Francia, 1852. Este año nace el ballotage —la figura de la segunda vuelta electoral— casi al mismo tiempo que el imperio de Napoleón III. Aunque la traducción literal de la palabra francesa sea “conteo por bolitas”, la definición actual, recogida por la RAE en la castellanización de la palabra ‘balotaje’, reza: En algunos sistemas electorales, segunda votación que se lleva a cabo entre los dos candidatos más votados en la primera, cuando ninguno ha obtenido la mayoría requerida.
Para ver la extensión del ballotage en el mundo hubo que esperar la segunda parte del siglo XX, cuando, tras extenderse en Europa, empezó a instaurarse en diversas partes del mundo. Tuvo especial buena acogida en América Latina, donde se aplica, actualmente, en 14 países.
No una, sino muchas vueltas
Aunque Francia haya sido la cuna de la figura de la segunda vuelta, en 1852, esta se usaba básicamente en las elecciones de diputados. Fue en 1958, con el cambio constitucional que supuso el nacimiento de la V República Francesa, que la figura empezó a utilizarse tanto para elecciones de diputados como para las presidenciales, aunque se aplica distintos criterios para cada proceso.
El primer país latinoamericano en adoptar la figura fue Costa Rica, en 1949. En el Perú fue recogida en la Constitución de 1979, en el artículo 203: “El Presidente de la República es elegido por sufragio directo, y por más de la mitad de los votos válidamente emitidos. Si ninguno de los candidatos obtiene la mayoría absoluta, se procede a segunda elección dentro de los treinta días siguientes entre los candidatos que han obtenido las dos más altas mayorías relativas”.
Así, se esperaba que las elecciones de 1985 inauguren la era de las segundas vueltas electorales peruana, cuando el candidato Alan García obtuvo menos del 50% de los votos válidos y debía enfrentarse al segundo en la cola, el candidato Alfonso Barrantes, que había alcanzado poco más del 20%. Sin embargo, en un gesto que no hemos visto repetirse en nuestra historia, Barrantes decidió no participar en la segunda vuelta. Alan García fue proclamado presidente de forma inmediata.
Otra fue la historia de las elecciones de 1990, cuando se enfrentaron en segunda vuelta Alberto Fujimori y Mario Vargas Llosa. Entonces, estas elecciones no solo significaron la primera aplicación de una segunda vuelta electoral en el Perú, sino también la inauguración de la era de los debates presidenciales. Pero esa es otra historia.
Regresemos al balotaje. El investigador mexicano Javier Hurtado González señala en el trabajo “La segunda vuelta electoral en Latinoamérica y su posible introducción en México”, que la razón de que se adopte la segunda vuelta en regímenes presidenciales tiene que ver con dotar al presidente de mayor legitimidad electoral, producto del alto porcentaje de votos con el que resulta electo al superar la mitad más uno de los votos depositados en urna.
Sin embargo, Hurtado considera que esta mayoría no puede considerarse igual de genuina a la que obtiene un presidente electo en primera vuelta. Para el investigador la mayoría de una segunda vuelta es ficticia, puesto que la votación es producto de una configuración del sistema electoral que reduce a dos opciones la competencia política.
Así, la segunda vuelta no se libra de críticas y propuestas de mejora, pero en el Perú estas no son atendidas, contempladas ni discutidas a nivel legislativo. Desde su aplicación en nuestro país, la segunda vuelta supone que ambos candidatos se embarquen en una agresiva campaña presidencial, donde no hay que estar libre de pecado para lanzar la primera piedra.
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