Desde ayer Roberto Gómez Bolaños, Chespirito, descansa en paz. Con él se fue una época de oro para la televisión mexicana, un tiempo en el que Televisa y su impresionante producción de series, musicales y telenovelas dominaron la atención del continente e incluso exportaron sus historias a buena parte del resto del mundo.
En ese marco el nombre de Chespirito quedará ligado a las más tiernas fábulas que retrataban a los sectores populares de Latinoamérica. Sus cuentos protagonizados por personajes de la calle, sus personajes estereotípicos del costumbrismo local –aplicable a México como a todo el mundo latino– calaron profundamente en una generación que hoy honra su memoria.
Pero no todas las voces en esta hora de nostalgia han resaltado para bien sus pegajosas voces y gags, ahora de uso generalizado en nuestra vida cotidiana. Críticos atentos señalan que muchas de sus figuras humorísticas que entonces se tomaban como normales, en el contexto actual se descalificarían por ser malos precedentes.
La más evidente es la forma en que los personajes del Chavo del Ocho, la serie emblemática de Chespirito, disciplinaban, por decirlo en un modo amable, a los niños de su quinta.
La imagen del Chavo recibiendo coscorrones por parte de Don Ramón, seguida de su expresivo llanto: “pipipipipi”, resaltan hoy como insostenibles en un auditorio familiar.
Los golpes de Don Ramón chirrían también cuando se observa que es un adulto sin relación familiar con el Chavo, y que la misma acción disciplinante es repetida por otros mayores con otros niños de la vecindad.
Las voces de alerta de parte de instituciones vigilantes no demorarían ahora en hacer notar el abuso evidente, y el cuidado necesario dada su programación en horario infantil.
La violencia doméstica es una de las formas más comunes de violencia en América Latina y es combatida enérgicamente por los Estados y los organismos internacionales. Los estudios sociales los sustentan.
En esa línea, una reciente investigación de Grade en el Perú encuentra que el porcentaje de madres que han sufrido maltratos físicos cuando eran niñas, tiene una mayor probabilidad de aplicar castigos físicos a su descendencia. Con datos de la Encuesta Nacional de Hogares del 2010, hallaron que el 63,3% de las encuestadas considera que el castigo físico es parte normal de la educación de los niños.
Las evidencias que Grade recoge apuntan a que un hogar con antecedentes de violencia doméstica no solo reproduce este patrón, también perjudica el desarrollo integral de los niños bajo su tutela.
Así las cosas, de estrenarse hoy en día, los gags habituales del Chavo estarían severamente bajo observación y con seguridad afrontarían recomendaciones de moderación de las instituciones vigilantes.
Lo que no hay que dejar de notar es que sus repeticiones de hoy no tendrían que verse exentas de la presencia y guía de los padres. Con el recuerdo cabe, pues, una conversación crítica y en familia sobre la pertinencia de los contenidos.