Como fuente de información para todo propósito, internet está en la consciencia colectiva, especialmente, en la de los jóvenes. Y, por otro lado, entre las tecnologías que emplea la red, las plataformas de teleconferencias, videos y música, asociadas con la radio y la TV, han enriquecido sus servicios en proporción al creciente conocimiento en microelectrónica y óptica. Disponemos, así, de dos condiciones necesarias para la educación básica a distancia: una oferta tecnológica con capacidad para adaptarse a los requerimientos específicos de las personas e instituciones, y una generación de jóvenes predispuestos a apropiarse de ella. Pero una tecnología disponible y una generación dispuesta —aunque son condiciones necesarias— no son suficientes para que la educación a distancia sustituya a la presencial sin afectar la eficiencia formativa.
La insuficiencia se explica —entre otras razones— por, en primer lugar, la falta de cercanía física del profesor con sus alumnos; en segundo lugar, por la limitación del campo visual de los estudiantes al de su pantalla receptora; asimismo, debido a la imposibilidad de desplazamiento del profesor, que en experimentos de ciencias es importante porque permite distintos ángulos de observación; y, finalmente, porque nadie —como lo ha recordado hace poco el ex ministro de Educación Jaime Saavedra— puede permanecer siete horas diarias frente a una pantalla. Y a estas razones se agrega el hecho sustantivo de que, para una política inclusiva, la eficacia del programa de educación a distancia dependerá del acceso equivalente de todos los segmentos sociales y culturales en el territorio nacional.
Experimentos, audios y videos
En las últimas décadas, algunos de los antiguos grandes museos de ciencias (y de artes y oficios) del mundo se han convertido en centros de cultura científica, con funciones y propósitos más amplios que los de sus instituciones maternas, especialmente, en el acompañamiento a la educación escolar, la promoción de la salud y la nutrición, la diversificación de actividades culturales, los programas de inclusión social productiva, y la práctica deportiva.
Limitándonos al acompañamiento de la educación escolar, un centro de esta clase es esencialmente un gran taller de producción de textos, experimentos, audios, videos y modelos puestos en un repositorio dinámico y abierto para los profesores y estudiantes de las distintas localidades del país —urbanas y rurales— que pueden acceder a él durante sus trabajos en el aula o en sus domicilios.
Para el Perú, el centro puede también asumir los programas de actualización continua (presencial y a distancia) de los profesores, lo que lo constituiría en un instrumento de apoyo general para la enseñanza escolar. Y el universo de trabajo no queda restringido a las ciencias naturales, ambientales y a las matemáticas, sino que se aplica con similar eficacia a la geografía e historia, a la ética, psicología, a sociedad y valores, a gimnasia y trabajos de campo, esenciales para la formación de los jóvenes. Además, como ya se ve en numerosos países, estos centros son igualmente eficaces en la formación de niños en edad preescolar (“voraces de conocimiento”, como los describe el astrofísico francés Pierre Léna, director de un programa nacional francés para ellos).
Una respuesta técnica y didáctica
Aunque el país siempre ha requerido de un centro como este, la pandemia y sus secuelas sobre la educación traen a primer plano la urgencia de respuestas institucionales, técnicas y didácticas. Si un Centro de Cultura Científica es —como creo— una respuesta adecuada, se necesita un proyecto propio con capacidad de adaptación a situaciones distintas según la región del país a la que sirva.
El marco para tal efecto comprendería, además de los distintos niveles de Gobierno y la conducción del Ministerio de Educación, a las universidades, institutos pedagógicos y tecnológicos, al sector privado interesado en fortalecer la educación, y a organizaciones civiles orientadas a ese propósito. De la concertación de estos actores, surgirían el plan estratégico del centro, y los órganos de apoyo y gestión: una fundación o patronato que asegure la realización del plan y un comité consultivo constituido por personas con reconocimiento social y académico, que provea a la institución de consejos y asesoramiento adecuado frente a la complejidad del escenario sociocultural peruano. Debe pensarse también en alianzas internacionales con organismos multilaterales e instituciones similares de otros países, algo fundamental actualmente.
*Benjamín Marticorena Castillo es Dr. en Física y fue presidente de Concytec entre 2001 y 2006.