[Ilustración: Manuel Gómez Burns]
[Ilustración: Manuel Gómez Burns]

                                COMISIÓN DE TRABAJO
    “BODAS DE PLATA” Colegio Santísimo Nombre de Dios
                                     Promoción XLVIII


Acta de reunión
Lugar: restaurante El Cangrejo
Fecha: 15/3/2015

Asistentes: Hugo Castro, Claudio Herrera, Francesco Ubilluz, Sergio Zavala, Víctor Yépez, Eduardo Núñez, Pablo Armas, Washington Jiménez, Óscar Vivanco, Pedro Garatea, Sebastián Mendoza, Claudio Herrera, Iago Estrada, Alberto Barragán.

Se agradece la puntualidad de Sergio Zavala Freire, quien fue el primero en llegar y resguardar nuestra mesa “con uñas y dientes”. Se agradecerá la puntualidad de todos en futuras reuniones, ya que algunos llegaron con más de una hora de retraso, perdiéndose parte importante de la reunión de trabajo, además de las yucas fritas de cortesía que sirvieron al inicio.

Se establece la fecha tentativa del 17 de diciembre para la celebración de los veinticinco años de haber salido del colegio (¡qué viejos que estamos!). Víctor Yépez manifiesta su desacuerdo, ya que ese día es el onomástico de su señora madre.

Se acota que la idea es festejar no solo las bodas de plata (magno evento), sino todo un año de múltiples reuniones celebratorias y conmemorativas, teniendo en cuenta que algunos compañeros promocionales no podrán participar de la totalidad de los eventos festivos. Todos asienten dando conformidad.

Pablo Armas sorprende a todos con una idea bastante sugerente y atrevida: ir a las bodas de plata con nuestro querido y recordado uniforme de colegio (insignia incluida), idea que no tiene mucho eco entre los presentes.

Óscar Vivanco plantea que debemos tener por lo menos seis o siete reuniones de trabajo para preparar como se debe el Magno Evento. Francesco Ubilluz ofrece su domicilio de forma desinteresada para que sea la Gerencia Operativa de Gestión, ofrecimiento que es correspondido con una salva de aplausos en honor a Francesco.

La reunión termina con una nota triste: Pedro Garatea manifiesta haberse enterado del sensible y trágico fallecimiento de nuestro querido compañero de promoción Fernando Luque Fuenzalida (conocido en la época colegial con el apelativo de Chupete de Brea y Negro Gordo). Sebastián Mendoza sugiere que, como primer acto conmemorativo del Magno Evento, se debería realizar una visita conjunta al cementerio con diversos arreglos florales. Claudio Herrera se encargará de contactar a la familia de Luque para saber con precisa exactitud la locación de su último sepulcro. Todos asienten dando su conformidad, y se procede a elevar una oración por el alma de nuestro querido compañero Fernando.

                                                    * * *
Luque se despierta sabiendo que es lunes, una mierda de lunes, ¿quién habrá inventado los putos lunes? Recuerda, como cada inicio de semana, esa canción que a veces escucha en la radio: I don’t like Mondays, tell me why. (Mil, mil razones por las cuales no le gustan los lunes, no acabaría nunca). El despertador continúa con su grito ensordecedor hasta que Luque lo apaga de un golpe. Ponerse el uniforme y salir. Yo vaca, yo cerdo, me pongo el uniforme y salgo.

Luque usa talla de pantalón 38 y ya casi no le entra. Haz dieta, le dice su mamá; haz dieta, le dice la tía, el primo, el novio de la hermana. Soy un gordo feliz, dice Luque, y en verdad se divierte bailando salsa en su barrio de Surquillo, moviéndose al ritmo de Eddie Santiago y Héctor Lavoe, se divierte mucho, canta, baila, pero se siente solo. Y gordo como una ballena de las que vio en un documental hace pocos días.

Soy feliz, dice, pero en realidad no es feliz. Se mira frente al espejo y siente asco al ver esos rollos, esa barriga, ese cuerpo oscuro y enorme que lo avergüenza tanto. No, no quiero ir al colegio.

Lunes, lunes y otra vez lunes. Luque ya está con su uniforme (camisa blanca, pantalón gris), que deja ver una barriga monumental, una panza digna de un mandatario árabe o algo parecido, Luque subiendo al ómnibus que lo va a llevar a ese colegio, aunque le pese.

No quiero, mamá, no quiero.
Pero ahí está Luque, el Gordo Luque, entrando por la puerta principal, cargando su humanidad como un camión malogrado, acordándose de que no hizo la tarea de Matemáticas o de Historia Universal, ¿alguien tiene un cuaderno, por favor?

No, nadie tiene. Nadie quiere ayudar a Luque, ni los chancones, ni los otros, ni nadie.

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NARRATIVA

Bodas de plata
Lorenzo Helguero
Editorial: Narrar
Páginas: 90
Precio: S/39,00

Qué jodido ser negro, dice Guerra; qué jodido ser gordo, dice Vivanco. Y tú eres las dos cosas: negro y gordo, gordo y negro. Estás cagado, compadrito. Por lo menos adelgaza, dice Herrera; qué hembrita vas a conseguir con ese cuerpo, con esa cara de chancho estancado. Si yo fuera como tú, preferiría estar muerto, dice Barragán.

Ha tratado de bajar de peso, por supuesto, pero no puede resistirse al arroz con pollo que hace su mamá, a las galletas de chocolate que hace su abuela, a los dulces que venden en la bodega de la esquina. Una vez tuvo la fuerza de voluntad para comer solo frutas y verduras, pero no pudo aguantar más que dieciocho horas: a las tres de la mañana se despertó con un hambre caníbal y tuvo que zambullirse en la refrigeradora a buscar lo que había. Con una mezcla de felicidad y tristeza, se comió tres sándwiches de pavo, una tortilla de jamonada y medio King Kong que había mandado el abuelo desde Trujillo.

Su gordura lo hace sentirse deprimido. Varias veces ha hablado con la psicóloga del colegio: rubia, veinticinco años, un cuerpo precioso que dibuja en sus cuadernos de Lenguaje y Matemáticas, una cara de ángel caído y vuelto a caer. Se llama Julieta y es la mujer que lo turba desde los catorce años: sus sábanas tienen ese nombre.

Luque siempre le dice lo mismo: que es negro, que es gordo, que nadie lo quiere como es.
—No digas eso, Fernando, tú sabes que tu familia te quiere. Tienes una mamá maravillosa, una abuela que es...
—Pero en el colegio todos me odian porque soy gordo y soy negro. No tengo amigos, señorita. Estoy solo, realmente solo.
—Lo primero que debes hacer es aceptarte a ti mismo. Si no lo haces tú, ¿cómo esperas que los demás lo hagan?
—Es que lo que pasa es que soy negro y...
—No eres el único chico de color en el colegio, Fernando. Yerson Valdivia es de raza negra y no ha tenido ningún problema en adaptarse; más bien, según creo, es un chico bastante popular.
—Es que él juega fútbol y está en la selección del colegio, pues, señorita, eso no cuenta. Usted sabe que el problema de mi gordura...
—¿Conoces a Sebastián Mendoza?
—Sí, pero...
—Es más gordo que tú y nunca ha tenido ningún problema de adaptación. A lo que me refiero es que si pensaras en...
—Es que yo soy gordo y negro, señorita.
—Bueno, Fernando, bajar de peso está en tus manos. Nunca vas a dejar de ser un chico de color; eso lo tienes que aceptar. Pero lo de la gordura depende de ti y solo de ti.

Las conversaciones terminaban normalmente con una promesa: Fernando iba a hacer dieta y también ejercicios, por supuesto.

Esa vez estaba seguro de que iba a cumplir la promesa. Se despertó a las cinco de la mañana y casi sin tomar desayuno (solo un jugo de papaya y medio plato de recalentado de frejoles) salió a correr por las calles del barrio. Los primeros veinte metros los corrió a una velocidad increíble. Después empezó a aminorar la velocidad hasta caminar y casi arrastrarse sobre la vereda. En ese momento su corazón era un parlante de discoteca escupiendo sonidos a un ritmo feroz.

Lunes, lunes, otra vez lunes.
Ahí está Luque, caminando por el pasillo hasta entrar a su clase: las caras, los gritos, los insultos de siempre. El silencio reina cuando entra la mirada del profesor de Matemáticas; no, no he traído la tarea, profesor Saldaña; es que mi perro se comió los papeles, se lo juro.

Suena la campana del recreo. Hugo Castro y Pedro Garatea sacan unas bolsas de sus mochilas. Bolsas transparentes, bolsas blancas. Persiguen a Luque. No es difícil perseguirlo, piensa Castro, piensa Garatea. No se nos va a escapar. Y tienen razón: por más que Luque trata de correr, a los pocos metros es arrojado hacia el suelo del patio y lo inmovilizan. Mientras Garatea aprieta las rodillas contra sus brazos, Castro trae las bolsas destinadas para él: talco, kilos de talco que caen sobre sus ojos y sus lágrimas, sobre la inmensidad de su cuerpo, sobre su dolor y su impotencia.

—A ver si así te vuelves blanco, negro de mierda.
Nadie lo ayuda. Nadie llama a ningún profesor. Nadie hace nada.

Cuando finalmente lo dejan, Luque se levanta y va hacia el baño a lavarse la cara sin mirarse en el espejo.

Yo no quiero volver mañana a este colegio, mamá, yo no quiero volver nunca.

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VIDA & OBRA

Lorenzo Helguero (Lima, 1969)

Empezó su carrera literaria en 1993, con la publicación del libro de poesía Sapiente lengua. Desde entonces, Lorenzo Helguero ha entregado más poesía, además de cuentos y una par de novelas. Es doctor en Literatura Latinoamericana por la Universidad de Georgetown. Enseña literatura y escribe a tiempo completo mientras disfruta de un buen vino.

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