El Museo de Arte Contemporáneo de Lima (MAC) acaba de inaugurar la muestra Crónicas migrantes. Historias comunes entre Perú y Venezuela, en la que se reúnen más de treinta artistas de ambos países para ahondar en las causas y consecuencias de uno de los hechos más complejos de los últimos tiempos: la migración forzada de más de 850.000 venezolanos en nuestro país.
Fabiola Arroyo, artista venezolana y curadora de la muestra, asegura que las obras reunidas “buscan promover la reflexión en torno a la experiencia de la migración que tanto peruanos como venezolanos han tenido que afrontar”. Basta con dar el primer paso en la sala para notar los variados formatos y materiales ahí reunidos: desde fotografías, libros, videos, hasta telas, ladrillos y esteras forman parte de estas propuestas que giran en torno a cuatro conceptos: palabra, cuerpo, casa y territorio. “Cada uno de estos conceptos es un llamado del artista a mirar con detenimiento lo que los expertos han denominado un crisis humanitaria compleja”, dice la curadora.
—Recuerdos y sueños—
Los hogares se transforman cuando algún miembro ya no está y más aún cuando todos han tenido que partir. Esa ausencia se ve reflejada en las fotografías de Marylee Coll, artista venezolana que por más de diez años ha fotografiado esas casas abandonadas, donde alguna vez habitaron familias de clase media. “Testigos del desarraigo” presenta imágenes en las que la abundancia material aún presente se contrapone a los espacios vacíos y descuidados.
C. J. Chueca, por otro lado, aborda el territorio en una pieza que ha sido intervenida por algunos migrantes venezolanos. Se trata de un pequeño muro de concreto que alguna vez formó parte de una exposición de la artista peruana y que por motivos de viaje ella dejó en una casa abandonada. A su regreso a Lima, encontró que la casa estaba habitada por cuatro familias venezolanas y que el muro servía de base para un estante de platos. “Esa pared ya no era mía, así que les pedí que escribieran sobre ella”, cuenta Chueca. Hoy la pieza muestra frases de los migrantes, en las que expresan sus sueños, su desesperación, sus anhelos en un país diferente.
—No es cuestión de números—
La obra de Teresa Mulet se extiende a lo largo de una mesa de cinco metros. Al inicio solo se ve un cuaderno de tapa azul, pero al abrirlo se extiende un gran papel con diminutos números. Cada cifra representa una vida arrebatada por la violencia. “Por un momento uno puede imaginar los cuerpos y rostros de aquellos que están en este papel. Creo que solo este impacto puede despertar inquietud en el espectador y notar que ya no se trata de unas cuantas muertes, sino que estamos realmente frente a una crisis humanitaria, política, social y económica que se ha ido de las manos”,
señala Fabiola Arroyo.
Tan solo dos de los once artistas venezolanos que participan en la muestra radican en el Perú. Los otros viven en otros lugares y algunos siguen creando desde Venezuela. Debido a la crisis que atraviesa este país, algunas obras no se han podido traer a Lima en sus formatos originales. Por ejemplo, una de ellas es el video de una instalación realizada en una galería venezolana. “Puede que algunas obras hayan variado –agrega Arroyo–, pero las propuestas se mantienen. Quien venga notará que son trabajos que necesitan mostrarse a como dé lugar”.