La convulsión política que hemos atravesado este año nos ha golpeado de manera importante. Como muchos analistas han señalado, este fenómeno es resultado de las deficientes instituciones políticas con las que contamos. La incertidumbre generada ha provocado que las proyecciones de crecimiento hayan sido revisadas a la baja a lo largo del año. El futuro es incierto aún, pero siempre tenemos esperanzas.
Sin embargo, es importante levantar la cabeza y dejar de mirarnos a los pies e ir más allá. Esto nos lleva a pensar en el largo plazo y el crecimiento de nuestro país en las siguientes décadas. Como hace más de 30 años lo dijo el premio Nobel de Economía Robert Lucas: “Una vez que se empieza a pensar en estos temas [el crecimiento y las políticas que lo impulsan] es difícil pensar en otra cosa”. Ello, porque el impacto en el bienestar de las personas que tiene el crecimiento es quizá el más importante de entre todos los posibles candidatos. Debemos ser claros: sin crecimiento económico no hay posibilidad de mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Es la base de la generación de recursos para las personas, para el Estado y para sentar las bases de un proceso de mejora del bienestar sostenido.
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Entre muchos de los factores que impactan en el crecimiento están la inversión privada, la inversión pública, el desarrollo del capital humano, y el gasto en investigación y desarrollo. En los últimos años ha empezado a darse un mayor énfasis a lo que en economía se denomina instituciones. Aquí debemos hacer una aclaración porque las instituciones no se refieren a organizaciones, sino a la forma de hacer las cosas. Si, por ejemplo, el modo de obtener un contrato con el Estado implica el pago a un funcionario, podemos decir que la corrupción es una institución.
Las instituciones son importantes porque permiten que se desarrolle la confianza y que cada vez se puedan hacer transacciones económicas más complejas que generen mayor valor en la sociedad. De esa manera, toda la economía se ve beneficiada.
Hoy, cuando hablamos de las reformas políticas necesarias para solucionar los problemas que vivimos, es importante señalar que estas normas son un factor importante para crear institucionalidad, pero no lo son todo. Tenemos que crear una cultura que permita reducir los incentivos a los comportamientos que afectan la confianza en el Estado, que es la raíz de los problemas.
Uno de los temas que es necesario poner sobre la mesa es el impacto que todo esto tiene sobre la economía. Como sabemos, si se pierde la confianza, se afectan las expectativas de los inversionistas y consumidores. Las cuerdas paralelas se han ido debilitando con el paso de los años. Por ello vamos a hacer algunos ejercicios y mostrar los efectos que tiene esta crisis política. Para ello tenemos que señalar algún punto de partida, por ejemplo, el 2016. Esto lo comparamos con un universo paralelo en donde todo hubiera funcionado bien desde dicho año. En este caso, hemos supuesto que el PBI hubiera crecido un 5% hasta el 2021 y luego un 4% desde el 2022 hasta el 2030. El otro escenario implica tener las pobres tasas de crecimiento que se han observado desde el 2016 hasta el 2021, y de allí en adelante suponer que la economía siga en un mediocre 2% de crecimiento. Esto implica mantener la situación actual hasta el 2030.
Los resultados son impresionantes. Al 2030, el PBI, en el universo paralelo donde todo funciona más o menos bien, sería 27% superior al del escenario base. Los datos utilizados para estos cálculos no son descabellados porque crecer a 4% entre el 2022 y el 2030 ubica la tasa de crecimiento un poco por encima del potencial. Imaginemos qué ocurriría si la situación fuera óptima para el crecimiento. Y veamos otro ejemplo. Si entre el 2030 y el 2080 creciéramos a 5% y lo comparamos con una situación como la actual, de 2% de crecimiento, veríamos que al 2080 la producción se multiplica más de 11 veces en el mejor escenario; mientras en el escenario mediocre, el producto solo se multiplicaría por 2,69.
Estos resultados nos deben llamar a la reflexión. Los daños de la actual falta de instituciones son muy importantes y los efectos pueden alcanzar a las siguientes generaciones. Urge hacer las reformas políticas y económicas necesarias para potenciar el crecimiento. No es broma.
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