Por su edad y el riesgo de contagio, Óscar Saavedra evita salir de casa. De no ser por esa restricción, él continuaría trabajando como vendedor itinerante de sánguches en el colegio Inmaculada y en la playa El Silencio, una en la que estuvo presente todos los veranos, desde 1995 hasta el 2020, bajo el lema: “Dejando una huella en el universo y en la arena de la playa El Silencio”.
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