Anoche, en Bilbao, confirmamos lo que hemos dicho siempre. Que la lista The World’s 50 Best Restaurants es un juego y quien quiere jugar tiene que seguir las reglas: además de cocinar bien y caer en gracia, debe hacer relaciones públicas.
Los comentarios de este año apostaban por el gran regreso de El Celler de Can Roca y por la fortaleza de Mirazur, pero quien se hizo del primer puesto fue Osteria Francescana (Italia). Massimo Bottura, su chef, no paró de viajar todo el año: lo vimos cocinando en Bangkok y en eventos en varias partes del mundo; lanzó su libro "Bread is Gold", apareció en programas de EE.UU. e incluso se encargó de expandir por Europa su propuesta de responsabilidad social.
Tomemos distancia un momento, lejos de la emoción y toda subjetividad, y recordemos las respuestas que el cocinero considerado hoy número uno del mundo le dio a la periodista Cristina Jolonch, de "La Vanguardia": "Ferran Adrià dice algo que creo que es cierto: esa lista no la encabeza el mejor cocinero del mundo, sino el más influyente. Y yo creo que todo lo que he hecho y el ejemplo que he dado a todos me ha llevado a merecer ese reconocimiento. Pero he comprendido que es un juego donde el dinero es muy importante".