La poeta, ensayista y traductora polaca Wisława Szymborska (Kórnik, 2 de julio de 1923 - Cracovia, 1 de febrero de 2012) pensaba que el talento literario no es uno de masas, que es uno entre muchos, y que, si no se tiene, se puede tener otros. Ella, por supuesto, lo tenía. Y lo cultivó con delicadeza, humor, sofisticación y la cálida sencillez de la cotidianidad. Aunque en Polonia el don de su palabra era conocido, su obra se abrió al mundo en 1996, cuando la Academia sueca le otorgó el Nobel de Literatura “por la poesía que con precisión irónica permite al contexto histórico y biológico salir a la luz en fragmentos de la realidad humana”. Hasta entonces, según cuenta el periodista José María Plaza, solo se podían leer en español 22 poemas suyos, dispersos en revistas de Cuba, México y España.
Esta semana la querida Szymborska cumpliría 95 años, y a propósito de eso vale la pena revisar el más reciente libro suyo, publicado en marzo por Nórdica. Correo literario o cómo llegar a ser (o no llegar a ser) escritor es una compilación de su trabajo publicado en el semanario Życie Literackie (‘Vida literaria’). No se trata de la reunión de sus poemas o ensayos, sino de breves textos que aparecían en una sección de dicha revista llamada “Correo literario”, dedicada a responder a los autores que enviaban sus obras a la redacción. Una de las dos personas que llevaba esa sección era Szymborska.
La edición polaca del libro salió el 2000. Demoró 18 años en aparecer en nuestro idioma.
—Lecturas (no) obligatorias—
El prólogo de la edición en castellano, escrito por los traductores responsables Abel Murcia y Katarzyna Moloniewicz, pone en evidencia la importancia de este libro desde sus primeras líneas: “El lector interesado en Wisława Szymborska y que haya leído no solo su poesía, sino también algunas de las entrevistas publicadas, etc., puede haber llegado a la conclusión —por otra parte acertada— de que Szymborska evitaba emitir juicios sobre la literatura [...]. Correo literario se trata probablemente de la obra que deja entrever de forma más directa algunas de las ideas sobre la literatura que tenía la Nobel polaca”.
Para entender de qué estamos hablando, basta leer su respuesta a un aspirante a escritor que envió su trabajo bajo la firma de Ludomir:
“Por los poemas que nos envía llegamos a la conclusión de que está enamorado. Alguien dijo que todos los enamorados son poetas. Pero probablemente es una exageración. Le deseamos todo tipo de éxitos en su vida personal”.
Teresa Walas, crítica literaria, gran amiga de la poeta y responsable de la edición polaca del libro, entrevistó a Szymborska a propósito de la publicación de Correo literario en Polonia. La conversación aparece traducida en esta edición, e incluye preguntas como “Y cuándo tenías ante tus ojos la obra de un indefenso y tembloroso candidato a debutante, ¿no te sentías un ser despiadado?”. A ello la polaca le responde: “¿Despiadada? Yo también empecé con poemas y con relatos malos. Y sé que eso de que te echen un jarro de agua fría en la cabeza tiene efectos terapéuticos. Cuando fui realmente despiadada fue cuando alguien que decía ser maestro de escuela escribió en su carta ‘adición’ con s”.
En otra parte de aquel diálogo, y refiriéndose a quienes les respondía, la poeta dice: “intentaba que entendieran cosas elementales, los animaba a que reflexionaran sobre el texto recién escrito, a que fueran mínimamente críticos consigo mismos. Y, lo más importante, los animaba a leer libros. Igual soy una ilusa, pero espero que algunos de ellos hayan conservado esa maravillosa costumbre toda la vida”.
—Más lecturas (no) obligatorias—
Es un lujo entrar al mundo de Szymborska a través de sus palabras. Acostumbrada a mantener su privacidad, tras recibir el Nobel se vio asediada por periodistas de todo el mundo. Buscó siempre la forma de protegerse porque pensaba que “confesarse públicamente es como perder tu propia alma”. Tal vez su idea de cómo debía uno exponerse al mundo se entienda en su poema “Currículum”, que en su introducción reza: “Sea cual fuere el tiempo de una vida/ el currículum debe ser breve./ Se ruega ser conciso y seleccionar los datos,/ convertir paisajes en direcciones/ y recuerdos confusos en fechas concretas”.
En cambio, atesoraba la cotidianidad. Como si no tuviéramos suficiente ejemplo de ello en su poesía, lo recordó durante su discurso de aceptación del gran premio: “En el habla cotidiana, la cual no recapacita sobre cada palabra, usamos expresiones como ‘la vida común’, ‘los acontecimientos comunes’... Sin embargo, en la lengua de la poesía, donde se pesa cada palabra, ya nada es común. Ninguna piedra y ninguna nube sobre esa piedra. Ningún día y ninguna noche que le suceda. Y sobre todo, ninguna existencia particular en este mundo”.
Visto así, Wisława Szymborska estaba convencida de que, al parecer, los poetas tendrán siempre mucho trabajo.