeñados por canadienses nacidos en el país bajaron 93.300 durante dicho periodo. Aunque los datos solo se remontan al 2006, si la tendencia se mantiene marcaría la primera desaceleración anual fuera de una recesión para los canadienses nacidos en el país en décadas.
Esto refleja dos cosas. La caída de los precios de los productos básicos está alejando la actividad económica de las regiones de recursos con menores poblaciones de inmigrantes, como Alberta, hacia los centros urbanos con mayores concentraciones de trabajadores nacidos en el extranjero como Toronto y Vancouver.
Sin embargo, lo más destacado es que los datos muestran que el alcance de la población del baby boom de personas nacidas en Canadá está envejeciendo y dejando la fuerza laboral, incluso en sus ciudades en expansión. Canadá ya llegó al punto crítico demográfico y sin inmigrantes –quienes tienen un perfil demográfico mucho más joven–, no habrá crecimiento.
De alguna forma, Canadá es parcialmente un caso de prueba para la inmigración, pues está envejeciendo más rápido que la mayoría de los países industrializados y depende más del empleo de nacidos en el extranjero que muchos otros países ricos, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos.
En Toronto, el porcentaje de inmigrantes en la fuerza laboral de la ciudad ha superado el 50% durante los últimos ocho meses.